19/09/2017, 00:23
Shanise se cruzó de brazos, y con ojos cansados, empezó a escuchar y a repasar mentalmente cada palabra que sus alumnos tenían que decirle. Primero era el turno de Ayame. Como miembro del clan Houzuki, Shanise conocía todas esas habilidades, pero se sorprendió al escuchar que la muchacha, a pesar de su naturaleza infantil, había dominado ya algunas técnicas de Genjutsu. Y debía reconocer que la conexión entre las habilidades del clan con las ventajas que le otorgaba tener el chakra del Gobi en su interior —pese a que la niña no supiera a qué achacarlo, en Amegakure eran perfectamente conscientes de estas particularidades desde que ella era pequeña— la hacía más resistente de lo normal. Y además estaba francamente sorprendida por esa técnica de la que hablaba sobre regenerar heridas con el agua del ambiente.
Shanise descubrió que Ayame ocultaba en aquella pequeña cocorota temerosa una gran inteligencia.
Pero aún así...
—Pese a todo, Ayame-chan, me gustaría insistir en que, como jinchuuriki, eres extremadamente importante para la aldea, y un posible objetivo para el enemigo, si es que descubre que lo eres —explicó Shanise, levantando el dedo índice—. Confío en ti y en tus habilidades para curarte, pero, por favor, sabiendo esto que te he dicho, intenta mantenerte a salvo en todo momento. Como comprenderás, también es mi deber cuidarte. En realidad, es mi deber cuidaros a los dos, pero como jinchuuriki, tengo que protegerte de todas maneras.
»No obstante, por supuesto, tengamos en cuenta que unos rasguños no merecen mayor preocupación, en tu caso, y que te puedes regenerar. La verdad, estaría bien que me enseñaras esa técnica, niña —admitió.
—Bien, creo que lo que más útil nos puede ser de tu repertorio son tus habilidades de Genjutsu. En particular, esa habilidad que mencionas para que te escuchen desde otro lugar. Como genin, siempre habéis sido ninjas de soporte. No se espera de vosotros que luchéis o hagáis ninguna heroicidad. Pero esa técnica puede actuar precisamente para distraer al enemigo. Yo aprovecharé las oportunidades que me crees.
Shanise respiró hondo, se recostó en el sillón, y extendió la mano hacia Mogura.
—Bien, Mogura-kun. Adelante.
A decir verdad, no habían escogido a Mogura para esta misión sin ningún motivo: era el mejor médico genin de Amegakure. Como tal, su valía en el equipo era prácticamente la mayor de las tres. Si él seguía con energía, podía proporcionársela a sus compañeros. Shanise no era muy amiga de los venenos, pero era consciente del arsenal de aquél muchacho, y ahora además tenía el veneno con el que casi la habían matado, que parecía ser bastante potente, sellado en un pergamino (entre otras cosas muy horribles que Manase les describió). Al menos no era intolerante del todo, como Yui. Sin embargo, todo aquello tenía un gran fallo.
Shanise levantó una ceja al escuchar lo del Taijutsu. Eso habría que verlo. Sobretodo, al lado del Taijutsu de la propia Yui.
Mogura también estaba empezando a dominar el Fuuinjutsu. Shanise se acordó del pastel de fresa de la noche anterior, y tuvo sentimientos encontrados por culpa del mal rato que habían pasado después.
—Bien, Manase-san, sin duda eres un miembro muy valioso para el equipo —asintió Shanise—. Está claro que no puedo permitir que hieran a ninguno de los dos. Bien, Mogura-kun, tu labor será la de asistirnos en combate, transfiriéndonos chakra y curándonos las heridas. Si encuentras una oportunidad, puedes encajar algún golpe, pero seguramente el enemigo sea poderoso y esto no sea posible la mayor parte del tiempo.
»Cuidarás también de Ayame. Y a la vez, Ayame-chan, tú cuidarás de Mogura. Él no puede convertirse en agua y su poder de regeneración lo necesitamos nosotras, o al menos, yo lo necesito.
