26/09/2017, 22:44
Ambos Uchihas aterrizaron en el suelo como gatos callejeros, dispuestos a cruzar el Jardín de los Cerezos bajo el resguardo de la noche. Todo estaba en calma. Todo estaba tranquilo…
… Demasiado tranquilo.
—¡Ugh!
No se lo vio venir. De pronto, como una puñalada en la espalda provocada por tu mejor amigo, una zarpa le atrapó. Una gigantesca mano que no tendría dificultad alguna en silenciarles para siempre. ¿Así sería su triste final? ¿Morir tras haber logrado matar a un Kage? ¿Tras, por una vez en su vida, haber hecho lo correcto?
—Ssssh. En silencio ahora, ¿eh? No levantéis la voz.
«Ya… Yaki… ¿Yakisoba?» No pudo ni pronunciar su nombre. No le salían las palabras. ¿Cómo era posible? Después de todo lo que les había contado Zoku… ¿Acaso la jugarreta se la habían hecho a él? ¿Acaso Gouna seguía también viva? Por un momento, se permitió tener esperanzas. Por un momento, creyó que todo podía salir bien.
Luego se dio cuenta que aquel no era Yakisoba, y las sombras volvieron a teñir su corazón.
No. Era parecido. Casi idéntico. Una versión rejuvenecida de lo que había sido. Pero no era él. El alma se le cayó a los pies, pese a que el hombre se proclamó como el hijo del Akimichi que una vez habían conocido. Lo triste era —y ahora Datsue se daba cuenta—, que la mayoría de recuerdos que compartía con Yakisoba, eran, en realidad, un embuste. Pues Zoku le había suplantado en la mayoría de ellos.
Pero a partir de aquel momento, las sorpresas se sucederían unas a otras. Cuando ambos Uchihas se dieron la vuelta a petición de Katsudon, se sorprendieron al ver lo que tenían ante sí. Datsue, de hecho, se sorprendió tanto que terminó con la boca desencajada y la piel púrpura, como si estuviese viendo un fantasma.
Era Chae, el borracho que Raimyogan había asesinado, que también estaba.
Fue entonces cuando lo comprendió todo —o, más bien, una parte del entresijo—, y se encontró a sí mismo sonriendo. Recordó como, horas antes, había teorizado con que aquel asesinato hubiese sido un montaje orquestado por el propio Zoku para ponerles a prueba. Resultaba que al final sí había sido un montaje… aunque no en el modo en que se hubiese imaginado. Ni muchísimo menos.
—Y luego, cómo no, está nuestro sensei.
Aquella noche estaba plagada de gritos, carcajadas y chillidos de histeria. Pero, por un momento, se hizo el silencio. Apenas fue un segundo. Un simple pero cargado instante, como el silencio antes del trueno. Y entonces surgió de entre la oscuridad: imponente, regio, firme. Derrochaba esa clase de carisma que solo los líderes natos poseían. Esa capacidad para hacer callar sin decir nada. Esa capacidad para transmitir sin pronunciar una sola palabra.
Le recordó a Shiona.
—Me llamo Sarutobi Hanabi —dijo, serio—. Venid, creo que tenemos mucho de qué hablar.
Les habían explicado todo. Lo que ya sabían. Lo que se podían imaginar. E incluso lo que no. El Uchiha se encontraba, simplemente, estupefacto. Pero su lengua iba a tener que salir una vez más en su defensa. Una última, al menos aquel día. Pues, como era lógico, ellos también querían respuestas.
—Agradecería un trago de agua, sí. —Fue lo primero que pudo decir. Tenía la boca seca, no solo por los nervios y el cansancio acumulado, sino también por tanto humo que se había tragado minutos atrás.
Cuando le trajeron el agua, dio un largo sorbo, mientras ordenaba sus ideas. Mentir, por descontado, había quedado descartado. No merecía la pena, ni iba a salirle bien de intentarlo. Quedarían demasiados cabos sueltos. Cabos sueltos que shinobis como ellos no tardarían en ver.
No, en aquella ocasión Uchiha Datsue contaría la verdad. Solo y nada más que la verdad.
—No, no se nos descontroló —el Uchiha optó por responder una de las últimas preguntas, directo al grano, mientras sentía cómo el corazón se le descontrolaba por puros nervios—. A ver… Esto… Por el principio, sí.
