18/09/2017, 19:18
El intercambio de bloqueos y esquivas estaba durando demasiado, pronto el cansancio empezaría a hacer mella en su constante vaiven de puñetazos y patadas y cabezazos y guantazos y golpes en general y empezaríamos a escaldarnos de lo lindo sin pensar siquiera en bloquear.
Así que cuando mi rodillazo conectó, saboreé el momento, el milisegundo que tardó mi sistema nervioso en decirme: "TOMAHOSTIA" y al milisegundo siguiente estaba preparado para un puñetazo contraatacante o una patada voladora o algo por el estilo. Sin embargo, Daigo hizo algo que pensandolo friamente era la mejor opción, solo que yo pensaba en hostias y el pensaba en el combate en general, en cosas profundas y estrategicas.
Me empujó colocando su pie detrás del mio mientras me abrazaba, y yo hice lo primero y unico que se me ocurrió, que fue abrazarle más fuerte. Caí al suelo y el se cayó encima mio haciendo un hermoso emparedado, y como todos sabemos, lo bueno del emparedado siempre es lo de en medio, es decir, yo. La metafora no podía ser más perfecta.
Me dediqué a agarrarle a la altura de los hombros para que no pudiese despegar los brazos y le costase maniobrar, por lo menos hasta que recuperase el aliento, que el kuseño pesaba lo suyo como para que se cayese encima.
—Nabi—