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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#89
Kōtetsu escucho las sensatas palabras de su compañero, y estuvo de acuerdo en que era mejor regresar antes de que el clima pudiese hacerles una mala jugarreta. Después de todo, aquel lugar ya era bastante hostil en la época de su colonización, y no había motivo para que cientos de años después las cosas fueran distintas.

Sí, creo que ya paseamos lo suficiente —concedió, mientras tiraba de las riendas de su montura para que se pusiera en marcha.

Las criaturas comenzaron a avanzar decididamente, seguras de hacia dónde quedaban los cálidos establos que ahora anhelaban. De a poco se fueron acercando a la periferia de aquel enorme círculo, de a poco la nube de nieve se iba haciendo más cercana, más grande, más oscura… más fría. Adentrarse en aquella aglomeración nevada, densa y rugiente resultaba ser sobrecogedor, pero quedarse allí y esperar a que se dispersara —si es que llegaba a hacerlo— era una idea claramente terrible.

¡Permanece cerca de mi Keisuke-san! —le advirtió a su compañero en cuanto dejaron la solitaria llanura.

Un consejo sensato, aunque un tanto difícil de acatar dadas las circunstancias…

Aquella vastedad de polvo helado y arremolinado lucia hermosa y serena desde el exterior, como el perfecto y sobrenatural retrato de una mujer de las nieves. Pero en su interior demostraba tener una naturaleza caótica y agresiva: el viento, portador de incontables fragmentos hielo pequeños y afilados como agujas, cambiaba constantemente de dirección con una malicia casi humana. El rugir entristecedor y monótono resultaba casi tan desagradable como la poca visibilidad que había allí adentro; pues eran víctimas de una ceguera blanca que apenas les permitía ver que era lo que tenían enfrente.

Aquellos caribúes sobre los que montaban parecían no estar tan afectados por las inclementes condiciones, y aun así se les podía notar cierta incomodidad al tener que avanzar lentamente, tropezando con las distintas irregularidades del terreno. El Hakagurē no pudo evitar sentir un poco de envidia de aquella piel gruesa y cálida, pues sus ropas, pese a estar fabricadas para aquellos climas, resultaban ser verdaderamente ineficientes para las condiciones más extremas. En aquellos momentos comprendía que resultaba mejor estar vestidos como la gente del pueblo, con un montón de pieles gruesas y lana, que como lo hacían los turistas, con prendas excesivamente adornadas y elegantes que fallaban con la primera ventisca que les azotara.

¿Keisuke-san, como estas? —grito a todo pulmón, sintiendo como el aire helado penetraba en ellos y como las agujas de nieve castigaban su piel.

Los renos estaban entrenados por el hombre para dirigirse inexorablemente a su hogar, y yacían condicionados por sus instintos de manada para mantenerse juntos a través de la tempestad. Gracias a ello, su compañero se encontraba cerca, sufriendo tanto como él y más que sus monturas, pero al menos no se perdería.

De pronto, el fiel animal sobre el que andaba Keisuke bajo su velocidad, para luego llevarse un sobresalto y encabritarse hasta que consiguió tumbar al muchacho. Era como si la criatura hubiese tropezado con alguna raíz —como si allí hubiesen arboles— o se hubiera asustado de algo. Pronto, el caribú del de ojos grises se acercó a inspeccionar como estaba su compañero animal. Siguiendo aquel buen ejemplo, el muchacho abandono su montura para acercarse a verificar el estado del pelirrojo luego de aquella gran caída.

¡¿Keisuke-san, estas bien?! —indago con fuerza, para hacerse oír sobre la tormenta.
[Imagen: aab687219fe81b12d60db220de0dd17c.gif]
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RE: La muerte es blanca y tiene los ojos azules - por Hanamura Kazuma - 24/09/2017, 15:13


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