»Volvíamos con Yakisoba del viaje que habíamos hecho —recordar todo por lo que habían pasado y poner orden a sus pensamientos le estaba resultando mucho más difícil de lo que le había resultado jamás—. O quienes creíamos era Yakisoba. Nos preguntó por Gouna. Quiso interesarse sobre la opinión que teníamos de ella. Creo que nos hizo algún tipo de fuuinjutsu, porque tuvimos que decirle toda la verdad… sin filtros. Verá, Akame y yo… —No sabía cómo continuar a partir de aquel punto. Dijese lo que dijese, no había manera de endulzarlo—. Bueno, teníamos ciertas dudas sobre ella. Somos gente demasiado escéptica, y nos resultaba rara su… entrada. Su coronación. Se lo soltamos todo, y entonces él se descubrió. Nos dijo que llevaba suplantando a Yakisoba desde hacía un tiempo. Que Gouna estaba a punto de morir envenenada por él. Que ambos habían atentado contra su vida, y no él contra la de ella anteriormente. Y que eran unos traidores que habían tratado de quitarle del medio para hacerse con el poder —desvió ligeramente la mirada hacia Katsudon, y luego la retiró, avergonzado, de nuevo a la mesa—. He de confesar que… que no le costó demasiado convencernos —¿Se estaba pasando de sincero? El Uchiha empezaba a creer que sí, pero ahora que había empezado ya no podía parar. Era su forma de calmar los nervios: hablar, hablar y hablar—. No paraba de lanzarnos argumentos que alimentaban nuestras propias dudas… Nuestras propias teorías. Encajaba todo tan bien. Tenía todo tanto sentido… Incluso nos dijo que tenía al Consejo y al Señor Feudal de su parte. Joder, fuimos estúpidos —dijo, en un nuevo arrebato de sinceridad—. Le creímos. Le creímos como imbéciles.
»Luego fue cuando nos puso un Vínculo de Sangre. Nos hizo jurar que le obedeceríamos, hasta que sus palabras o acciones fuesen en contra de la Villa. También que no revelaríamos nada de la muerte de Gouna ni Yakisoba, y que seríamos fieles a los intereses de Uzu. Y ahí nos selló al bijuu. Días más tarde despertamos. O sea… esta mañana —¿Había pasado tan solo un día? El Uchiha no daba crédito. Habían sucedido tantas cosas…—. Empezamos a ver… cosas. Cosas que no nos gustaron, como el asesinato de… Bueno —miró a Chae—, tu falso asesinato. Zoku nos aseguró que iba a controlarlo todo sin más muertes. Incluso te criticó, Raimyogan, por haber matado a tu compañero sin consultarle. Sin dialogar.
»Pero ahí nosotros ya empezábamos a tener nuestras dudas. Y luego… —un escalofrío recorrió su espina dorsal de solo recordarlo—, llegó el Ichibi. Se comunicó con nosotros mientras dormíamos. Nos contó cosas… Nos hizo ver otras… Joder, dicho así parece que nos dejamos convencer por el primero que pasa —soltó, avergonzado—, pero realmente empezamos a creer que Zoku no había sido tan trigo limpio como nos hizo creer. Y luego… —Joder, eran demasiadas cosas y se estaba saltando muchas otras, pero ahora solo podía continuar sin mirar atrás—, el Ichibi nos dio una idea: proponerle un Pacto de Sangre a Zoku, con la intención de comprobar si realmente todo lo que nos había dicho era verdad.
»Fue ahí cuando Zoku apareció en nuestros sueños… En esa… dimensión en la que nos encontrábamos. Lo aceptó todo. Lo confesó todo. Y aún así nos ordenó que siguiésemos siendo los esclavos en los que nos había convertido —Los nudillos de Datsue, bajo la mesa, crujieron. Todavía le invadía la rabia cuando lo recordaba, a pesar de saber que ya estaba muerto—. ¿Qué podíamos hacer? —preguntó, con un hilo de voz—. Nos enseñaron desde pequeños a obedecer órdenes… Pero aquel… aquel hijo de puta —masculló con rabia, sin poder contenerse—, no solo acabábamos de descubrir que había asesinado a Gouna por nada. Y a Yakisoba. Sino que era un traidor que se estaba cargando el legado de Shiona con sus malas decisiones. Así que… Así que… Bueno, el Ichibi nos había propuesto ayudarnos. Nos había dicho, incluso, que desharía el Vínculo de Sangre antes de hacerlo. Y que nada malo le pasaría a la Aldea. Ni siquiera tendríamos que deshacer sus cadenas.
»Entonces tomamos una decisión... y el resultado de esa decisión nos llevó hasta aquí.
Se había vaciado por completo. Ahora que la repasaba mentalmente, la respuesta no había sido todo lo buena que hubiese querido. Ni lo suficiente elaborada, ni hilvanada. Pero ya no se sentía ni con fuerzas de añadir ni una sola coma más. Simplemente, se había vaciado.
