22/09/2017, 11:43
El torrente de agua dio con el cuerpo de Yota, lo envolvió y lo arroyó como un simple muñeco de trapo. Lo arrastró varios metros más allá, y allí quedó tendido sobre la madera del campo de combate.
Ayame observaba la escena entre profundos jadeos, con las manos apoyadas en las rodillas pero poniendo todo su esfuerzo en no apartar la mirada de su oponente por si volvía a levantarse de nuevo para arremeter contra ella. Pero aquello no pasó. Yota se quedó allí tirado, y al cabo de varios segundos, el público estalló en sonoros vítores.
«¿Lo... Lo he conseguido?» Se preguntó, y un súbito sentimiento de orgullo aleteó en su pecho como un pajarillo inquieto. «¿De verdad he llegado a la final?»
Se reincorporó en toda su estatura y se acercó a su contrincante. Efectivamente, Yota estaba inconsciente, pero Ayame le dedicó una profunda reverencia de respeto.
—Ha sido un honor luchar contra ti, Yota-san —le dijo, antes de darse media vuelta, dedicar una última reverencia a su Arashikage y regresar a la puerta por la que había salido.
Por el camino, no pudo evitar esbozar una mueca de dolor. Con el bajón de la adrenalina, el dolor de las heridas volvía a alzarse como la marea. Y el martillazo que había recibido en las piernas fue lo que más acusó.
«Maldita sea, qué fuerza...»
Definitivamente, mantener la distancia había sido una buena idea. Aunque no había logrado salir precisamente impune, sí había conseguido evadir la mayoría de los golpes y, lo más importante, aquella terrorífica técnica de Raiton. No quería ni pensar lo que habría sido de ella si su oponente hubiera sido más rápido...
Pero lo había hecho. Había llegado a la final. Y ahora sólo le quedaba dar el último paso para cumplir la promesa que le había hecho a su padre.
Ayame observaba la escena entre profundos jadeos, con las manos apoyadas en las rodillas pero poniendo todo su esfuerzo en no apartar la mirada de su oponente por si volvía a levantarse de nuevo para arremeter contra ella. Pero aquello no pasó. Yota se quedó allí tirado, y al cabo de varios segundos, el público estalló en sonoros vítores.
«¿Lo... Lo he conseguido?» Se preguntó, y un súbito sentimiento de orgullo aleteó en su pecho como un pajarillo inquieto. «¿De verdad he llegado a la final?»
Se reincorporó en toda su estatura y se acercó a su contrincante. Efectivamente, Yota estaba inconsciente, pero Ayame le dedicó una profunda reverencia de respeto.
—Ha sido un honor luchar contra ti, Yota-san —le dijo, antes de darse media vuelta, dedicar una última reverencia a su Arashikage y regresar a la puerta por la que había salido.
Por el camino, no pudo evitar esbozar una mueca de dolor. Con el bajón de la adrenalina, el dolor de las heridas volvía a alzarse como la marea. Y el martillazo que había recibido en las piernas fue lo que más acusó.
«Maldita sea, qué fuerza...»
Definitivamente, mantener la distancia había sido una buena idea. Aunque no había logrado salir precisamente impune, sí había conseguido evadir la mayoría de los golpes y, lo más importante, aquella terrorífica técnica de Raiton. No quería ni pensar lo que habría sido de ella si su oponente hubiera sido más rápido...
Pero lo había hecho. Había llegado a la final. Y ahora sólo le quedaba dar el último paso para cumplir la promesa que le había hecho a su padre.