29/09/2017, 00:18
—Uuuh, chicos. Desde luego, no tenéis muy buen aspecto.
—Déjalos, Rai-kun. Han debido de pasar una mala noche. Matar a alguien nunca es agradable.
Los hombres abrieron la puerta y al fin pudieron salir a la calle. Caminaron por un camino bien conocido, aunque habían pasado tantas cosas que sin duda la aldea casi parecería otro mundo. Todo estaba en silencio, como si la gente, a pesar de no tener un líder claro, hubiera decidido quedarse en casa, tranquila, y dormir hasta que toda aquella pesadilla hubiera pasado.
—Hemos dejado correr la voz —dijo Raimyogan— de que el Señor Feudal está vivo y va a coronar al Quinto Uzukage legítimo.
—Él, Hanabi y Chae se han pasado toda la noche sin dormir, buscando shinobi por la calle para darles la noticia y, como una marea, ir uniendo a todos los que pudieran e ir construyendo un espíritu colectivo de grupo; evitar altercados, todo eso. Menos mal que tenemos a Rasen-sama para poner orden: me temo que no hubieran reconocido a Hanabi de otra forma.
—Hanabi es un buen tipo, pero nació de una familia pobre, y en esta aldea, tradicionalmente, se han tomado los linajes muy en serio. Una lástima, una lástima. Los viejos siempre han hecho correr la voz de que Hanabi es un shinobi temperamental que no sabe controlarse.
—Gouna-chan era más temperamental que él, yo creo. Y aún así, con ella no tuvieron tantas pegas. Era la hija de Shiona. Una cara conocida.
Los cuatro cruzaron el puente de madera, y se adentraron en el Edificio del Uzukage.
—Rasen-sama y Hanabi han reestablecido también el Consejo de Sabios. Zoku... mató a todos los ancianos, de su propio clan. No sé cómo pudo ser capaz. Todos les respetaban.
—Se ha elegido por consenso con el clan Uzumaki, claro. Los de más edad y experiencia tenían.
Subieron las escaleras. Subieron todos los pisos, incluso por encima del que albergaba el despacho del líder de la aldea. Subieron hasta la azotea. Y allí estaban Hanabi y Rasen, esperando, asomados al balcón de enfrente.
—Ah, llegasteis. —El Daimyo se dio la vuelta y les saludó con una sonrisa amable—. Venid. Pronto llegará la gente.
—Déjalos, Rai-kun. Han debido de pasar una mala noche. Matar a alguien nunca es agradable.
Los hombres abrieron la puerta y al fin pudieron salir a la calle. Caminaron por un camino bien conocido, aunque habían pasado tantas cosas que sin duda la aldea casi parecería otro mundo. Todo estaba en silencio, como si la gente, a pesar de no tener un líder claro, hubiera decidido quedarse en casa, tranquila, y dormir hasta que toda aquella pesadilla hubiera pasado.
—Hemos dejado correr la voz —dijo Raimyogan— de que el Señor Feudal está vivo y va a coronar al Quinto Uzukage legítimo.
—Él, Hanabi y Chae se han pasado toda la noche sin dormir, buscando shinobi por la calle para darles la noticia y, como una marea, ir uniendo a todos los que pudieran e ir construyendo un espíritu colectivo de grupo; evitar altercados, todo eso. Menos mal que tenemos a Rasen-sama para poner orden: me temo que no hubieran reconocido a Hanabi de otra forma.
—Hanabi es un buen tipo, pero nació de una familia pobre, y en esta aldea, tradicionalmente, se han tomado los linajes muy en serio. Una lástima, una lástima. Los viejos siempre han hecho correr la voz de que Hanabi es un shinobi temperamental que no sabe controlarse.
—Gouna-chan era más temperamental que él, yo creo. Y aún así, con ella no tuvieron tantas pegas. Era la hija de Shiona. Una cara conocida.
Los cuatro cruzaron el puente de madera, y se adentraron en el Edificio del Uzukage.
—Rasen-sama y Hanabi han reestablecido también el Consejo de Sabios. Zoku... mató a todos los ancianos, de su propio clan. No sé cómo pudo ser capaz. Todos les respetaban.
—Se ha elegido por consenso con el clan Uzumaki, claro. Los de más edad y experiencia tenían.
Subieron las escaleras. Subieron todos los pisos, incluso por encima del que albergaba el despacho del líder de la aldea. Subieron hasta la azotea. Y allí estaban Hanabi y Rasen, esperando, asomados al balcón de enfrente.
—Ah, llegasteis. —El Daimyo se dio la vuelta y les saludó con una sonrisa amable—. Venid. Pronto llegará la gente.
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