16/09/2017, 00:07
El Uchiha guardó silencio hasta que la rubia terminó de hablar, en el proceso también se dio el lujo de tomar asiento justo donde ella le había indicado y lamentablemente, las cosas no fueron tan sencillas.
—Te lo contaré… cuando tú me cuentes a mí qué es eso tan perturbador que te contó tu hermana sobre Chokichi —extendió una mano, ofreciéndosela—. ¿Trato? —Aquello fue suficiente para lograr que el semblante de la pecosa se transformase una vez más por aquel sereno y hasta cierto punto perturbador.
—¿En verdad te sientes en posición de venir con exigencias? —A medida que hablaba, la joven se inclinó lentamente en dirección al contrario, casi queriendo obligarle a retroceder e importándole bien poco dónde terminaría la mano ajena si ella seguía avanzando—. Ya hiciste de las tuyas con la revista, ya hablaste mierdas de mi hermana, ¿qué falta? ¿Decir algo de mí? ¿Qué estoy loca tal vez?
A medida que hablaba, la Kageyama seguía avanzando agazapada sobre el colchón. Quería acorralarle y de ser posible transmitirle de alguna manera la sensación de —por una vez en la vida— ser la presa y no el predador. El último puesto sería ella quien lo ocuparía, al menos esta vez.
—Viniste buscando el perdón y no haces más que buscar tu propio beneficio, ¿harás lo mismo cuando vayas a hablar con Akame? —En ese momento la pecosa extendió una de sus manos y la apoyó en el pecho del contrario, tras lo cual le empujó en un intento por tumbarle aunque sin ser demasiado brusca—. ¿Qué es lo que quieres? ¿Hacer de tus propios compatriotas tus enemigos? No sé si sea lo más sabio, ¿no crees?
Justo al finalizar aquella última frase, la cara de la kunoichi se transformó en una sonrisa algo sádica, que dejaba en vista cierto indicio de locura, como si realmente estuviese dispuesta a hacer algo catalogado como una ”locura”.
—Te lo contaré… cuando tú me cuentes a mí qué es eso tan perturbador que te contó tu hermana sobre Chokichi —extendió una mano, ofreciéndosela—. ¿Trato? —Aquello fue suficiente para lograr que el semblante de la pecosa se transformase una vez más por aquel sereno y hasta cierto punto perturbador.
—¿En verdad te sientes en posición de venir con exigencias? —A medida que hablaba, la joven se inclinó lentamente en dirección al contrario, casi queriendo obligarle a retroceder e importándole bien poco dónde terminaría la mano ajena si ella seguía avanzando—. Ya hiciste de las tuyas con la revista, ya hablaste mierdas de mi hermana, ¿qué falta? ¿Decir algo de mí? ¿Qué estoy loca tal vez?
A medida que hablaba, la Kageyama seguía avanzando agazapada sobre el colchón. Quería acorralarle y de ser posible transmitirle de alguna manera la sensación de —por una vez en la vida— ser la presa y no el predador. El último puesto sería ella quien lo ocuparía, al menos esta vez.
—Viniste buscando el perdón y no haces más que buscar tu propio beneficio, ¿harás lo mismo cuando vayas a hablar con Akame? —En ese momento la pecosa extendió una de sus manos y la apoyó en el pecho del contrario, tras lo cual le empujó en un intento por tumbarle aunque sin ser demasiado brusca—. ¿Qué es lo que quieres? ¿Hacer de tus propios compatriotas tus enemigos? No sé si sea lo más sabio, ¿no crees?
Justo al finalizar aquella última frase, la cara de la kunoichi se transformó en una sonrisa algo sádica, que dejaba en vista cierto indicio de locura, como si realmente estuviese dispuesta a hacer algo catalogado como una ”locura”.