24/09/2017, 12:51
Mogura corrió a través del polvo y del terror. No estaba claro cual de las dos cosas era más densa.
Allá al fondo vio la figura de Shanise, en el hueco entre dos edificios altísimos. Se trataba de un callejón. La mujer respiraba con dificultad, y estaba sangrando profusamente. Quizás le quedaran sólo un par de minutos de vida si no recibía la atención médica urgente que necesitaba.
El médico corrió en su auxilio, pero cuando tan sólo estaba a diez metros de la entrada del callejón, la pared frontal de ambos edificios se derrumbó hacia los lados, dejando una montaña increíble de rocas, tuberías rotas y afiladas y hormigón. Era demasiado alta como para saltarla, y la superficie era demasiado irregular como para escalarla con el chakra.
El edificio de la izquierda daba a unos baños, pero el derecho revelaba, a través de la pared que se había derrumbado, un largo pasillo con puertas a la derecha. No a la izquierda, que era donde se suponía que el enorme coloso de hormigón daba a la callejuela con su paciente.
¿Saben? Dicen que no hay obstáculos que un médico no pueda superar si se trata de un asunto de vida o muerte.
—¡NO PUEDES CONTROLAR AL AGUA! —Warau sonrió.
Ayame golpeó el suelo con las cinco colas de la capa de chakra para impulsarse hacia Warau a toda velocidad. Warau intentó cubrirse con las manos en cruz, esperando un golpe, pero recibió en su lugar un brazo de chakra que lo sujetó y lo zarendeó hacia el suelo con todas sus fuerzas.
Los dedos de chakra se cerraron en torno a algo y lo arrojaron hacia el suelo. Ayame cargó chakra y lo lanzó hacia Warau en forma de un laser que impactó sobre el hormigón, hundió la tierra y creó un pozo de cien metros de profundidad. El ataque levantó el agua del subsuelo. Un géiser enorme de agua salio al exterior, golpeando a Ayame —sin causarle prácticamente ningún daño— y empezando a inundar de agua la calle, poco a poco.
La muchacha aterrizó a unos metros del géiser, y entonces vio lo que el agua había expulsado del agujero. No era Warau. Era...
...un simple trozo de tubería oxidada. Un reemplazo.
—Gogyō Fūin —pronunció una voz a sus espaldas, y una mano la golpeó justo entre los omóplatos—. Da la casualidad de que puedo controlarte, querida. Kishishishishi.
Ayame sintió como hasta la última gota de energía adicional que le había proporcionado Kokuo se escapó de su cuerpo a la velocidad del rayo. Volvió a ser ella misma una vez más, sin nada más que sus habilidades. Y el mundo a su alrededor se apagó.
Warau se acercó a la chiquilla y la cogió del pelo, dándole la vuelta.
—Tantas veces has estado en mi camino, y aún así no puedo matarte —dijo—. ¿Por qué?
»Oh, pero hay algo que sí que puedo hacer contigo. Algo que nunca se me dejó hacer. Voy a JUGAR. ¡KISHISHISHI!
Cuando despertó, Ayame estaba atada entre un par de pilares de hormigon con unos hilos de chakra que rodeaban todo su cuerpo. Fue la corriente eléctrica que los atravesaba y que recorría su cuerpo, débil pero dolorosa, la que la despertó, de hecho.
—Buenos días, princesaaa, kishishishi.
»¿A qué jugamos hoy?
Warau acercó la punta del senbon a su ojo izquierdo.
—¿Debería pincharte los ojos, así, despacito? ¿O debería jugar con tu pequeño y frágil cuerpo de niñita...? —Se relamió.
»Pero antes, prefiero oír tu risa. ¿Sabes? La gente dice que mi risa les infunde desconfianza, miedo. Nunca entiendo por qué. Adopté ese nombre por mi risa, como tú bien sabrás. Cierto día, se me ocurrió: "oye, Warau, ¿y por qué no haces reír a los demás? Así tu nombre adoptará otro significado".
De nuevo, aquella risa estridente, mientras se alejaba un poco. Se dio la vuelta y extendió las manos hacia ella. Unos hilos de chakra se clavaron en las axilas, en el interior de los muslos, se metieron en sus zapatos, por debajo de la ropa, en la espalda.
—Luego recordé que mi oficio era el de torturador. Y se me ocurrió una aplicación práctica de ese... concepto.
Entonces, empezó a sentir cosquillas en todos esos puntos. Pero estaba completamente atada, por lo que no podía moverse. Ayame rio. Ayame rio. Ayame rio y rio y rio y rio...
