13/09/2017, 18:54
(Última modificación: 13/09/2017, 21:29 por Manase Mogura.)
—¡Espera! ¿Qué hac...?
Desde luego que la kunoichi no entendería que estaba haciendo Mogura, incluso entre los shinobi médico la técnica era algo que costaba demasiado trabajo, y sobre todo concentración.
En algún momento del proceso Ayame haría un par de preguntas y diría alguna que otra cosa más, pero lo cierto era que el joven médico estaba más pendiente de mantener la concentración en su técnica, pues la vida de su superior corría riesgo. Pasó totalmente de lo que tenía para decir la jinchuuriki, ni siquiera se inmutó por lo que dijo.
Shanise era la mano derecha de la kunoichi más poderosa de Amegakure, pero esta seguiría ahogándose mientras el veneno estuviese en su interior. Su entrenamiento le brindaría un margen donde el muchacho podría trabajar pero aun así no estaba dispuesto a apostar sus fichas contra una toxina que no conocía exactamente.
«Un poco más...»
El veneno comenzaría a abandonar el cuerpo de la fémina, prisionero dentro del liquido especial que tenía en su mano Mogura. La palma del genin subía pero su mirada no abandonaba la incisión, tenía que estar seguro del momento en que toda la toxina estuviese fuera del cuerpo para finalizar la técnica.
Llegado un punto, dejaría de extraer veneno y el liquido saldría limpio. Mogura tendría todo el veneno en su palma.
Desde luego que la kunoichi no entendería que estaba haciendo Mogura, incluso entre los shinobi médico la técnica era algo que costaba demasiado trabajo, y sobre todo concentración.
En algún momento del proceso Ayame haría un par de preguntas y diría alguna que otra cosa más, pero lo cierto era que el joven médico estaba más pendiente de mantener la concentración en su técnica, pues la vida de su superior corría riesgo. Pasó totalmente de lo que tenía para decir la jinchuuriki, ni siquiera se inmutó por lo que dijo.
Shanise era la mano derecha de la kunoichi más poderosa de Amegakure, pero esta seguiría ahogándose mientras el veneno estuviese en su interior. Su entrenamiento le brindaría un margen donde el muchacho podría trabajar pero aun así no estaba dispuesto a apostar sus fichas contra una toxina que no conocía exactamente.
«Un poco más...»
El veneno comenzaría a abandonar el cuerpo de la fémina, prisionero dentro del liquido especial que tenía en su mano Mogura. La palma del genin subía pero su mirada no abandonaba la incisión, tenía que estar seguro del momento en que toda la toxina estuviese fuera del cuerpo para finalizar la técnica.
Llegado un punto, dejaría de extraer veneno y el liquido saldría limpio. Mogura tendría todo el veneno en su palma.
Hablo - Pienso