29/09/2017, 10:54
(Última modificación: 29/09/2017, 11:15 por Uchiha Akame.)
«Si sólo hubiese sido "matar a alguien"», se lamentó el Uchiha cuando los jounin comentaron sobre el paupérrimo estado de forma de ambos muchachos.
Akame se limitó a seguirlos de forma idéntica a como lo hacía su compañero, moviéndose casi por pura inercia y con la vista baja en los adoquines blancos de la calle. Poco a poco el paisaje fue cambiando y el Uchiha reconoció el característico puente de madera que se alzaba sobre las bravas aguas del río, frente a ellos. Iban camino del Edificio del Uzukage. Mientras Chae y Raimyogan hablaban, poniéndoles al día de los últimos sucesos, Akame no podía parar de pensar en aquellas pesadillas... Y en el hambre que tenía. «Joder, sí que debe estar la cosa cortita. Ni un café nos han ofrecido...»
Lo que vino después fue una auténtica tortura. Escaleras repletas de escalones —como cabía esperar—, y más escalones, y más escalones. El pobre Uchiha, insomne y hambriento, creyó que se le iba a salir un pulmón por la boca en más de una ocasión. Cuando llegaron arriba estaba tan mareado que tuvo que apoyarse en su Hermano para no caer al suelo. Eso sí, el gesto quedó genial como metáfora de su camaradería.
Al salir a la azotea, el aire frío de casi Invierno le golpeó en el rostro con contundencia; Akame lo agradeció, porque fue tan refrescante que creyó que hacía años que no respiraba de esa manera. Allí estaban el Daimyō y el futuro Godaime Uzukage. El gennin saludó a ambos con la mejor reverencia que fue capaz de realizar en su pobre estado.
—Takaku-sama, Sarutobi-sama —dijo, con un hilo de voz.
Akame se limitó a seguirlos de forma idéntica a como lo hacía su compañero, moviéndose casi por pura inercia y con la vista baja en los adoquines blancos de la calle. Poco a poco el paisaje fue cambiando y el Uchiha reconoció el característico puente de madera que se alzaba sobre las bravas aguas del río, frente a ellos. Iban camino del Edificio del Uzukage. Mientras Chae y Raimyogan hablaban, poniéndoles al día de los últimos sucesos, Akame no podía parar de pensar en aquellas pesadillas... Y en el hambre que tenía. «Joder, sí que debe estar la cosa cortita. Ni un café nos han ofrecido...»
Lo que vino después fue una auténtica tortura. Escaleras repletas de escalones —como cabía esperar—, y más escalones, y más escalones. El pobre Uchiha, insomne y hambriento, creyó que se le iba a salir un pulmón por la boca en más de una ocasión. Cuando llegaron arriba estaba tan mareado que tuvo que apoyarse en su Hermano para no caer al suelo. Eso sí, el gesto quedó genial como metáfora de su camaradería.
Al salir a la azotea, el aire frío de casi Invierno le golpeó en el rostro con contundencia; Akame lo agradeció, porque fue tan refrescante que creyó que hacía años que no respiraba de esa manera. Allí estaban el Daimyō y el futuro Godaime Uzukage. El gennin saludó a ambos con la mejor reverencia que fue capaz de realizar en su pobre estado.
—Takaku-sama, Sarutobi-sama —dijo, con un hilo de voz.