...y sufrió.
Allá al fondo vio la figura de Shanise, en el hueco entre dos edificios altísimos. Se trataba de un callejón. La mujer respiraba con dificultad, y estaba sangrando profusamente. Quizás le quedaran sólo un par de minutos de vida si no recibía la atención médica urgente que necesitaba.
El médico corrió en su auxilio, pero cuando tan sólo estaba a diez metros de la entrada del callejón, la pared frontal de ambos edificios se derrumbó hacia los lados, dejando una montaña increíble de rocas, tuberías rotas y afiladas y hormigón. Era demasiado alta como para saltarla, y la superficie era demasiado irregular como para escalarla con el chakra.
El edificio de la izquierda daba a unos baños, pero el derecho revelaba, a través de la pared que se había derrumbado, un largo pasillo con puertas a la derecha. No a la izquierda, que era donde se suponía que el enorme coloso de hormigón daba a la callejuela con su paciente.
¿Saben? Dicen que no hay obstáculos que un médico no pueda superar si se trata de un asunto de vida o muerte.
· · ·
—¡NO PUEDES CONTROLAR AL AGUA! —Warau sonrió.
Ayame golpeó el suelo con las cinco colas de la capa de chakra para impulsarse hacia Warau a toda velocidad. Warau intentó cubrirse con las manos en cruz, esperando un golpe, pero recibió en su lugar un brazo de chakra que lo sujetó y lo zarendeó hacia el suelo con todas sus fuerzas.
Los dedos de chakra se cerraron en torno a algo y lo arrojaron hacia el suelo. Ayame cargó chakra y lo lanzó hacia Warau en forma de un laser que impactó sobre el hormigón, hundió la tierra y creó un pozo de cien metros de profundidad. El ataque levantó el agua del subsuelo. Un géiser enorme de agua salio al exterior, golpeando a Ayame —sin causarle prácticamente ningún daño— y empezando a inundar de agua la calle, poco a poco.
La muchacha aterrizó a unos metros del géiser, y entonces vio lo que el agua había expulsado del agujero. No era Warau. Era...
...un simple trozo de tubería oxidada. Un reemplazo.
—Gogyō Fūin —pronunció una voz a sus espaldas, y una mano la golpeó justo entre los omóplatos—. Da la casualidad de que puedo controlarte, querida. Kishishishishi.
Ayame sintió como hasta la última gota de energía adicional que le había proporcionado Kokuo se escapó de su cuerpo a la velocidad del rayo. Volvió a ser ella misma una vez más, sin nada más que sus habilidades. Y el mundo a su alrededor se apagó.
Warau se acercó a la chiquilla y la cogió del pelo, dándole la vuelta.
—Tantas veces has estado en mi camino, y aún así no puedo matarte —dijo—. ¿Por qué?
»Oh, pero hay algo que sí que puedo hacer contigo. Algo que nunca se me dejó hacer. Voy a JUGAR. ¡KISHISHISHI!
· · ·
Cuando despertó, Ayame estaba atada entre un par de pilares de hormigon con unos hilos de chakra que rodeaban todo su cuerpo. Fue la corriente eléctrica que los atravesaba y que recorría su cuerpo, débil pero dolorosa, la que la despertó, de hecho.
—Buenos días, princesaaa, kishishishi.
»¿A qué jugamos hoy?
Warau acercó la punta del senbon a su ojo izquierdo.
—¿Debería pincharte los ojos, así, despacito? ¿O debería jugar con tu pequeño y frágil cuerpo de niñita...? —Se relamió.
»Pero antes, prefiero oír tu risa. ¿Sabes? La gente dice que mi risa les infunde desconfianza, miedo. Nunca entiendo por qué. Adopté ese nombre por mi risa, como tú bien sabrás. Cierto día, se me ocurrió: "oye, Warau, ¿y por qué no haces reír a los demás? Así tu nombre adoptará otro significado".
De nuevo, aquella risa estridente, mientras se alejaba un poco. Se dio la vuelta y extendió las manos hacia ella. Unos hilos de chakra se clavaron en las axilas, en el interior de los muslos, se metieron en sus zapatos, por debajo de la ropa, en la espalda.
—Luego recordé que mi oficio era el de torturador. Y se me ocurrió una aplicación práctica de ese... concepto.
Entonces, empezó a sentir cosquillas en todos esos puntos. Pero estaba completamente atada, por lo que no podía moverse. Ayame rio. Ayame rio. Ayame rio y rio y rio y rio...
...y sufrió.
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