28/09/2017, 10:31
(Última modificación: 28/09/2017, 10:32 por Aotsuki Ayame.)
—¡Da la casualidad que yo también! —rio Shanise, siguiéndole la broma, y entonces se volvió hacia Mogura con una sonrisa malvada, mostrándole aquella sierra que tenía por dentadura—. Supongo que nos tendremos que comer a Mogura-kun.
—¡Oh... no creo que quieran comerme, después de trabajar tanto tiempo con venenos seguro estoy lleno de toxinas...! —contestó Mogura, con una risa nerviosa.
Ayame no pudo evitar soltar una carcajada y se reincorporó con cierto esfuerzo para reunirse con sus compañeros.
—Bueno, a mí aún me queda un antídoto. Así que, a no ser que Shanise-senpai tenga otro, después de comerte sólo quedaría pelear por él —añadió, mirando de reojo a Shanise con la sonrisa aún dibujada en su rostro.
Había quedado claro que aquella misión les había servido para algo más que salvar al mundo. Para hacer aquel tipo de bromas, Ayame había tomado mucha confianza tanto con Shanise como con Mogura. Y si a la jonin la consideraba como una especie de hermana mayor a la que admiraba profundamente, Mogura se había convertido en un buen amigo para ella. Por suerte, la broma se quedó en la broma. Afortunadamente, Shanise abrió su mochila y sacó dos fiambreras llenas de sandwiches.
—No son un manjar, pero es todo lo que me queda a mi. Creo que hay para los tres hasta que lleguemos. Al fin y al cabo, sólo nos queda medio día de viaje. Mañana estaremos en casa. —Pronunció esas palabras con un gran alivio. Abrió una fiambrera, y cogió un sandwich.
«Al fin en casa...» Pensó Ayame con un suspiro. Aunque, extrañamente, una parte de ella se entristecía ante la perspectiva de ver acabada aquella aventura.
—Coged los que queráis. El pastel de fresa será nuestro postre.
—¡Gracias! ¡Y que aproveche!
Ayame tomó un sándwich de jamón york con queso y prácticamente comenzó a engullirlo con voracidad. El cansancio había eclipsado la sensación de hambre, pero ahora que tenía la comida frente a sus ojos... Ni siquiera le importaba que fueran sándwiches mustios y húmedos.
—Ayame, eres una kunoichi de Amegakure. Tienes compañeros y familia que te quiere. No eres una vasija. Recuérdalo —volvió a hablar Shanise, y Ayame se quedó momentáneamente congelada en el sitio.
«P... ¿Por qué de repente otra vez?» Se preguntó. Sin embargo, terminó asintiendo brevemente.
La cena siguió su curso. Y los sándwiches se vieron acompañados por las últimas porciones de tarta de fresa. Todo dicho, marcharon a dormir a sus respectivas camas.
—Buenas noches —dijo Ayame, con un bostezo. Y prácticamente cayó dormida al instante...
Ni siquiera le molestaron los ronquidos de Shanise. Aunque se despertaba con relativa facilidad, estaba demasiado cansada como para que disturbaran su sueño.
—¡Oh... no creo que quieran comerme, después de trabajar tanto tiempo con venenos seguro estoy lleno de toxinas...! —contestó Mogura, con una risa nerviosa.
Ayame no pudo evitar soltar una carcajada y se reincorporó con cierto esfuerzo para reunirse con sus compañeros.
—Bueno, a mí aún me queda un antídoto. Así que, a no ser que Shanise-senpai tenga otro, después de comerte sólo quedaría pelear por él —añadió, mirando de reojo a Shanise con la sonrisa aún dibujada en su rostro.
Había quedado claro que aquella misión les había servido para algo más que salvar al mundo. Para hacer aquel tipo de bromas, Ayame había tomado mucha confianza tanto con Shanise como con Mogura. Y si a la jonin la consideraba como una especie de hermana mayor a la que admiraba profundamente, Mogura se había convertido en un buen amigo para ella. Por suerte, la broma se quedó en la broma. Afortunadamente, Shanise abrió su mochila y sacó dos fiambreras llenas de sandwiches.
—No son un manjar, pero es todo lo que me queda a mi. Creo que hay para los tres hasta que lleguemos. Al fin y al cabo, sólo nos queda medio día de viaje. Mañana estaremos en casa. —Pronunció esas palabras con un gran alivio. Abrió una fiambrera, y cogió un sandwich.
«Al fin en casa...» Pensó Ayame con un suspiro. Aunque, extrañamente, una parte de ella se entristecía ante la perspectiva de ver acabada aquella aventura.
—Coged los que queráis. El pastel de fresa será nuestro postre.
—¡Gracias! ¡Y que aproveche!
Ayame tomó un sándwich de jamón york con queso y prácticamente comenzó a engullirlo con voracidad. El cansancio había eclipsado la sensación de hambre, pero ahora que tenía la comida frente a sus ojos... Ni siquiera le importaba que fueran sándwiches mustios y húmedos.
—Ayame, eres una kunoichi de Amegakure. Tienes compañeros y familia que te quiere. No eres una vasija. Recuérdalo —volvió a hablar Shanise, y Ayame se quedó momentáneamente congelada en el sitio.
«P... ¿Por qué de repente otra vez?» Se preguntó. Sin embargo, terminó asintiendo brevemente.
La cena siguió su curso. Y los sándwiches se vieron acompañados por las últimas porciones de tarta de fresa. Todo dicho, marcharon a dormir a sus respectivas camas.
—Buenas noches —dijo Ayame, con un bostezo. Y prácticamente cayó dormida al instante...
Ni siquiera le molestaron los ronquidos de Shanise. Aunque se despertaba con relativa facilidad, estaba demasiado cansada como para que disturbaran su sueño.