25/09/2017, 22:43
Los gritos de agonía de Zoku eran como gasolina que bombeaba su corazón, impulsando aquel flujo de energía demoníaca por todas y cada una de sus venas. Akame volvió a rugir otra vez con aquella voz visceral que no era suya, y alzó la vista para ver con todo lujo de detalles cómo la bola de fuego en la que se había convertido el Uzukage desaparecía poco a poco en el cielo nocturno.
Pero todo poder tenía su contraparte. Akame sintió la energía del bijuu irse de la misma forma en la que había llegado y pronto su cuerpo volvió a ser el mismo de siempre. Una tremenda sensación de asco le invadió, como si el hecho de verse atrapado en aquella forma tan simple, tan poco digna del poder que había blandido sólo unos instantes antes le diese ganas de vomitar.
¿O tal vez era el humo? El Uchiha parpadeó varias veces, con los ojos irritados, y se dio cuenta de que todavía estaba en el despacho de Zoku. Y ardía, ardía todo el lugar.
—Cof, cof... Joder... Cof... Hay que largarse... Cof, cof... De aquí —masculló, buscando a su compañero con la mirada.
El Uchiha buscó la ventana que había roto Zoku al ser destruido por su Gōkakyuu conjunto y saltó fuera. Luego intentaría apoyarse en la fachada del edificio y subir, gracias a su caminata vertical, hasta el tejado.
Necesitaba aire fresco.
Akame parpadeó otra vez, restregándose los ojos irritados con una mano, y de repente volvió a notar el tacto suave de la arena en sus pies; la humedad del agua que le cubría hasta los tobillos.
Allí estaba, frente a ellos. La Bestia de Una Cola. El Uchiha le dirigió una mirada larga y cargada de cautela. Aquel monstruo les había dado el poder para matar a un Kage...
«Por todos los dioses...»
... y ahora exigía que le liberasen. Akame estaba demasiado impactado, demasiado aturdido para recordar si esos habían sido los términos finales del acuerdo con el Ichibi. Sólo sabía que liberar al bijuu allí, en medio de Uzushio, sería como firmar la sentencia de muerte de miles de personas. Entre ellas a Koko.
El Uchiha bajó la mirada y calló. De los dos, Datsue era y siempre había sido, el locuaz.
Pero todo poder tenía su contraparte. Akame sintió la energía del bijuu irse de la misma forma en la que había llegado y pronto su cuerpo volvió a ser el mismo de siempre. Una tremenda sensación de asco le invadió, como si el hecho de verse atrapado en aquella forma tan simple, tan poco digna del poder que había blandido sólo unos instantes antes le diese ganas de vomitar.
¿O tal vez era el humo? El Uchiha parpadeó varias veces, con los ojos irritados, y se dio cuenta de que todavía estaba en el despacho de Zoku. Y ardía, ardía todo el lugar.
—Cof, cof... Joder... Cof... Hay que largarse... Cof, cof... De aquí —masculló, buscando a su compañero con la mirada.
El Uchiha buscó la ventana que había roto Zoku al ser destruido por su Gōkakyuu conjunto y saltó fuera. Luego intentaría apoyarse en la fachada del edificio y subir, gracias a su caminata vertical, hasta el tejado.
Necesitaba aire fresco.
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Akame parpadeó otra vez, restregándose los ojos irritados con una mano, y de repente volvió a notar el tacto suave de la arena en sus pies; la humedad del agua que le cubría hasta los tobillos.
Allí estaba, frente a ellos. La Bestia de Una Cola. El Uchiha le dirigió una mirada larga y cargada de cautela. Aquel monstruo les había dado el poder para matar a un Kage...
«Por todos los dioses...»
... y ahora exigía que le liberasen. Akame estaba demasiado impactado, demasiado aturdido para recordar si esos habían sido los términos finales del acuerdo con el Ichibi. Sólo sabía que liberar al bijuu allí, en medio de Uzushio, sería como firmar la sentencia de muerte de miles de personas. Entre ellas a Koko.
El Uchiha bajó la mirada y calló. De los dos, Datsue era y siempre había sido, el locuaz.