—¡Ah...! ¿Estaría bien si tomo el primer turno de guardia? Pude descansar más en el palacio así que no me molestaría estar un par de horas más despierto, además... será difícil despertarme para hacer un relevo en la guardia...
—No. —respondió Shanise, contundente—. Sois dos genin, Manase-kun. Dos genin contra cualquier tipo de enemigo. Ayame tuvo suerte y pericia con Marun, ¿pero quién sabe? Podría volver a suceder. No quiero más errores, de modo que vosotros haréis una guardia conjunta después de la mía, que será individual. No quiero réplicas, es una orden.
»Y si no te despiertas, siempre podemos echarte algo de agua, ¿eh? —La mujer echó una carcajada a gusto.
Carraspeó, llevándose la mano a la boca.
—Bueno, yo nos he contado mis habilidades, así que allá voy. Bien. Soy un miembro más del clan Houzuki, como Ayame. Puedo transformarme en agua para evitar la mayoría de los golpes y, en gran medida, las técnicas. Como sabéis, sé bastante de Fuuinjutsu. Me queda bastante para ser una gran experta, pero me esfuerzo todos los días y creo que seré capaz de cerrar ese dichoso hilo para siempre.
»Soy bien habilidosa con el Suiton, sé algunos trucos con sellos explosivos, y otros tantos con los shuriken.
»Tengo una técnica de la que estoy bastante orgullosa que me permite separar mi cuerpo en dos mitades iguales activando el Suika no Jutsu y dividiendo el agua que lo forma. Luego, relleno lo que falta con chakra Suiton. No resulta nada trivial, aunque lo explique muy fácil. El resultado: es como un Kage Bunshin, pero no desaparece fácilmente. Si matan a una de mis dos mitades, sobreviviré, aunque me llevará una buena semana de descanso recuperarme del todo.
»Poseo un Fuuma Shuriken especial con dos partes que tienen un espacio en medio. En el centro hay un núcleo, y las hojas giran a ambas partes. Es como un yoyó mortal: alrededor del núcleo hay como una cadena que puedo extender y retraer, así tengo un arma arrojadiza que puedo utilizar cuerpo a cuerpo y con la que puedo hacer bastantes filigranas.
Shanise tomó aire, como si llevase media hora hablando. Pero en realidad, sólo habían pasado unos minutos.
—Bien, y después de haberos contado todos mis secretos, más vale que os vayáis a dormir. No tenemos todo el día. —Señaló a las camas, detrás de ellos.
Shanise descubrió que Ayame ocultaba en aquella pequeña cocorota temerosa una gran inteligencia.
Pero aún así...
—Pese a todo, Ayame-chan, me gustaría insistir en que, como jinchuuriki, eres extremadamente importante para la aldea, y un posible objetivo para el enemigo, si es que descubre que lo eres —explicó Shanise, levantando el dedo índice—. Confío en ti y en tus habilidades para curarte, pero, por favor, sabiendo esto que te he dicho, intenta mantenerte a salvo en todo momento. Como comprenderás, también es mi deber cuidarte. En realidad, es mi deber cuidaros a los dos, pero como jinchuuriki, tengo que protegerte de todas maneras.
»No obstante, por supuesto, tengamos en cuenta que unos rasguños no merecen mayor preocupación, en tu caso, y que te puedes regenerar. La verdad, estaría bien que me enseñaras esa técnica, niña —admitió.
—Bien, creo que lo que más útil nos puede ser de tu repertorio son tus habilidades de Genjutsu. En particular, esa habilidad que mencionas para que te escuchen desde otro lugar. Como genin, siempre habéis sido ninjas de soporte. No se espera de vosotros que luchéis o hagáis ninguna heroicidad. Pero esa técnica puede actuar precisamente para distraer al enemigo. Yo aprovecharé las oportunidades que me crees.
Shanise respiró hondo, se recostó en el sillón, y extendió la mano hacia Mogura.
—Bien, Mogura-kun. Adelante.
