22/09/2017, 09:57
Akame se dio cuenta de que no sabía los nombres de los chunin de la entrada, pero pronto se dio cuenta, también de que tampoco se trataba de los mismos guardias que habían estado allí por la mañana. Incluso en el mundo ninja, lleno de crueldades, los shinobi se tomaban muy en serio los turnos rotativos, al parecer.
—Buenas noches, Akame-san. ¿Ha venido Datsue-san contigo? —preguntó uno de ellos, regordte y con aspecto amistoso.
—Sennochi-kun, mira. Allí viene. —Su compañero, un muchacho no mucho más mayor que Akame, señaló hacia la derecha. Por allá se acercaba Datsue, efectivamente.
—Pasad, por favor. Zoku-sama ya os está esperando.
Los chunin les dieron paso. Volvieron a subir las escaleras. Cuando estaban a punto de abrir la puerta de Zoku, escucharon en lo más profundo de sí una risa, una risa aguda y chillona que les puso los pelos de punta.
—Oh, vamos. Lo estoy deseando...
Zoku, al otro lado de la puerta, les abrió.
—¿Y esa cara de susto? —preguntó—. Vamos, pasad. —Les apremió.
Sus camas ya estaban preparadas. Zoku había trasladado uno de los sillones del salón frente a ellas, supusieron que para estar más cómodo.
—Es hora de dormir. Tumbáos en la cama y cerrad los ojos.
Era, quizás, la orden más rara que les habían dado nunca.
Cuando la cumplieron, Zoku realizó unos sellos manuales y pronunció, alto y claro:
—Nehan Shōja no Jutsu.
Unos segundos después, los Uchiha estaban durmiendo.
Se encontraban tumbados en el suelo, en una gran sala cuadrada. Estaban tumbados sobre el agua, pero apenas cubría tres dedos. Más abajo había arena, como la de una playa... o la de un desierto. Allá, con el runrún del agua y las goteras que de vez en cuando dejaban caer alguna gota perdida desde el techo, casi se podría decir que se estaba perfectamente relajado.
Hasta que, por supuesto, escucharon de nuevo la risa. Y esta vez, hizo que tuvieran que taparse los oídos.
Cuando acabó, escucharon la voz.
—¡JAAAÁ! Me atrapó como una rata, y os atrapó a vosotros como a unas ratas —dijo—. ¿No consideráis humillante lo que os ha hecho? Un honor, pfffft. ¡Os ha atado a él! O eso cree.
Si alzaban la mirada, lo verían: aquél gigantesco tanuki atado en la pared como si fuera un simple trofeo de caza. Tenía las manos, los pies y la gigantesca cola atadas por múltiples anillas metálicas a la pared.
—Cree que tiene que tener un bijuu o las demás aldeas serán más fuertes que él. Confía en la fuerza de alguien como yo —que, desde luego, es TREMENDAMENTE poderoso, ahí le doy la razón—, porque no confía en su propia fuerza. ¡JAAAAAÁ!
»En el fondo, es un cobarde. Un puto cobarde con complejos que sólo quiere forzar a los demás a obedecerle, en lugar de ganarse su afecto y su respeto como un buen líder.
Otra risa desternillante.
—Y va y me ata aquí. ¡Y os ata con un Fuuinjutsu de pacotilla, primitivo, vomitivo! No se le ocurre otra cosa que intentar ataros con un Fuuinjutsu a VOSOTROS, que sois MIS JINCHUURIKI, ¡JAAAAAAÁ!.
»Lo sabéis, ¿verdad? ¿Sabéis que os puede estar mintiendo, no? Con todo ese plan elaborado, ¿cómo es que un tío así no sería capaz de haberos mentido desde el principio? ¿Tan mala persona parecía Gouna?
»¡AKAME! ¿Tan pronto has olvidado a Shiona? Te ha costado muy poco traicionar a la memoria de Haskoz-kun, ¿eh? —se cebó.
»¡DATSUE! ¿Cuándo has pedido tú esto? ¿Cómo has podido permitirlo, por otra parte? Eras la persona más libre de Oonindo, y ahora... Estás esclavizado. Atado. Él es ahora tu dueño.
Rio.
—Pero os diré una cosa... Os diré una cosa. Esto no tiene por qué ser así, ¿sabéis? —dijo—. Os puedo dar poder. ¿Sabéis eso? El poder que tanto ama Zoku. Y que tanto teme.
»Porque, ¿sabéis qué? Ese sello os lo ha puesto porque os tiene miedo. ¿Qué es lo bueno para Uzushiogakure? ¡¡JAAAAÁ!! Menuda cláusula trampa. ¿Lo bueno, según él? ¿Según vosotros? No lo ha especificado. Os quiere con miedo a cagarla. A cada paso. ¿Lo bueno para Uzushiogakure era matar a Gouna y romper la paz que se había sembrado en Oonindo durante más de cien años?
»¡¡JAAAAAAAÁ!!
Les clavó una larga mirada.
