14/09/2017, 03:59
La estancia de la Kageyama en los dojos solo iba empeorando, la estaba pasando día a día peor y cuando se deprime, enoja o lo que sea que altere su estado de ánimo siempre resulta en lo mismo, comer hasta hartarse. Obviamente no podía ser algo bueno, no había manera que engordar fuese bueno cuando ya se había superado por bastante el peso ideal. Es decir, aquella chica ya estaba bastante pasada de peso y si seguía así iba a terminar rodando escaleras abajo.
—Puta mierda —murmuraba mientras se ponía el pijama tras una ducha de agua helada—. Quien me manda a estar aquí.
Todo lo que ocurrió en su estadía había sido desastroso, primero hizo el ridículo frente a todo el mundo al enfrentarse a Uchiha Akame, quien la dejó inconsciente sin mayores problemas. Luego, cuando parecía haberse encontrado a alguien que valía la pena, apareció el acosador, Hozuki Chokichi, sacándoles una foto a ella y a Akame mientras se besaban en una postura de todo menos favorable, pues cualquiera que los viese podría suponer que iban a por más que solo un beso.
Pero las cosas no habían terminado allí, aquel a quien había estado besando se la quitó de encima de una forma desagradable y se fue en busca del fotógrafo a quien, por obvias razones, podía deducir que no había atrapado, pues al poco tiempo de tomada la fotografía se repartieron una serie de revistas muy cortas con la dichosa imagen como primera plana.
Empeorando aún más el asunto, todo lo que estaba escrito en aquellas pocas páginas decía pura y exclusivamente mierda acerca del chico con el que se besuqueó y de Sakamoto Noemi, hermana de la pecosa a la que la sangre hervía. Alguien la tenía contra esta última, seguramente por algún malentendido como el que le habían comentado meses atrás y realmente, de no ser porque el artífice de todo esto era un shinobi que probablemente le daría una paliza, ya le hubiese hecho visita para desfigurarle el rostro a golpes.
—Gente de mierda —dijo bastante frustrada antes de empujar una silla con el pie, provocando que esta se cayera estrepitosamente al suelo.
Poco le importaba si molestaba a alguien en todo el dojo, lo último que quería era permanecer por más tiempo encerrada en semejante lugar y para pasar el rato iba a buscarse en la cocina algo más de comida, con la que llenarse el estómago y probablemente engordar un par de kilos adicionales.
*Toc toc*
«¿A estas horas? »Pensó, pero analizando un poco el contexto, podía deducir que quien se encontraba al otro lado de la puerta era Furukawa Eri, la tierna kunoichi que se alojaba a una habitación de distancia. No podía atenderla de mala manera, era un encanto de persona.
Vestida solamente con una camisa holgada y un pantalón corto blanco, se dirigió a la puerta aun frotándose la toalla por el lateral de la cabeza para secarse un poco más el pelo.
—Voy —respondió ante el llamado.
Acto seguido, abrió la puerta con expresión neutra. Ciertamente no esperaba visitas, siquiera de Eri o Akame, con quien tenía que hablar…
Pero ninguno de los dos se hallaba del otro lado del umbral de la puerta, allí estaba aquel quien seguramente habría disparado todo el jaleo del otro día, el que seguramente se habría inventado que la que se estaba besando con Akame era Noemi y no ella, Koko.
—¿Qué quieres? —Soltó tajante y con mirada indiferente.
Cualquiera diría que aquella joven no era la misma que días atrás había dado una paliza al Hozuki y había acariciado la mejilla a Datsue, pero seguían siendo el mismo ente.
—Puta mierda —murmuraba mientras se ponía el pijama tras una ducha de agua helada—. Quien me manda a estar aquí.
Todo lo que ocurrió en su estadía había sido desastroso, primero hizo el ridículo frente a todo el mundo al enfrentarse a Uchiha Akame, quien la dejó inconsciente sin mayores problemas. Luego, cuando parecía haberse encontrado a alguien que valía la pena, apareció el acosador, Hozuki Chokichi, sacándoles una foto a ella y a Akame mientras se besaban en una postura de todo menos favorable, pues cualquiera que los viese podría suponer que iban a por más que solo un beso.
Pero las cosas no habían terminado allí, aquel a quien había estado besando se la quitó de encima de una forma desagradable y se fue en busca del fotógrafo a quien, por obvias razones, podía deducir que no había atrapado, pues al poco tiempo de tomada la fotografía se repartieron una serie de revistas muy cortas con la dichosa imagen como primera plana.
Empeorando aún más el asunto, todo lo que estaba escrito en aquellas pocas páginas decía pura y exclusivamente mierda acerca del chico con el que se besuqueó y de Sakamoto Noemi, hermana de la pecosa a la que la sangre hervía. Alguien la tenía contra esta última, seguramente por algún malentendido como el que le habían comentado meses atrás y realmente, de no ser porque el artífice de todo esto era un shinobi que probablemente le daría una paliza, ya le hubiese hecho visita para desfigurarle el rostro a golpes.
—Gente de mierda —dijo bastante frustrada antes de empujar una silla con el pie, provocando que esta se cayera estrepitosamente al suelo.
Poco le importaba si molestaba a alguien en todo el dojo, lo último que quería era permanecer por más tiempo encerrada en semejante lugar y para pasar el rato iba a buscarse en la cocina algo más de comida, con la que llenarse el estómago y probablemente engordar un par de kilos adicionales.
*Toc toc*
«¿A estas horas? »Pensó, pero analizando un poco el contexto, podía deducir que quien se encontraba al otro lado de la puerta era Furukawa Eri, la tierna kunoichi que se alojaba a una habitación de distancia. No podía atenderla de mala manera, era un encanto de persona.
Vestida solamente con una camisa holgada y un pantalón corto blanco, se dirigió a la puerta aun frotándose la toalla por el lateral de la cabeza para secarse un poco más el pelo.
—Voy —respondió ante el llamado.
Acto seguido, abrió la puerta con expresión neutra. Ciertamente no esperaba visitas, siquiera de Eri o Akame, con quien tenía que hablar…
Pero ninguno de los dos se hallaba del otro lado del umbral de la puerta, allí estaba aquel quien seguramente habría disparado todo el jaleo del otro día, el que seguramente se habría inventado que la que se estaba besando con Akame era Noemi y no ella, Koko.
—¿Qué quieres? —Soltó tajante y con mirada indiferente.
Cualquiera diría que aquella joven no era la misma que días atrás había dado una paliza al Hozuki y había acariciado la mejilla a Datsue, pero seguían siendo el mismo ente.