14/09/2017, 10:00
Y, de repente, el milagro de la vida se abrió paso.
Ayame dejó escapar un largo suspiro de alivio cuando Shanise tosió varias veces y casi sintió la necesidad de tirarse al suelo. Mogura había apartado sus manos, con un extraño líquido de color rosáceo atrapado dentro de la burbuja de agua que aún las cubría antes de desecharla en el recipiente que tenía junto a él. La toxina.
Afortunadamente, el tratamiento parecía haber dado resultados positivos. El rostro de la mujer recuperó algo de color, y las venas debajo de su piel volvieron a la normalidad poco a poco. Shanise seguía inconsciente, respirando de manera agitada y entrecortada, pero al menos ya era capaz de tomar aire. Y ahora que se había quitado las manos del cuello, a Ayame no le pasó desapercibida la marca de un pinchazo cerca de su mandíbula.
«Maldito... Se ha atrevido a contaminar a una igual...» Presa de la ira, apretó los puños contra sus rodillas y maldijo cien veces el nombre de Marun. ¿Cómo podía haberse dejado influenciar hasta el punto de llegar a tener dudas? Se sentía sucia...
—Aotsuki-san, por favor ayude a que Shanise-san beba esto —intervino Mogura de repente, quien le tendía un pequeño objeto cilíndrico que contenía un líquido que le resultaba muy familiar.
—¿Es un antídoto genérico? —preguntó, tomándolo con delicadeza por el temor de dejarlo caer y que terminara rompiéndose—. Si Shanise-senpai necesita más dosis yo tengo otro... En mi... Portaobjetos... ¡Maldita sea! —exclamó, pálida como la leche—. Mis cosas... están en mi habitación... —confesó, apurada. Con la creencia de que la falsa Shanise iba a entrenarla no había creído necesario subir allí con la mochila de viaje ni sus armas.
Podía considerarse afortunada de no haberlas necesitado, pero...
Ayame volvió a lanzar un suspiro de pesar y alzó con delicadeza la cabeza de Shanise. Con mucho cuidado y poco a poco, fue vertiendo el líquido que contenía la cápsula en la comisura de sus labios para evitar que no se atragantara.
—Beba esto, Shanise-senpai. Le ayudará...
Mientras tanto, Mogura parecía estar ocupado con otras cosas. Había desplegado un pergamino frente a sí y, mediante algún tipo de técnica, el recipiente con el veneno fue sellado en su interior.
—¿Qué vamos a hacer, Mogura-san? —le preguntó a su compañero, angustiada—. Shanise-senpai dijo que este lugar ya no era seguro, que no podíamos pasar la noche aquí... ¿Pero dónde iremos con Shanise-senpai en este estado?
Ayame dejó escapar un largo suspiro de alivio cuando Shanise tosió varias veces y casi sintió la necesidad de tirarse al suelo. Mogura había apartado sus manos, con un extraño líquido de color rosáceo atrapado dentro de la burbuja de agua que aún las cubría antes de desecharla en el recipiente que tenía junto a él. La toxina.
Afortunadamente, el tratamiento parecía haber dado resultados positivos. El rostro de la mujer recuperó algo de color, y las venas debajo de su piel volvieron a la normalidad poco a poco. Shanise seguía inconsciente, respirando de manera agitada y entrecortada, pero al menos ya era capaz de tomar aire. Y ahora que se había quitado las manos del cuello, a Ayame no le pasó desapercibida la marca de un pinchazo cerca de su mandíbula.
«Maldito... Se ha atrevido a contaminar a una igual...» Presa de la ira, apretó los puños contra sus rodillas y maldijo cien veces el nombre de Marun. ¿Cómo podía haberse dejado influenciar hasta el punto de llegar a tener dudas? Se sentía sucia...
—Aotsuki-san, por favor ayude a que Shanise-san beba esto —intervino Mogura de repente, quien le tendía un pequeño objeto cilíndrico que contenía un líquido que le resultaba muy familiar.
—¿Es un antídoto genérico? —preguntó, tomándolo con delicadeza por el temor de dejarlo caer y que terminara rompiéndose—. Si Shanise-senpai necesita más dosis yo tengo otro... En mi... Portaobjetos... ¡Maldita sea! —exclamó, pálida como la leche—. Mis cosas... están en mi habitación... —confesó, apurada. Con la creencia de que la falsa Shanise iba a entrenarla no había creído necesario subir allí con la mochila de viaje ni sus armas.
Podía considerarse afortunada de no haberlas necesitado, pero...
Ayame volvió a lanzar un suspiro de pesar y alzó con delicadeza la cabeza de Shanise. Con mucho cuidado y poco a poco, fue vertiendo el líquido que contenía la cápsula en la comisura de sus labios para evitar que no se atragantara.
—Beba esto, Shanise-senpai. Le ayudará...
Mientras tanto, Mogura parecía estar ocupado con otras cosas. Había desplegado un pergamino frente a sí y, mediante algún tipo de técnica, el recipiente con el veneno fue sellado en su interior.
—¿Qué vamos a hacer, Mogura-san? —le preguntó a su compañero, angustiada—. Shanise-senpai dijo que este lugar ya no era seguro, que no podíamos pasar la noche aquí... ¿Pero dónde iremos con Shanise-senpai en este estado?