13/09/2017, 10:09
—Sasagani Yota, de Kusagakure como ya has deducido —respondió su oponente, y Ayame formuló una sonrisa de aprobación al verle formular también el sello de la confrontación—. Yo también peleé contra uno de los tuyos. Fue en primera ronda. Un tal Keisuke que al final resultó ser un puto psicópata sanguinario. Incluso un camarada tuyo, Daruu-san, me dijo que Keisuke era un gilipollas, al igual que su hermano. contundentes declaraciones como puedes ver.
«¡Oh! ¿Conoce a Daruu-kun?» Se preguntó, con un ligero fugaz rubor en sus mejillas que no tardó en desaparecer. «Ay, ¿pero qué le hizo ese idiota de Keisuke para que esté tan resentido?»
Yota se llevó las manos a la nuca y tiró de las cintas de su bandana para apretarlo. Ella, en un gesto inconsciente, también se ajustó la bandana sobre su frente.
—Espero que te parezcas más a Daruu-san que al hijo de puta de Keisuke. Por cierto, si ves a Keisuke dile que se muera un rato. Nos hará un favor a todos.
«Guau, guau. Sí que está resentido de verdad.»
—Bueno... creo que no es demasiado adecuado hablar mal de mis compañeros de aldea... y menos delante de tanta gente —respondió ella, esbozando una sonrisa nerviosa y encogiéndose de hombros.
Aunque a ella tampoco le agradaban aquellos sujetos después del único encuentro que había tenido con ellos, como representante de Amegakure no podía dejar en mal sitio a su aldea... ni a ninguno de sus habitantes, por muy mal que le cayeran.
—Pero en cualquier caso... — continuó él, abriendo sus brazos en cruz—. Toda esta gente no ha venido a vernos hablar. Estoy listo, cuando quieras empezamos.
—Muy bien, Yota-san. Demos lo mejor de nosotros entonces.
Su mirada le evaluó rápidamente de arriba a abajo. Nuevamente, se enfrentaba a un oponente del que no sabía absolutamente nada. Por su constitución física parecía fuerte, o al menos más fuerte que ella, por lo que debería ser cuidadosa con el combate cuerpo a cuerpo. ¿Pero en cuanto a su estilo de combate, técnicas o naturaleza de chakra? No tenía ninguna pista. Hasta el momento había tenido la fortuna de no encontrarse con nadie que utilizara el rayo como arma, y sólo podía rezar a Amenokami porque la suerte le siguiera sonriendo.
—Veamos...
Rápida como una centella, Ayame se llevó la mano diestra al portaobjetos y sacó dos shuriken que lanzó contra su oponente al tiempo que daba un salto hacia atrás. Los proyectiles recortaron la distancia dirigiéndose contra el cuerpo de Yota en línea recta, uno hacia su hombro derecho y otro hacia su pierna izquierda. Y mientras Yota lidiaba con las armas, sus propias manos trabajaban en una secuencia de sellos: Buey, jabalí, caballo, rata...
—¡Kasumi Jūsha no Jutsu! —susurró entre dientes, antes de dar una sonora palmada.
El suelo del campo de batalla se oscureció, repentinamente ocupado por una infinidad de sombras que se alzaron desde sus sitios ocupando todo el diámetro del área. Eran cintos de réplicas idénticas a Ayame, pero vestidas completamente de negro. La verdadera no tardó ni un instante en ocultarse entre sus sombras, mientras las ilusiones, con movimientos ralentizados y casi vagos, daban un paso adelante enarbolando un kunai entre sus manos.
—¡Ríndete! —dijeron todas a la vez, y su eco se repartió por doquier.
«¡Oh! ¿Conoce a Daruu-kun?» Se preguntó, con un ligero fugaz rubor en sus mejillas que no tardó en desaparecer. «Ay, ¿pero qué le hizo ese idiota de Keisuke para que esté tan resentido?»
Yota se llevó las manos a la nuca y tiró de las cintas de su bandana para apretarlo. Ella, en un gesto inconsciente, también se ajustó la bandana sobre su frente.
—Espero que te parezcas más a Daruu-san que al hijo de puta de Keisuke. Por cierto, si ves a Keisuke dile que se muera un rato. Nos hará un favor a todos.
«Guau, guau. Sí que está resentido de verdad.»
—Bueno... creo que no es demasiado adecuado hablar mal de mis compañeros de aldea... y menos delante de tanta gente —respondió ella, esbozando una sonrisa nerviosa y encogiéndose de hombros.
Aunque a ella tampoco le agradaban aquellos sujetos después del único encuentro que había tenido con ellos, como representante de Amegakure no podía dejar en mal sitio a su aldea... ni a ninguno de sus habitantes, por muy mal que le cayeran.
—Pero en cualquier caso... — continuó él, abriendo sus brazos en cruz—. Toda esta gente no ha venido a vernos hablar. Estoy listo, cuando quieras empezamos.
—Muy bien, Yota-san. Demos lo mejor de nosotros entonces.
Su mirada le evaluó rápidamente de arriba a abajo. Nuevamente, se enfrentaba a un oponente del que no sabía absolutamente nada. Por su constitución física parecía fuerte, o al menos más fuerte que ella, por lo que debería ser cuidadosa con el combate cuerpo a cuerpo. ¿Pero en cuanto a su estilo de combate, técnicas o naturaleza de chakra? No tenía ninguna pista. Hasta el momento había tenido la fortuna de no encontrarse con nadie que utilizara el rayo como arma, y sólo podía rezar a Amenokami porque la suerte le siguiera sonriendo.
—Veamos...
Rápida como una centella, Ayame se llevó la mano diestra al portaobjetos y sacó dos shuriken que lanzó contra su oponente al tiempo que daba un salto hacia atrás. Los proyectiles recortaron la distancia dirigiéndose contra el cuerpo de Yota en línea recta, uno hacia su hombro derecho y otro hacia su pierna izquierda. Y mientras Yota lidiaba con las armas, sus propias manos trabajaban en una secuencia de sellos: Buey, jabalí, caballo, rata...
—¡Kasumi Jūsha no Jutsu! —susurró entre dientes, antes de dar una sonora palmada.
El suelo del campo de batalla se oscureció, repentinamente ocupado por una infinidad de sombras que se alzaron desde sus sitios ocupando todo el diámetro del área. Eran cintos de réplicas idénticas a Ayame, pero vestidas completamente de negro. La verdadera no tardó ni un instante en ocultarse entre sus sombras, mientras las ilusiones, con movimientos ralentizados y casi vagos, daban un paso adelante enarbolando un kunai entre sus manos.
—¡Ríndete! —dijeron todas a la vez, y su eco se repartió por doquier.
¡Ríndete...! ¡Índete...! ¡Ndete...! ¡Dete...! ¡Ete...! ¡Te...! ¡E...!