24/09/2017, 20:03
—¡No! Mogura-san... Manase... Debes ayudar a Ayame... Es la jinchuuriki... A Ayame...
La expresión horrorisada de Shanise no tardó en desaparecer al comenzar a sentir los efectos de la palma mística. Mogura era consciente de cual era su objetivo, pero también entendía que la mejor herramienta que tenía para proteger a Ayame era Shanise. Y no podía proteger a la jinchuuriki si dejaba que ella muriese.
—E-espero que... Que no haga ninguna locura. Es sólo una niña.
Solo una niña, haciéndole tiempo peleando sola contra un loco.
»Aunque la hijaputa pega fuerte, eh.
No pudo evitar hacer una mueca de desagrado al imaginarse en la situación de la ANBU, con el golpe de la joven jinchuuriki en el costado.
Por suerte aún tiene que mejorar su puntería...
Se atrevió a decir con un tono serio pero haciendo un comentario un tanto jocoso.
Al cabo de un rato, las heridas de la mujer estarían curadas, el peligro de muerte volvería a ser un concepto ligado a la naturaleza de la situación. Las heridas habían sido atendidas y un vendaje habría sido aplicado, con eso, Shanise podría volver a pelear pero una atención más apropiada sería necesaria más tarde.
Asistió a su superior cuando se intentaba poner de pie cuando de repente se escuchó el estruendo.
«¡Aotsuki-san!»
No pudo evitar pensar.
—¡¡Mierda!! ¿Qué ha sido eso? ¡Ayame!
Sintió el tirón y no tardó mucho más en darse a la carrera junto a la kunoichi. No hubo más derrumbes por suerte y la entrada que había fabricado aún seguía siendo útil a los propósitos del muchacho. Sin perder tiempo alguno, la dupla se dirigiría en dirección a la fuente de aquel poderoso estruendo.
¡¿Qué...?!
Soltó cuando se detuvo en un momento al ver la enorme bestia zorruna armada con una espada de frente a... El Gobi. Una criatura cuadrúpeda con un cuerpo parecido al de un caballo y una cabeza que recordaba a alguna especie cetácea pero con cuernos, lo que sin duda alguna hacía que aquella bestia fuese inconfundible eran sus colas, cinco colas.
Su expresión, que denotaba clara sorpresa, esbozó una mueca de temor al pensar en lo que eso significaba.
«¿Está Aotsuki-san...?»
¿Qué había pasado con Ayame? ¿Había muerto o qué?
«¿Acaso no lo logró?»
Su pulso tembló un momento y solo fue interrumpido cuando aquel zorro atacó con su katana al cuadrúpedo, iniciando la batalla entre colosos. Shanise y Mogura en ese momento se volverían espectadores a menos que tuviesen la capacidad de intervenir.
El joven médico tragó saliva y apretando los puños miró a su superior.
Shanise-san, el hilo. ¿Será posible sellarlo en este momento?
El Gobi estaba liberado para bien y para mal, a pesar de las posibilidades estúpidamente bajas, había vuelto a la Ciudad Fantasma. Y estaba peleando contra un zorro gigante. A menos que la mujer pudiese ponerse a la altura de la contienda, la idea de aprovechar el combate para sellar el hilo podría llegar a sonar como una buena idea.
Aotsuki Ayame podría haber caído para nada de lo contrario.
La expresión horrorisada de Shanise no tardó en desaparecer al comenzar a sentir los efectos de la palma mística. Mogura era consciente de cual era su objetivo, pero también entendía que la mejor herramienta que tenía para proteger a Ayame era Shanise. Y no podía proteger a la jinchuuriki si dejaba que ella muriese.
—E-espero que... Que no haga ninguna locura. Es sólo una niña.
Solo una niña, haciéndole tiempo peleando sola contra un loco.
»Aunque la hijaputa pega fuerte, eh.
No pudo evitar hacer una mueca de desagrado al imaginarse en la situación de la ANBU, con el golpe de la joven jinchuuriki en el costado.
Por suerte aún tiene que mejorar su puntería...
Se atrevió a decir con un tono serio pero haciendo un comentario un tanto jocoso.
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Al cabo de un rato, las heridas de la mujer estarían curadas, el peligro de muerte volvería a ser un concepto ligado a la naturaleza de la situación. Las heridas habían sido atendidas y un vendaje habría sido aplicado, con eso, Shanise podría volver a pelear pero una atención más apropiada sería necesaria más tarde.
Asistió a su superior cuando se intentaba poner de pie cuando de repente se escuchó el estruendo.
«¡Aotsuki-san!»
No pudo evitar pensar.
—¡¡Mierda!! ¿Qué ha sido eso? ¡Ayame!
Sintió el tirón y no tardó mucho más en darse a la carrera junto a la kunoichi. No hubo más derrumbes por suerte y la entrada que había fabricado aún seguía siendo útil a los propósitos del muchacho. Sin perder tiempo alguno, la dupla se dirigiría en dirección a la fuente de aquel poderoso estruendo.
¡¿Qué...?!
Soltó cuando se detuvo en un momento al ver la enorme bestia zorruna armada con una espada de frente a... El Gobi. Una criatura cuadrúpeda con un cuerpo parecido al de un caballo y una cabeza que recordaba a alguna especie cetácea pero con cuernos, lo que sin duda alguna hacía que aquella bestia fuese inconfundible eran sus colas, cinco colas.
Su expresión, que denotaba clara sorpresa, esbozó una mueca de temor al pensar en lo que eso significaba.
«¿Está Aotsuki-san...?»
¿Qué había pasado con Ayame? ¿Había muerto o qué?
«¿Acaso no lo logró?»
Su pulso tembló un momento y solo fue interrumpido cuando aquel zorro atacó con su katana al cuadrúpedo, iniciando la batalla entre colosos. Shanise y Mogura en ese momento se volverían espectadores a menos que tuviesen la capacidad de intervenir.
El joven médico tragó saliva y apretando los puños miró a su superior.
Shanise-san, el hilo. ¿Será posible sellarlo en este momento?
El Gobi estaba liberado para bien y para mal, a pesar de las posibilidades estúpidamente bajas, había vuelto a la Ciudad Fantasma. Y estaba peleando contra un zorro gigante. A menos que la mujer pudiese ponerse a la altura de la contienda, la idea de aprovechar el combate para sellar el hilo podría llegar a sonar como una buena idea.
Aotsuki Ayame podría haber caído para nada de lo contrario.
Hablo - Pienso