25/09/2017, 12:28
(Última modificación: 25/09/2017, 12:50 por Uchiha Akame.)
—Akame...
«Se acabó».
Akame había estado esperando aquel momento. Desde el mismo instante en el que el Ichibi empezó a cantarles sus canciones de poder y libertad, el mayor de los Uchiha supo, muy dentro de su ser, que iban a verse envueltos en una tesitura que podría sacudir los mismos cimientos de la Aldea. Confiaba en su propia determinación, pero Datsue... Datsue era otro cantar. Akame había estado aguardando, temeroso, a que su compañero pronunciase aquellas mismas palabras.
Pese a todo, le dejó hablar, con la cabeza gacha y la mirada fija en el suelo de agua y arena. Sólo cuando terminó, Akame apretó los puños y levantó la mirada hacia su compañero. Su compadre.
—¿Pero qué estás diciendo, Datsue-kun? —le espetó, agarrándole del brazo y susurrando como si el monstruoso bijuu no pudiera oírles—. Uzushio es inestable ahora mismo, ¿y tu solución es matar a la única persona que puede devolvernos la paz? Tan poco que te gusta Zoku, ¿tienes a alguien mejor? ¿Quién es tu candidato, eh?
El Uchiha se dio media vuelta y respiró hondo varias veces. Luego se volteó otra vez.
—Uzukage-sama ya nos advirtió, Datsue-kun. El bijuu intentaría engañarnos. Tú lo oíste tan bien como yo —la desesperación se hacia cada vez más palpable en la voz del joven Akame—. ¿De verdad vas a confiar en... en... en este... demonio, antes que en tu propio Kage?
De repente la voz sibilina y venenosa del Ichibi invadió otra vez la sala, y Akame calló. Otra vez aquellas promesas, otra vez aquellos cuentos de fantasía. Pese a que el mayor de los Uchiha ansiaba el poder tanto como su pariente, estaba agarrándose con uñas y dientes al clavo ardiendo que era su disciplina militar.
Con la cabeza gacha apretó los dientes. Luego alzó la mirada y respondió con cuanta firmeza fue capaz de juntar.
—No soy un traidor, Ichibi.
«Se acabó».
Akame había estado esperando aquel momento. Desde el mismo instante en el que el Ichibi empezó a cantarles sus canciones de poder y libertad, el mayor de los Uchiha supo, muy dentro de su ser, que iban a verse envueltos en una tesitura que podría sacudir los mismos cimientos de la Aldea. Confiaba en su propia determinación, pero Datsue... Datsue era otro cantar. Akame había estado aguardando, temeroso, a que su compañero pronunciase aquellas mismas palabras.
Pese a todo, le dejó hablar, con la cabeza gacha y la mirada fija en el suelo de agua y arena. Sólo cuando terminó, Akame apretó los puños y levantó la mirada hacia su compañero. Su compadre.
—¿Pero qué estás diciendo, Datsue-kun? —le espetó, agarrándole del brazo y susurrando como si el monstruoso bijuu no pudiera oírles—. Uzushio es inestable ahora mismo, ¿y tu solución es matar a la única persona que puede devolvernos la paz? Tan poco que te gusta Zoku, ¿tienes a alguien mejor? ¿Quién es tu candidato, eh?
El Uchiha se dio media vuelta y respiró hondo varias veces. Luego se volteó otra vez.
—Uzukage-sama ya nos advirtió, Datsue-kun. El bijuu intentaría engañarnos. Tú lo oíste tan bien como yo —la desesperación se hacia cada vez más palpable en la voz del joven Akame—. ¿De verdad vas a confiar en... en... en este... demonio, antes que en tu propio Kage?
De repente la voz sibilina y venenosa del Ichibi invadió otra vez la sala, y Akame calló. Otra vez aquellas promesas, otra vez aquellos cuentos de fantasía. Pese a que el mayor de los Uchiha ansiaba el poder tanto como su pariente, estaba agarrándose con uñas y dientes al clavo ardiendo que era su disciplina militar.
Con la cabeza gacha apretó los dientes. Luego alzó la mirada y respondió con cuanta firmeza fue capaz de juntar.
—No soy un traidor, Ichibi.