29/09/2017, 19:58
Yui se mantuvo con la cabeza gacha unos minutos. Como si Shanise pudiera leer el pensamiento de sus dos subordinados, se adelantó, haciendo de muro imaginario entre su líder y los dos ninjas.
—Shanise-sama. Por favor. Tranquilícese. Es sólo una niña.
La Arashikage alzó la mirada, y la clavó en Ayame.
—Levántate, Aotsuki Ayame —ordenó—. No es una niña, es una kunoichi de Amegakure no Sato. ¿Qué pasa, que a ti no te grito? Ya sé que tengo un problema de cólera, joder, pero es que a veces me hincháis las narices de una manera que...
—Vamos, Ayame. Yuyu suele ser as... —Shanise calló de golpe, totalmente paralizada, y miró a Yui de reojo.
—Shani. No vuelvas a llamarme Yuyu delante de nadie de la aldea. ¿Entendido? —dijo Yui, con un deje de temblor en la voz—. Tengo una reputación que mantener.
»¡Vámos, Aotsuki! Levántese, que no ha sido para tanto. A usted no la he mandado a limpiar los retretes todavía, como tuve que hacer con su tío.
Suspiró. Inspiró y dejó escapar el aire varias veces para relajarse.
—Bien, os quería hablar sobre los Kajitsu Houzuki —dijo Yui, mirando de reojo a Ayame—. Evidentemente, el tal Marun no volvió a la aldea. Y no hay rastro de los Kajitsu en ningún rincón de Amegakure. Nadie ha atacado al señuelo que preparamos. ¿Sabes lo que significa eso, no, Shanise?
—Que se han ido de Amegakure —aventuró Shanise.
—Sí. Según nuestras últimas investigaciones, deben de estar en algún lugar al norte. Coladragón, quizás. O Yukio. Si su base estuviera en Shinogi-To, la habríamos encontrado ya. También peinamos la ciudad entera.
Shanise se revolvió, incómoda.
—Yui-sama, ese Houzuki entró en el palacio del Señor Feudal.
—Sí, lo sé. Sobornaron a media guarnición de soldados. No te preocupes. Hemos llegado a un acuerdo con el Señor Feudal y ahora sólo patrullarán el palacio nuestros ANBU.
Yui suspiró.
—Bien muchachos, aquí tenéis... —La líder se agachó y sacó de debajo de la mesa tres sobres que deslizó por el ébano rápidamente—. La paga por el cumplimiento de la misión.
»Ayame, cuéntale lo de los Kajitsu a tu padre. Necesita saberlo. Y si ves a tu tío, haz lo mismo.
Shanise le dedico a Yui una ligera reverencia.
—Ahora, si nos disculpa, nos retiraremos.
—Claro. Id a descansar, anda.
Shanise se dio la vuelta y cogió a sus muchachos por detrás de los hombros para instarles a abandonar el despacho lo más prontamente posible. Cuando las puertas se cerraron, reparó en algo y volvió a asomarse un momento.
—¿Ahora... liberará a Inoyama-san?
—Luego. ¡Anda, no seas plasta!
Shanise resopló y cerró la puerta. Se dirigió a sus subordinados y les dio un nuevo abrazo, que sin duda les cogería por sorpresa.
—Bueno, chicos. Aquí acaba todo. Ha sido... todo un honor. Id con vuestras familias, seguro que os echan de menos.
—Shanise-sama. Por favor. Tranquilícese. Es sólo una niña.
La Arashikage alzó la mirada, y la clavó en Ayame.
—Levántate, Aotsuki Ayame —ordenó—. No es una niña, es una kunoichi de Amegakure no Sato. ¿Qué pasa, que a ti no te grito? Ya sé que tengo un problema de cólera, joder, pero es que a veces me hincháis las narices de una manera que...
—Vamos, Ayame. Yuyu suele ser as... —Shanise calló de golpe, totalmente paralizada, y miró a Yui de reojo.
—Shani. No vuelvas a llamarme Yuyu delante de nadie de la aldea. ¿Entendido? —dijo Yui, con un deje de temblor en la voz—. Tengo una reputación que mantener.
»¡Vámos, Aotsuki! Levántese, que no ha sido para tanto. A usted no la he mandado a limpiar los retretes todavía, como tuve que hacer con su tío.
Suspiró. Inspiró y dejó escapar el aire varias veces para relajarse.
—Bien, os quería hablar sobre los Kajitsu Houzuki —dijo Yui, mirando de reojo a Ayame—. Evidentemente, el tal Marun no volvió a la aldea. Y no hay rastro de los Kajitsu en ningún rincón de Amegakure. Nadie ha atacado al señuelo que preparamos. ¿Sabes lo que significa eso, no, Shanise?
—Que se han ido de Amegakure —aventuró Shanise.
—Sí. Según nuestras últimas investigaciones, deben de estar en algún lugar al norte. Coladragón, quizás. O Yukio. Si su base estuviera en Shinogi-To, la habríamos encontrado ya. También peinamos la ciudad entera.
Shanise se revolvió, incómoda.
—Yui-sama, ese Houzuki entró en el palacio del Señor Feudal.
—Sí, lo sé. Sobornaron a media guarnición de soldados. No te preocupes. Hemos llegado a un acuerdo con el Señor Feudal y ahora sólo patrullarán el palacio nuestros ANBU.
Yui suspiró.
—Bien muchachos, aquí tenéis... —La líder se agachó y sacó de debajo de la mesa tres sobres que deslizó por el ébano rápidamente—. La paga por el cumplimiento de la misión.
»Ayame, cuéntale lo de los Kajitsu a tu padre. Necesita saberlo. Y si ves a tu tío, haz lo mismo.
Shanise le dedico a Yui una ligera reverencia.
—Ahora, si nos disculpa, nos retiraremos.
—Claro. Id a descansar, anda.
Shanise se dio la vuelta y cogió a sus muchachos por detrás de los hombros para instarles a abandonar el despacho lo más prontamente posible. Cuando las puertas se cerraron, reparó en algo y volvió a asomarse un momento.
—¿Ahora... liberará a Inoyama-san?
—Luego. ¡Anda, no seas plasta!
Shanise resopló y cerró la puerta. Se dirigió a sus subordinados y les dio un nuevo abrazo, que sin duda les cogería por sorpresa.
—Bueno, chicos. Aquí acaba todo. Ha sido... todo un honor. Id con vuestras familias, seguro que os echan de menos.
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