A decir verdad, no habían escogido a Mogura para esta misión sin ningún motivo: era el mejor médico genin de Amegakure. Como tal, su valía en el equipo era prácticamente la mayor de las tres. Si él seguía con energía, podía proporcionársela a sus compañeros. Shanise no era muy amiga de los venenos, pero era consciente del arsenal de aquél muchacho, y ahora además tenía el veneno con el que casi la habían matado, que parecía ser bastante potente, sellado en un pergamino (entre otras cosas muy horribles que Manase les describió). Al menos no era intolerante del todo, como Yui. Sin embargo, todo aquello tenía un gran fallo.
Shanise levantó una ceja al escuchar lo del Taijutsu. Eso habría que verlo. Sobretodo, al lado del Taijutsu de la propia Yui.
Mogura también estaba empezando a dominar el Fuuinjutsu. Shanise se acordó del pastel de fresa de la noche anterior, y tuvo sentimientos encontrados por culpa del mal rato que habían pasado después.
—Bien, Manase-san, sin duda eres un miembro muy valioso para el equipo —asintió Shanise—. Está claro que no puedo permitir que hieran a ninguno de los dos. Bien, Mogura-kun, tu labor será la de asistirnos en combate, transfiriéndonos chakra y curándonos las heridas. Si encuentras una oportunidad, puedes encajar algún golpe, pero seguramente el enemigo sea poderoso y esto no sea posible la mayor parte del tiempo.
»Cuidarás también de Ayame. Y a la vez, Ayame-chan, tú cuidarás de Mogura. Él no puede convertirse en agua y su poder de regeneración lo necesitamos nosotras, o al menos, yo lo necesito.
—¡Ah...! ¿Estaría bien si tomo el primer turno de guardia? Pude descansar más en el palacio así que no me molestaría estar un par de horas más despierto, además... será difícil despertarme para hacer un relevo en la guardia...
—No. —respondió Shanise, contundente—. Sois dos genin, Manase-kun. Dos genin contra cualquier tipo de enemigo. Ayame tuvo suerte y pericia con Marun, ¿pero quién sabe? Podría volver a suceder. No quiero más errores, de modo que vosotros haréis una guardia conjunta después de la mía, que será individual. No quiero réplicas, es una orden.
»Y si no te despiertas, siempre podemos echarte algo de agua, ¿eh? —La mujer echó una carcajada a gusto.
Carraspeó, llevándose la mano a la boca.
—Bueno, yo nos he contado mis habilidades, así que allá voy. Bien. Soy un miembro más del clan Houzuki, como Ayame. Puedo transformarme en agua para evitar la mayoría de los golpes y, en gran medida, las técnicas. Como sabéis, sé bastante de Fuuinjutsu. Me queda bastante para ser una gran experta, pero me esfuerzo todos los días y creo que seré capaz de cerrar ese dichoso hilo para siempre.
»Soy bien habilidosa con el Suiton, sé algunos trucos con sellos explosivos, y otros tantos con los shuriken.
»Tengo una técnica de la que estoy bastante orgullosa que me permite separar mi cuerpo en dos mitades iguales activando el Suika no Jutsu y dividiendo el agua que lo forma. Luego, relleno lo que falta con chakra Suiton. No resulta nada trivial, aunque lo explique muy fácil. El resultado: es como un Kage Bunshin, pero no desaparece fácilmente. Si matan a una de mis dos mitades, sobreviviré, aunque me llevará una buena semana de descanso recuperarme del todo.
»Poseo un Fuuma Shuriken especial con dos partes que tienen un espacio en medio. En el centro hay un núcleo, y las hojas giran a ambas partes. Es como un yoyó mortal: alrededor del núcleo hay como una cadena que puedo extender y retraer, así tengo un arma arrojadiza que puedo utilizar cuerpo a cuerpo y con la que puedo hacer bastantes filigranas.
Shanise tomó aire, como si llevase media hora hablando. Pero en realidad, sólo habían pasado unos minutos.
—Bien, y después de haberos contado todos mis secretos, más vale que os vayáis a dormir. No tenemos todo el día. —Señaló a las camas, detrás de ellos.
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