28/09/2017, 16:27
La luz del Sol matinal entró como un enjambre de dagas por la ventana, acuchillándole los ojos maltrechos por la falta de sueño. Cuando Akame salió de debajo de las sábanas —ni siquiera se había desvestido antes de acostarse— parecía tener incluso peor aspecto que la noche anterior. Trató de desenredarse la melena negra, y al no conseguirlo simplemente se hizo una coleta baja. Sendos surcos negros marcaban sus ojos, y estaba más pálido que un pergamino recién comprado.
Los gritos y las horrendas imágenes de sus pesadillas se repetían todavía, ahora lejanos y difusos, en su cabeza. Fue en ese momento que Akame se dio cuenta de hasta qué punto el bijuu, el demonio que llevaban dentro, era capaz de joderles la existencia. Pero ni siquiera tuvo fuerzas para quejarse.
El Uchiha llevaba los mismos pantalones largos color arena, botas ninja altas azabaches y camiseta azul marina con el cuello alto y mangas largas. El emblema del clan, arrugado, lucía todavía orgulloso en su espalda.
Ni siquiera el gozo que había sentido la noche anterior cuando Datsue convenció a Uzukage y Daimyō de que les dieran el crédito a ellos —convirtiéndolos potencialmente en héroes nacionales— era consuelo para las escasas y horribles horas de sueño. Como un autómata, Akame obedeció las instrucciones de Raimyogan y buscó reunirse con los demás en el vestíbulo.
Los gritos y las horrendas imágenes de sus pesadillas se repetían todavía, ahora lejanos y difusos, en su cabeza. Fue en ese momento que Akame se dio cuenta de hasta qué punto el bijuu, el demonio que llevaban dentro, era capaz de joderles la existencia. Pero ni siquiera tuvo fuerzas para quejarse.
El Uchiha llevaba los mismos pantalones largos color arena, botas ninja altas azabaches y camiseta azul marina con el cuello alto y mangas largas. El emblema del clan, arrugado, lucía todavía orgulloso en su espalda.
Ni siquiera el gozo que había sentido la noche anterior cuando Datsue convenció a Uzukage y Daimyō de que les dieran el crédito a ellos —convirtiéndolos potencialmente en héroes nacionales— era consuelo para las escasas y horribles horas de sueño. Como un autómata, Akame obedeció las instrucciones de Raimyogan y buscó reunirse con los demás en el vestíbulo.