24/09/2017, 13:26
La mirada de Datsue era como un mensaje escrito en mayúsculas, en amarillo fosforito y brillando de forma intermitente en un letrero de neón sobre su cabeza.
El Uchiha se quedó más pálido de lo que todavía estaba, con los ojos muy abiertos y una gota fría de sudor cayendo por su frente. Akame nunca había sido muy habilidoso a la hora de conversar, y ni siquiera el hecho de que estaba hablando con un titán, un monstruoso ser cuasi divino consiguió afilar su ingenio en esa dirección. «Ya está, aquí termina mi historia...»
Pero no ocurrió nada. Nada, al menos, en ese momento. Luego el Ichibi empezó a hablar otra vez, pero la risa y la burla en su voz se vió sustituida por algo mucho más aterrador; una malicia siseante y venenosa como una serpiente de cascabel. Empezó a intentar convencerles de que Zoku les había traicionado, de que era aquel villano que toda la Aldea había dicho que era. Les pidió que le dejasen salir para ajustar las cuentas con el Uzukage; sólo con el Uzukage, claro. A cada palabra que pronunciaba aquel monstruoso ser, Akame se encogía un poco más de puro terror. Temblaba de arriba a abajo y tenía un nudo en el estómago que le daba unas tremendas ganas de vomitar.
—No... —fue capaz de murmurar, casi de forma ininteligible.
«LA HAS CAGADO»
El Uchiha se quedó más pálido de lo que todavía estaba, con los ojos muy abiertos y una gota fría de sudor cayendo por su frente. Akame nunca había sido muy habilidoso a la hora de conversar, y ni siquiera el hecho de que estaba hablando con un titán, un monstruoso ser cuasi divino consiguió afilar su ingenio en esa dirección. «Ya está, aquí termina mi historia...»
Pero no ocurrió nada. Nada, al menos, en ese momento. Luego el Ichibi empezó a hablar otra vez, pero la risa y la burla en su voz se vió sustituida por algo mucho más aterrador; una malicia siseante y venenosa como una serpiente de cascabel. Empezó a intentar convencerles de que Zoku les había traicionado, de que era aquel villano que toda la Aldea había dicho que era. Les pidió que le dejasen salir para ajustar las cuentas con el Uzukage; sólo con el Uzukage, claro. A cada palabra que pronunciaba aquel monstruoso ser, Akame se encogía un poco más de puro terror. Temblaba de arriba a abajo y tenía un nudo en el estómago que le daba unas tremendas ganas de vomitar.
—No... —fue capaz de murmurar, casi de forma ininteligible.