22/09/2017, 23:44
Como casi todos los días últimamente, Haru acababa su entrenamiento y se ponía manos a la obra con su mayor pasatiempo, pues no tenía muchas cosas más para hacer, y para ello se dirigía al lugar donde siempre podía encontrar tranquilidad y donde refrescarse entre tanto calor, de seguro no había estado en otro lugar tanto tiempo como en ese, al menos desde que había llegado a los dojos.
Sus manos se movían suavemente y con precisión entre los vértices de la madera, moldeando de a poco y sin prisa, dándole con cada pasada de la gubia una forma más definida, podía estar horas y horas haciéndolo y no se cansaría, pero había un límite en el tiempo que lo hacía, ya que si lo hacía por mucho, siempre terminaba cometiendo un error, por lo que decidió dejar para luego la pieza de madera, y guardarla en su mochila junto a sus herramientas.
El joven ahora se paseaba por las orillas del lago, pateando el agua que mojaba sus pies para aplacar un poco la monotonía, su bandana, como siempre, relucía impecable sobre su frente, evitando que sus cabellos le molestaran, no solía pensar mucho en esos ratos, ya que en esos paseos donde se relajaba era donde solía encontrar la inspiración para su arte, pero esta vez no lo haría, pues otro tipo de arte había llamado su atención, específicamente una melodía producida por cuerdas había llegado hasta sus oídos, no solía escuchar esa clase de cosas por ahí cerca, y debía admitirlo, a Haru siempre le había fascinado la música, aunque nunca se había atrevido a intentar aprender, después de todo tocar un instrumento era algo que necesitaba de mucho tiempo práctica, y a pesar de que podía invertirlo, él había preferido perfeccionarse en el arte de tallar la madera.
Haru se acercó hasta el lugar donde provenía el sonido, el cual no estaba muy lejos, ahí se encontraba un muchacho de cabello negro con el instrumento, parecía algo irritado, pero aun así seguía colocando los acordes en su sitio, produciendo un sonido que no parecía concordar con su estado de ánimo, Datsue de seguro no sabría quién era él, pero Haru si sabía quién era Datsue, podía reconocer a todos los Uzureños que habían participado del torneo, aunque no conocía a ninguno en profundidad.
Siempre solía concentrarse mejor en presencia de alguna melodía, y su gubia parecía moverse y moldear con naturalidad, como si lo armonioso de las notas guiara sus manos para realizar sus mejores figuras, por lo que a pesar de que lo pensó varias veces, decidió acercarse a su compatriota.
─ Eh, di-disculpe que lo interrumpa Datsue-san, ¿l-le molesta si me siento por aquí? Es que escuche el shamisen y no pude evitar acercarme─ su voz, como siempre, sonaba temblorosa y muy despacio, y sus ojos nunca se centraban en quien tenía en frente, era una mala costumbre que siempre solía tener al momento de dirigir la palabra hacia alguien, le costaba horrores el tener que expresarse ante un desconocido, aunque tampoco había mucha diferencia si se tratase de un conocido.
Sus manos se movían suavemente y con precisión entre los vértices de la madera, moldeando de a poco y sin prisa, dándole con cada pasada de la gubia una forma más definida, podía estar horas y horas haciéndolo y no se cansaría, pero había un límite en el tiempo que lo hacía, ya que si lo hacía por mucho, siempre terminaba cometiendo un error, por lo que decidió dejar para luego la pieza de madera, y guardarla en su mochila junto a sus herramientas.
El joven ahora se paseaba por las orillas del lago, pateando el agua que mojaba sus pies para aplacar un poco la monotonía, su bandana, como siempre, relucía impecable sobre su frente, evitando que sus cabellos le molestaran, no solía pensar mucho en esos ratos, ya que en esos paseos donde se relajaba era donde solía encontrar la inspiración para su arte, pero esta vez no lo haría, pues otro tipo de arte había llamado su atención, específicamente una melodía producida por cuerdas había llegado hasta sus oídos, no solía escuchar esa clase de cosas por ahí cerca, y debía admitirlo, a Haru siempre le había fascinado la música, aunque nunca se había atrevido a intentar aprender, después de todo tocar un instrumento era algo que necesitaba de mucho tiempo práctica, y a pesar de que podía invertirlo, él había preferido perfeccionarse en el arte de tallar la madera.
Haru se acercó hasta el lugar donde provenía el sonido, el cual no estaba muy lejos, ahí se encontraba un muchacho de cabello negro con el instrumento, parecía algo irritado, pero aun así seguía colocando los acordes en su sitio, produciendo un sonido que no parecía concordar con su estado de ánimo, Datsue de seguro no sabría quién era él, pero Haru si sabía quién era Datsue, podía reconocer a todos los Uzureños que habían participado del torneo, aunque no conocía a ninguno en profundidad.
Siempre solía concentrarse mejor en presencia de alguna melodía, y su gubia parecía moverse y moldear con naturalidad, como si lo armonioso de las notas guiara sus manos para realizar sus mejores figuras, por lo que a pesar de que lo pensó varias veces, decidió acercarse a su compatriota.
─ Eh, di-disculpe que lo interrumpa Datsue-san, ¿l-le molesta si me siento por aquí? Es que escuche el shamisen y no pude evitar acercarme─ su voz, como siempre, sonaba temblorosa y muy despacio, y sus ojos nunca se centraban en quien tenía en frente, era una mala costumbre que siempre solía tener al momento de dirigir la palabra hacia alguien, le costaba horrores el tener que expresarse ante un desconocido, aunque tampoco había mucha diferencia si se tratase de un conocido.
- Hablo-
<<Pienso>>