26/09/2017, 15:36
Akame estaba sentado —más bien derramado— sobre las tejas de la casa de Zoku. Del Kage al que acababan de asesinar. Le dolían todos los músculos del cuerpo, como si hubiese hecho un esfuerzo sobrehumano; pero también notaba un resquemor más potente y generalizado, como si acabara de salir de una tinaja de agua hirviendo. Se miró el brazo derecho y pudo comprobar, con horror, cómo tenía la piel ligeramente calcinada.
«Por Susano'o... ¿Qué demonios...?»
De repente oyó un ruido delante de él y vio a su compadre —ahora Hermano— Datsue escalar de la misma forma que él lo había hecho. A Akame se le heló la mirada cuando vio lo que el otro traía en las manos.
—Datsue-kun... Hemos... Hemos matado a un Kage... —balbuceó el Uchiha, como si todavía no fuese capaz de creerlo—. ¿Qué... Qué vamos a hacer ahora?
Unas voces interrumpieron la conversación. Pese al caos generalizado, los gritos, el fuego y el humo, Akame pudo distinguir cada palabra a la perfección. De aquella conversación le quedó un nombre; «¿Sarutobi... Hanabi?» Era el último candidato para Uzukage. Aquel que había recabado menos apoyos.
Incluso en semejantes circunstancias la ironía de la situación no se le escapó al Uchiha, que no pudo contener una carcajada amarga y seca como la risa de un perro callejero.
—Vámonos...
El edificio pronto se vendría abajo, a juzgar por los daños y las llamas que lo consumían, y quién sabe lo que podría ocurrir si algunos de los guardaespaldas de Zoku los encontraban allí. Akame se incorporó con dificultad y caminó hasta el borde del tejado. Oteó el edificio más próximo y saltó hacia su tejado.
Una vez allí quiso seguir huyendo, quiso volver a casa, pero...
—Espera, Datsue-kun... No podemos volver a nuestras casas —dijo de repente Akame—. Puede que... Puede que los hombres de Zoku las tuviesen vigiladas, para protegernos —el Uchiha matizó la ironía de aquella palabra—. Tenemos que encontrar otro lugar seguro...
»Vayamos a la residencia de los Sakamoto.
«Por Susano'o... ¿Qué demonios...?»
De repente oyó un ruido delante de él y vio a su compadre —ahora Hermano— Datsue escalar de la misma forma que él lo había hecho. A Akame se le heló la mirada cuando vio lo que el otro traía en las manos.
—Datsue-kun... Hemos... Hemos matado a un Kage... —balbuceó el Uchiha, como si todavía no fuese capaz de creerlo—. ¿Qué... Qué vamos a hacer ahora?
Unas voces interrumpieron la conversación. Pese al caos generalizado, los gritos, el fuego y el humo, Akame pudo distinguir cada palabra a la perfección. De aquella conversación le quedó un nombre; «¿Sarutobi... Hanabi?» Era el último candidato para Uzukage. Aquel que había recabado menos apoyos.
Incluso en semejantes circunstancias la ironía de la situación no se le escapó al Uchiha, que no pudo contener una carcajada amarga y seca como la risa de un perro callejero.
—Vámonos...
El edificio pronto se vendría abajo, a juzgar por los daños y las llamas que lo consumían, y quién sabe lo que podría ocurrir si algunos de los guardaespaldas de Zoku los encontraban allí. Akame se incorporó con dificultad y caminó hasta el borde del tejado. Oteó el edificio más próximo y saltó hacia su tejado.
Una vez allí quiso seguir huyendo, quiso volver a casa, pero...
—Espera, Datsue-kun... No podemos volver a nuestras casas —dijo de repente Akame—. Puede que... Puede que los hombres de Zoku las tuviesen vigiladas, para protegernos —el Uchiha matizó la ironía de aquella palabra—. Tenemos que encontrar otro lugar seguro...
»Vayamos a la residencia de los Sakamoto.