29/09/2017, 17:46
—Pero, chiquilla... No deberías...—empezó a decir el chunin, pero al ver su desangelado rostro no pudo evitarlo y confesó—: Está bien, está bien. En el décimo, segunda puerta a mano izquierda desde el ascensor.
Ayame volvió a sonreír de oreja a oreja.
—¡Gracias, señor chunin!
Y Ayame salió de los baños corriendo. Entre largas zancadas alcanzó el ascensor. Alguien debía de haberlo utilizado en aquellos pocos minutos, porque tuvo que volver a esperarlo con impaciencia contenida y su pie golpeteando el suelo. El ansiado tintineo llegó, y Ayame se lanzó a su interior y pulsó el décimo botón.
—Segunda puerta a la izquierda... Segunda puerta a la izquierda... —se repetía, pero esta vez no canturreaba con la cancioncilla del ascensor. Sólo murmuraba.
Tras un minuto de ascenso, las puertas volvieron a abrirse y Ayame se abalanzó fuera.
—¡Segunda puerta a la izquierda!
Ayame volvió a sonreír de oreja a oreja.
—¡Gracias, señor chunin!
Y Ayame salió de los baños corriendo. Entre largas zancadas alcanzó el ascensor. Alguien debía de haberlo utilizado en aquellos pocos minutos, porque tuvo que volver a esperarlo con impaciencia contenida y su pie golpeteando el suelo. El ansiado tintineo llegó, y Ayame se lanzó a su interior y pulsó el décimo botón.
—Segunda puerta a la izquierda... Segunda puerta a la izquierda... —se repetía, pero esta vez no canturreaba con la cancioncilla del ascensor. Sólo murmuraba.
Tras un minuto de ascenso, las puertas volvieron a abrirse y Ayame se abalanzó fuera.
—¡Segunda puerta a la izquierda!