—La cuestión es, que yo puedo romper ese sello —sentenció—. Zoku no es más que un novato para mí. Lo puedo romper. Lo puedo destruir. Y puedo destruirlo a él. Volveríais a ser libres.
»Lo podemos hacer aquí y ahora.
—Buenas noches, Akame-san. ¿Ha venido Datsue-san contigo? —preguntó uno de ellos, regordte y con aspecto amistoso.
—Sennochi-kun, mira. Allí viene. —Su compañero, un muchacho no mucho más mayor que Akame, señaló hacia la derecha. Por allá se acercaba Datsue, efectivamente.
—Pasad, por favor. Zoku-sama ya os está esperando.
Los chunin les dieron paso. Volvieron a subir las escaleras. Cuando estaban a punto de abrir la puerta de Zoku, escucharon en lo más profundo de sí una risa, una risa aguda y chillona que les puso los pelos de punta.
—Oh, vamos. Lo estoy deseando...
Zoku, al otro lado de la puerta, les abrió.
—¿Y esa cara de susto? —preguntó—. Vamos, pasad. —Les apremió.
Sus camas ya estaban preparadas. Zoku había trasladado uno de los sillones del salón frente a ellas, supusieron que para estar más cómodo.
—Es hora de dormir. Tumbáos en la cama y cerrad los ojos.
Era, quizás, la orden más rara que les habían dado nunca.
Cuando la cumplieron, Zoku realizó unos sellos manuales y pronunció, alto y claro:
—Nehan Shōja no Jutsu.
Unos segundos después, los Uchiha estaban durmiendo.
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Se encontraban tumbados en el suelo, en una gran sala cuadrada. Estaban tumbados sobre el agua, pero apenas cubría tres dedos. Más abajo había arena, como la de una playa... o la de un desierto. Allá, con el runrún del agua y las goteras que de vez en cuando dejaban caer alguna gota perdida desde el techo, casi se podría decir que se estaba perfectamente relajado.
Hasta que, por supuesto, escucharon de nuevo la risa. Y esta vez, hizo que tuvieran que taparse los oídos.
Cuando acabó, escucharon la voz.
—¡JAAAÁ! Me atrapó como una rata, y os atrapó a vosotros como a unas ratas —dijo—. ¿No consideráis humillante lo que os ha hecho? Un honor, pfffft. ¡Os ha atado a él! O eso cree.
Si alzaban la mirada, lo verían: aquél gigantesco tanuki atado en la pared como si fuera un simple trofeo de caza. Tenía las manos, los pies y la gigantesca cola atadas por múltiples anillas metálicas a la pared.
—Cree que tiene que tener un bijuu o las demás aldeas serán más fuertes que él. Confía en la fuerza de alguien como yo —que, desde luego, es TREMENDAMENTE poderoso, ahí le doy la razón—, porque no confía en su propia fuerza. ¡JAAAAAÁ!
»En el fondo, es un cobarde. Un puto cobarde con complejos que sólo quiere forzar a los demás a obedecerle, en lugar de ganarse su afecto y su respeto como un buen líder.
Otra risa desternillante.
—Y va y me ata aquí. ¡Y os ata con un Fuuinjutsu de pacotilla, primitivo, vomitivo! No se le ocurre otra cosa que intentar ataros con un Fuuinjutsu a VOSOTROS, que sois MIS JINCHUURIKI, ¡JAAAAAAÁ!.
»Lo sabéis, ¿verdad? ¿Sabéis que os puede estar mintiendo, no? Con todo ese plan elaborado, ¿cómo es que un tío así no sería capaz de haberos mentido desde el principio? ¿Tan mala persona parecía Gouna?
»¡AKAME! ¿Tan pronto has olvidado a Shiona? Te ha costado muy poco traicionar a la memoria de Haskoz-kun, ¿eh? —se cebó.
»¡DATSUE! ¿Cuándo has pedido tú esto? ¿Cómo has podido permitirlo, por otra parte? Eras la persona más libre de Oonindo, y ahora... Estás esclavizado. Atado. Él es ahora tu dueño.
Rio.
—Pero os diré una cosa... Os diré una cosa. Esto no tiene por qué ser así, ¿sabéis? —dijo—. Os puedo dar poder. ¿Sabéis eso? El poder que tanto ama Zoku. Y que tanto teme.
»Porque, ¿sabéis qué? Ese sello os lo ha puesto porque os tiene miedo. ¿Qué es lo bueno para Uzushiogakure? ¡¡JAAAAÁ!! Menuda cláusula trampa. ¿Lo bueno, según él? ¿Según vosotros? No lo ha especificado. Os quiere con miedo a cagarla. A cada paso. ¿Lo bueno para Uzushiogakure era matar a Gouna y romper la paz que se había sembrado en Oonindo durante más de cien años?
»¡¡JAAAAAAAÁ!!
Les clavó una larga mirada.
—La cuestión es, que yo puedo romper ese sello —sentenció—. Zoku no es más que un novato para mí. Lo puedo romper. Lo puedo destruir. Y puedo destruirlo a él. Volveríais a ser libres.
»Lo podemos hacer aquí y ahora.
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