Este foro utiliza cookies
Este foro utiliza cookies para guardar tu información de inicio de sesión si estás registrado, y tu última visita si no lo estás. Las cookies son pequeños documentos de texto guardados en tu ordenador; las cookies establecidas por este foro sólo pueden ser utilizadas en este mismo sitio y no poseen riesgos de seguridad. Las cookies de este foro también llevan un registro de los temas que has leído y cuándo fue la última vez que los leíste. Los administradores NO tienen acceso a esta información, sólo TU NAVEGADOR. Por favor confirma si aceptas el establecimiento de estas cookies.

Se guardará una cookie en tu navegador sea cual sea tu elección para no tener que hacerte esta pregunta otra vez. Podrás cambiar tus ajustes sobre cookies en cualquier momento usando el link en el pie de página.
Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#86
—No —respondió Kokuō, y una parte de Ayame ya se esperaba aquella negativa. Aunque eso no lo hizo menos angustioso—. No puedes decirles nada. Este enemigo no es de su mundo. Es del nuestro. Nosotras tenemos que acabar con la amenaza.

Ella entrecerró los ojos ligeramente, pero al final acabó por inclinar la cabeza en un asentimiento.

—Está bien...

Kokuō continuó hablando acerca de las intenciones de Warau. Cómo había intentado crear una técnica que subyugara a todas las criaturas vivientes del planeta para disponer de ellas como sus meras marionetas. Muy propio de alguien como él. Cómo falló en su intento. Cómo encontró el Amuleto del Reinicio, que le permitía destruir la realidad a su antojo cuando las cosas no salían como él esperaba y crear un nuevo mundo. Un mundo reiniciado. Sin embargo, para hacerlo se requería de una gran capacidad de concentración. Y Warau no tenía esa paciencia, por lo que siempre acababa creando mundos con desperfectos. Mundos en los que acababan reencarnándose una y otra vez, aunque no tuvieran recuerdos de sus vidas pasadas. Sin embargo, en aquella ocasión, ni siquiera había logrado borrar su presencia ni la memoria de Kokuō. Aquello sería una buena noticia, si no fuera por lo que estaba en riesgo: un par de reinicios más y el mundo desaparecería para siempre. Por eso tenían que acabar con él antes de que lograra absorber los hilos de chakra que él mismo había sembrado para llegar a realizar su demencial técnica y antes de que tuviera la oportunidad de volver a utilizar el Amuleto del Reinicio.

Ayame chasqueó la lengua con cierto pesar. Había demasiadas cosas en juego. Demasiadas.

Y su mente vagó hacia el resto de compañeros de aquella aventura. Yota-sama, el Kazekage de la antigua Sunagakure y Jinchūriki de Gyūki, Uchiha Akame, el misterioso shinobi de la misma aldea... ¿Habrían conseguido ellos salvar sus hilos?

Le hubiese gustado preguntárselo a Kokuō. Pero un repentino silbido la arrancó de allí.



. . .



Abrió los ojos, con la lluvia aún empapando su rostro, devuelta a la realidad. Y entonces sintió una presencia junto a ella. Rápida como una saeta, Ayame se retiró y, con un único movimiento de muñeca, desplegó el kunai que llevaba sujeto al mecanismo oculto de su brazo derecho.

Sin embargo, la persona que se encontraba allí no era ninguna amenaza.

—¡Ay! ¡Lo siento, Moputa-san! —se disculpó, volviendo a guardar el frío metal bajo su manga e inclinó el cuerpo en una profunda reverencia. Después esbozó una sonrisa nerviosa—. Lo siento... se me había ido el santo al cielo y no te había sentido acercarte... Pero será mejor que nos demos prisa, vamos, Panize-senpai nos llama.

Se dio la vuelta y, junto a su compañero, volvió a meterse en la tienda.

—Bien, muchachos. Recojan las cosas. Partiremos hacia nuestro destino. Preparáos bien, haced todas las cosas que tengáis que hacer, con vuestras armas, hilos shinobi y técnicas —advirtió—. Puede que luego no tengáis tiempo.

Ayame inclinó la cabeza y tomó su portaobjetos. Desplegó las armas sobre una de las camas y comenzó su labor. Su arsenal no era tan grande ni tan diverso como lo fue en su momento. Iba a echar mucho de menos su arco y su Fūma Shuriken... por no hablar de sus técnicas de hielo. Pero de alguna manera tendría que apañárselas. Con meticulosa prestreza, tomó cuatro shuriken de los cinco que tenía y les ató hilo ninja dos a dos, para después enrollar el sello explosivo en torno al mano del kunai. Se afianzó la bandana sobre el brazo, el portaobjetos en torno a la pierna y se aseguró de que el mecanismo oculto que escondía bajo la manga derecha estuviera bien sujeto.

—Estoy lista.



. . .



Sus pasos chapoteaban entre los eternos charcos que inundaban la Ciudad Fantasma. Caminaban hacia su destino. Hacia el hilo verde que se apreciaba a lo lejos. Hacia los brazos de Warau.

Ayame apretó uno de sus puños. Warau... el experto marionetista, capaz de controlar hasta tus propios sentimientos... El mismo Warau cuyas palabras emponzoñaron su alma con la noticia de la supuesta muerte de Daruu y provocaron que perdiera el control como Jinchūriki y acabara destruyendo la Academia Ninja de Kirigakure... Warau... el mismo Warau que la salvó del ataque mortal de Taiho. En aquel momento le había llegado a decir que le debía una... Antes de conocer que había mandado a Mokuzai para que asesinara a su hermano y terminara exiliándose de la aldea antes de que su padre pudiera acabar con él de una vez.

Warau... La Risa...

—Por cierto, Ayame. Señorita —escuchó la voz de Kokuō en su interior—. Quiero que sepa... Que el tiempo que pasé con usted después de que decidiera colaborar con usted fue... muy apacible. Esta será nuestra última batalla juntas. En cierto modo...

A Ayame se le cerró la garganta de la congoja. Iba a preguntar a qué se refería, pero una parte de ella conocía la respuesta.

«Pase lo que pase, me alegro mucho de haberte conocido, Kokuō-san. Sólo lamento no haber logrado que consiguieras la libertad, de algún modo...»

Alzó la mirada, siguiendo los pasos de Mogura y Shanise. La suerte ya estaba echada. Ahora tenían que salvar el mundo, tal y como lo conocían.

«Espero que todo vaya bien... Si no...»
[Imagen: kQqd7V9.png]
Sprite por Karvistico.


—Habitación de Ayame: Link

No respondo dudas por MP.
Responder


Mensajes en este tema
RE: (S) Los hilos del mundo: tercer hilo - por Aotsuki Ayame - 22/09/2017, 10:21


This forum uses Lukasz Tkacz MyBB addons.