… Demasiado tranquilo.
—¡Ugh!
No se lo vio venir. De pronto, como una puñalada en la espalda provocada por tu mejor amigo, una zarpa le atrapó. Una gigantesca mano que no tendría dificultad alguna en silenciarles para siempre. ¿Así sería su triste final? ¿Morir tras haber logrado matar a un Kage? ¿Tras, por una vez en su vida, haber hecho lo correcto?
—Ssssh. En silencio ahora, ¿eh? No levantéis la voz.
«Ya… Yaki… ¿Yakisoba?» No pudo ni pronunciar su nombre. No le salían las palabras. ¿Cómo era posible? Después de todo lo que les había contado Zoku… ¿Acaso la jugarreta se la habían hecho a él? ¿Acaso Gouna seguía también viva? Por un momento, se permitió tener esperanzas. Por un momento, creyó que todo podía salir bien.
Luego se dio cuenta que aquel no era Yakisoba, y las sombras volvieron a teñir su corazón.
No. Era parecido. Casi idéntico. Una versión rejuvenecida de lo que había sido. Pero no era él. El alma se le cayó a los pies, pese a que el hombre se proclamó como el hijo del Akimichi que una vez habían conocido. Lo triste era —y ahora Datsue se daba cuenta—, que la mayoría de recuerdos que compartía con Yakisoba, eran, en realidad, un embuste. Pues Zoku le había suplantado en la mayoría de ellos.
Pero a partir de aquel momento, las sorpresas se sucederían unas a otras. Cuando ambos Uchihas se dieron la vuelta a petición de Katsudon, se sorprendieron al ver lo que tenían ante sí. Datsue, de hecho, se sorprendió tanto que terminó con la boca desencajada y la piel púrpura, como si estuviese viendo un fantasma.
Era Chae, el borracho que Raimyogan había asesinado, que también estaba.
Fue entonces cuando lo comprendió todo —o, más bien, una parte del entresijo—, y se encontró a sí mismo sonriendo. Recordó como, horas antes, había teorizado con que aquel asesinato hubiese sido un montaje orquestado por el propio Zoku para ponerles a prueba. Resultaba que al final sí había sido un montaje… aunque no en el modo en que se hubiese imaginado. Ni muchísimo menos.
—Y luego, cómo no, está nuestro sensei.
Aquella noche estaba plagada de gritos, carcajadas y chillidos de histeria. Pero, por un momento, se hizo el silencio. Apenas fue un segundo. Un simple pero cargado instante, como el silencio antes del trueno. Y entonces surgió de entre la oscuridad: imponente, regio, firme. Derrochaba esa clase de carisma que solo los líderes natos poseían. Esa capacidad para hacer callar sin decir nada. Esa capacidad para transmitir sin pronunciar una sola palabra.
Le recordó a Shiona.
—Me llamo Sarutobi Hanabi —dijo, serio—. Venid, creo que tenemos mucho de qué hablar.
· · ·
Les habían explicado todo. Lo que ya sabían. Lo que se podían imaginar. E incluso lo que no. El Uchiha se encontraba, simplemente, estupefacto. Pero su lengua iba a tener que salir una vez más en su defensa. Una última, al menos aquel día. Pues, como era lógico, ellos también querían respuestas.
—Agradecería un trago de agua, sí. —Fue lo primero que pudo decir. Tenía la boca seca, no solo por los nervios y el cansancio acumulado, sino también por tanto humo que se había tragado minutos atrás.
Cuando le trajeron el agua, dio un largo sorbo, mientras ordenaba sus ideas. Mentir, por descontado, había quedado descartado. No merecía la pena, ni iba a salirle bien de intentarlo. Quedarían demasiados cabos sueltos. Cabos sueltos que shinobis como ellos no tardarían en ver.
No, en aquella ocasión Uchiha Datsue contaría la verdad. Solo y nada más que la verdad.
—No, no se nos descontroló —el Uchiha optó por responder una de las últimas preguntas, directo al grano, mientras sentía cómo el corazón se le descontrolaba por puros nervios—. A ver… Esto… Por el principio, sí.
