25/09/2017, 10:51
(Última modificación: 25/09/2017, 11:02 por Aotsuki Ayame.)
El choque entre las dos bestias fue brutal. El zorro chilló de dolor cuando los cuernos de Kokuō arremetieron contra su costado y terminó embestido y empujado. En su trayectoria chocó contra varios edificios, que no tardaron en desmoronarse bajo el peso del colosal animal.
Sin embargo, si en algún momento llegaba a creer que con aquello se había terminado todo, estaba muy equivocada. Un súbito pinchazo en el lomo la hizo aullar de dolor y el Gobi se revolvió arqueando el lomo y pateando el suelo con sus cascos, tratando por todos los medios de quitarse de encima aquel inesperado insecto. Una avispa de la que no quería escuchar su risa. Y, por si fuera poco, el zorro volvía a levantarse y abría sus fauces para lanzar una bola de fuego gigantesca hacia ella.
«¡¡Lanza un laser de Bijūdama!! ¡Atravesará al fuego y le daremos en toda la cara! ¡Acabarás con él!»
No necesitó que se lo dijeran dos veces. Abrió sus fauces, y volvió a acumular el chakra positivo y negativo entre los afilados colmillos, y, cuando consiguió la cantidad y el balance adecuado entre ellos, cerró las mandíbulas y cuando ya sentía el abrasador calor del fuego a punto de abrazarla, disparó. El láser atravesó las llamas, que se disiparon a su alrededor sin llegar a tocarla, y dieron de lleno con el zorro, que cayó derrotado con un último chillido que laceró sus oídos sin piedad.
«Después, ¡más vale que vuelvas a tu forma original! Si no, me temo que va a ser muy difícil que no hieras a tus compañeros. Esta vez, nada de ataques apresurados. ¡Y mejor con la versión 1! Así podrás deshacerte en agua si te golpean. ¿De acuerdo?»
Ayame no respondió enseguida. De un momento a otro volvió a su forma humana, envuelta en la primera capa de chakra. Esta era mucho menos concentrada que la segunda que había utilizado al comienzo del combate, no era más que una capa de energía traslúcida que se extendía por detrás de ella y sobre su cabeza formando los esbozos de cinco colas y cuatro cuernos, pero a excepción de otros rasgos ferales del Gobi (como eran los ojos aguamarina, los párpados bañados en sangre y los dientes afilados) aún dejaba sus rasgos a la vista y le permitía conservar sus habilidades de combate.
—Da... dame unos segundos... —suplicó. Y es que, pese a su aspecto salvaje, su cuerpo de niña seguía temblando sin control y las lágrimas seguían rodando por sus mejillas. No podía dejar de recordar la pesadilla por la que acababa de pasar y se sentía aterrorizada y avergonzada a partes iguales. Sollozó, sin poder contenerse. Warau la había manipulado como se le había antojado. Y si Kokuō no la hubiese ayudado... ella... ella...
Sólo al cabo de un par de minutos acudió ligeramente la cabeza, y se enjugó las lágrimas. Tenía mucho miedo, pero no era momento de ponerse a llorar. Warau seguía por ahí, en alguna parte, y sólo era cuestión de tiempo que volviera a por ella.
—¿Estás segura de esto, Kokuō? Conoces mi Suika y ya has visto qué elementos maneja: el Doton y el Raiton, ambas fuertes contra mi elemento. Y por si fuera poco también domina el Fūinjutsu... Si nos vuelve a atrapar con esa técnica... Dudo que tengamos la misma suerte de antes.
Si es que podía llamarlo suerte al ser torturada por aquel loco.
Warau parecía su antítesis. Parecía estar hecho para destruirla a ella... De todas maneras, calló y escuchó con atención mientras sus ojos recorrían ávidos la zona, buscando cualquier sonido que le pudiera indicar dónde se encontraba su enemigo.
Sin embargo, si en algún momento llegaba a creer que con aquello se había terminado todo, estaba muy equivocada. Un súbito pinchazo en el lomo la hizo aullar de dolor y el Gobi se revolvió arqueando el lomo y pateando el suelo con sus cascos, tratando por todos los medios de quitarse de encima aquel inesperado insecto. Una avispa de la que no quería escuchar su risa. Y, por si fuera poco, el zorro volvía a levantarse y abría sus fauces para lanzar una bola de fuego gigantesca hacia ella.
«¡¡Lanza un laser de Bijūdama!! ¡Atravesará al fuego y le daremos en toda la cara! ¡Acabarás con él!»
No necesitó que se lo dijeran dos veces. Abrió sus fauces, y volvió a acumular el chakra positivo y negativo entre los afilados colmillos, y, cuando consiguió la cantidad y el balance adecuado entre ellos, cerró las mandíbulas y cuando ya sentía el abrasador calor del fuego a punto de abrazarla, disparó. El láser atravesó las llamas, que se disiparon a su alrededor sin llegar a tocarla, y dieron de lleno con el zorro, que cayó derrotado con un último chillido que laceró sus oídos sin piedad.
«Después, ¡más vale que vuelvas a tu forma original! Si no, me temo que va a ser muy difícil que no hieras a tus compañeros. Esta vez, nada de ataques apresurados. ¡Y mejor con la versión 1! Así podrás deshacerte en agua si te golpean. ¿De acuerdo?»
Ayame no respondió enseguida. De un momento a otro volvió a su forma humana, envuelta en la primera capa de chakra. Esta era mucho menos concentrada que la segunda que había utilizado al comienzo del combate, no era más que una capa de energía traslúcida que se extendía por detrás de ella y sobre su cabeza formando los esbozos de cinco colas y cuatro cuernos, pero a excepción de otros rasgos ferales del Gobi (como eran los ojos aguamarina, los párpados bañados en sangre y los dientes afilados) aún dejaba sus rasgos a la vista y le permitía conservar sus habilidades de combate.
—Da... dame unos segundos... —suplicó. Y es que, pese a su aspecto salvaje, su cuerpo de niña seguía temblando sin control y las lágrimas seguían rodando por sus mejillas. No podía dejar de recordar la pesadilla por la que acababa de pasar y se sentía aterrorizada y avergonzada a partes iguales. Sollozó, sin poder contenerse. Warau la había manipulado como se le había antojado. Y si Kokuō no la hubiese ayudado... ella... ella...
Sólo al cabo de un par de minutos acudió ligeramente la cabeza, y se enjugó las lágrimas. Tenía mucho miedo, pero no era momento de ponerse a llorar. Warau seguía por ahí, en alguna parte, y sólo era cuestión de tiempo que volviera a por ella.
—¿Estás segura de esto, Kokuō? Conoces mi Suika y ya has visto qué elementos maneja: el Doton y el Raiton, ambas fuertes contra mi elemento. Y por si fuera poco también domina el Fūinjutsu... Si nos vuelve a atrapar con esa técnica... Dudo que tengamos la misma suerte de antes.
Si es que podía llamarlo suerte al ser torturada por aquel loco.
Warau parecía su antítesis. Parecía estar hecho para destruirla a ella... De todas maneras, calló y escuchó con atención mientras sus ojos recorrían ávidos la zona, buscando cualquier sonido que le pudiera indicar dónde se encontraba su enemigo.