18/09/2017, 18:19
—¿En dónde estaremos? Seguro que los aldeanos sabrán algo sobre este lugar. — Comento una vez hubieron llegado.
—No lo sé… Es muy plano, como si fuese un lago congelado. —Se fijó con más cuidado en la superficie y en como las patas de su montura golpeaban la misma—. Pero yo diría que es una tierra congelada, una porción de llanura.
Los renos galopaban con relativa suavidad, animados por la planicie que se extendía alrededor de ellos. A lo lejos podían verse las colinas, y más allá las montañas. A Kōtetsu le resultaba fascinante y casi increíble que a poca distancia de allí existiese un asentamiento; aquel paraje era tan hermoso y salvaje que parecía ser inadecuado para los humanos.
—Esto es muy evocador —reflexiono el peliblanco—; Creo que este sitio se hace hermoso debido a que solo estoy de visita y tengo un sitio cálido al cual regresar… ¿Pero te imaginas como debieron sentirse aquellos que colonizaron estas tierras? Atrapados en un lugar frio y basto, sin posibilidades de huir y sin un hogar al cual regresar.
Ahora estaban casi en el centro de aquella circunferencia extrañamente plana y perfecta, bajo un cielo donde las heladas nubes se atravesaban ocasionalmente en el camino de los cálidos rayos del sol. Repentinamente la temperatura bajo aún más, y desde lejanas alturas comenzaron a caer ligeros copos de nieve. El viento comenzó a soplar con fuerza y aquellas nobles criaturas que les servían de monturas se juntaron en una serie de movimientos llenos de nerviosismo.
—Oye, eso es… —dijo, refiriéndose a lo que parecía ser una nube que había descendido hacia la tierra y que se revolvía en el borde exterior de aquella planicie—. Parece una polvareda, pero de nieve, y con mucho viento.
—No lo sé… Es muy plano, como si fuese un lago congelado. —Se fijó con más cuidado en la superficie y en como las patas de su montura golpeaban la misma—. Pero yo diría que es una tierra congelada, una porción de llanura.
Los renos galopaban con relativa suavidad, animados por la planicie que se extendía alrededor de ellos. A lo lejos podían verse las colinas, y más allá las montañas. A Kōtetsu le resultaba fascinante y casi increíble que a poca distancia de allí existiese un asentamiento; aquel paraje era tan hermoso y salvaje que parecía ser inadecuado para los humanos.
—Esto es muy evocador —reflexiono el peliblanco—; Creo que este sitio se hace hermoso debido a que solo estoy de visita y tengo un sitio cálido al cual regresar… ¿Pero te imaginas como debieron sentirse aquellos que colonizaron estas tierras? Atrapados en un lugar frio y basto, sin posibilidades de huir y sin un hogar al cual regresar.
Ahora estaban casi en el centro de aquella circunferencia extrañamente plana y perfecta, bajo un cielo donde las heladas nubes se atravesaban ocasionalmente en el camino de los cálidos rayos del sol. Repentinamente la temperatura bajo aún más, y desde lejanas alturas comenzaron a caer ligeros copos de nieve. El viento comenzó a soplar con fuerza y aquellas nobles criaturas que les servían de monturas se juntaron en una serie de movimientos llenos de nerviosismo.
—Oye, eso es… —dijo, refiriéndose a lo que parecía ser una nube que había descendido hacia la tierra y que se revolvía en el borde exterior de aquella planicie—. Parece una polvareda, pero de nieve, y con mucho viento.