»Volvíamos con Yakisoba del viaje que habíamos hecho —recordar todo por lo que habían pasado y poner orden a sus pensamientos le estaba resultando mucho más difícil de lo que le había resultado jamás—. O quienes creíamos era Yakisoba. Nos preguntó por Gouna. Quiso interesarse sobre la opinión que teníamos de ella. Creo que nos hizo algún tipo de fuuinjutsu, porque tuvimos que decirle toda la verdad… sin filtros. Verá, Akame y yo… —No sabía cómo continuar a partir de aquel punto. Dijese lo que dijese, no había manera de endulzarlo—. Bueno, teníamos ciertas dudas sobre ella. Somos gente demasiado escéptica, y nos resultaba rara su… entrada. Su coronación. Se lo soltamos todo, y entonces él se descubrió. Nos dijo que llevaba suplantando a Yakisoba desde hacía un tiempo. Que Gouna estaba a punto de morir envenenada por él. Que ambos habían atentado contra su vida, y no él contra la de ella anteriormente. Y que eran unos traidores que habían tratado de quitarle del medio para hacerse con el poder —desvió ligeramente la mirada hacia Katsudon, y luego la retiró, avergonzado, de nuevo a la mesa—. He de confesar que… que no le costó demasiado convencernos —¿Se estaba pasando de sincero? El Uchiha empezaba a creer que sí, pero ahora que había empezado ya no podía parar. Era su forma de calmar los nervios: hablar, hablar y hablar—. No paraba de lanzarnos argumentos que alimentaban nuestras propias dudas… Nuestras propias teorías. Encajaba todo tan bien. Tenía todo tanto sentido… Incluso nos dijo que tenía al Consejo y al Señor Feudal de su parte. Joder, fuimos estúpidos —dijo, en un nuevo arrebato de sinceridad—. Le creímos. Le creímos como imbéciles.
»Luego fue cuando nos puso un Vínculo de Sangre. Nos hizo jurar que le obedeceríamos, hasta que sus palabras o acciones fuesen en contra de la Villa. También que no revelaríamos nada de la muerte de Gouna ni Yakisoba, y que seríamos fieles a los intereses de Uzu. Y ahí nos selló al bijuu. Días más tarde despertamos. O sea… esta mañana —¿Había pasado tan solo un día? El Uchiha no daba crédito. Habían sucedido tantas cosas…—. Empezamos a ver… cosas. Cosas que no nos gustaron, como el asesinato de… Bueno —miró a Chae—, tu falso asesinato. Zoku nos aseguró que iba a controlarlo todo sin más muertes. Incluso te criticó, Raimyogan, por haber matado a tu compañero sin consultarle. Sin dialogar.
»Pero ahí nosotros ya empezábamos a tener nuestras dudas. Y luego… —un escalofrío recorrió su espina dorsal de solo recordarlo—, llegó el Ichibi. Se comunicó con nosotros mientras dormíamos. Nos contó cosas… Nos hizo ver otras… Joder, dicho así parece que nos dejamos convencer por el primero que pasa —soltó, avergonzado—, pero realmente empezamos a creer que Zoku no había sido tan trigo limpio como nos hizo creer. Y luego… —Joder, eran demasiadas cosas y se estaba saltando muchas otras, pero ahora solo podía continuar sin mirar atrás—, el Ichibi nos dio una idea: proponerle un Pacto de Sangre a Zoku, con la intención de comprobar si realmente todo lo que nos había dicho era verdad.
»Fue ahí cuando Zoku apareció en nuestros sueños… En esa… dimensión en la que nos encontrábamos. Lo aceptó todo. Lo confesó todo. Y aún así nos ordenó que siguiésemos siendo los esclavos en los que nos había convertido —Los nudillos de Datsue, bajo la mesa, crujieron. Todavía le invadía la rabia cuando lo recordaba, a pesar de saber que ya estaba muerto—. ¿Qué podíamos hacer? —preguntó, con un hilo de voz—. Nos enseñaron desde pequeños a obedecer órdenes… Pero aquel… aquel hijo de puta —masculló con rabia, sin poder contenerse—, no solo acabábamos de descubrir que había asesinado a Gouna por nada. Y a Yakisoba. Sino que era un traidor que se estaba cargando el legado de Shiona con sus malas decisiones. Así que… Así que… Bueno, el Ichibi nos había propuesto ayudarnos. Nos había dicho, incluso, que desharía el Vínculo de Sangre antes de hacerlo. Y que nada malo le pasaría a la Aldea. Ni siquiera tendríamos que deshacer sus cadenas.
»Entonces tomamos una decisión... y el resultado de esa decisión nos llevó hasta aquí.
Se había vaciado por completo. Ahora que la repasaba mentalmente, la respuesta no había sido todo lo buena que hubiese querido. Ni lo suficiente elaborada, ni hilvanada. Pero ya no se sentía ni con fuerzas de añadir ni una sola coma más. Simplemente, se había vaciado.
![[Imagen: ksQJqx9.png]](https://i.imgur.com/ksQJqx9.png)
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado