30/09/2017, 13:08
Y de repente, Shanise se colocó al frente de los dos chicos. Como un muro protector contra la ira de la Arashikage.
—Shanise-sama. Por favor. Tranquilícese. Es sólo una niña.
Pasaron unos segundos de silencio, en los que Ayame no se atrevía siquiera a levantar la mirada del suelo.
—Levántate, Aotsuki Ayame —ordenó la férrea líder, y Ayame, aunque lo intentó con todas sus fuerzas, fue incapaz de moverse del sitio. Era como si la hubiesen pegado al suelo con pegamento—. No es una niña, es una kunoichi de Amegakure no Sato. ¿Qué pasa, que a ti no te grito? Ya sé que tengo un problema de cólera, joder, pero es que a veces me hincháis las narices de una manera que...
«Yo sólo quería...» Se repitió Ayame para sus adentros, mordiéndose el labio inferior.
—Vamos, Ayame. Yuyu suele ser as... —intervino Shanise, pero calló de golpe.
«¿"Yuyu"?»
—Shani. No vuelvas a llamarme Yuyu delante de nadie de la aldea. ¿Entendido? —replicó Yui, con un deje de temblor en la voz—. Tengo una reputación que mantener.
«¿¡"Shani"!?»
Quedaba claro que la líder de Amegakure y su consejera mantenían una estrecha relación de confianza que trascendía a todos los protocolos posibles. Si no, no existía explicación alguna para lo que acababan de presenciar.
—¡Vámos, Aotsuki! Levántese, que no ha sido para tanto. —Volvió a ordenar, y en aquella ocasión, como un pelele movido por unos hilos invisibles, Ayame se levantó con las piernas temblorosas—. A usted no la he mandado a limpiar los retretes todavía, como tuve que hacer con su tío.
«Mi tío... ¿Se refiere a Karoi?» La sola idea de imaginarse a su tío fregando retretes por castigo de la Arashikage le causó cierta gracia, aunque no se atrevió a mostrar ni un asomo de sonrisa en sus labios. Ella había corrido el mismo riesgo, después de todo.
Aún después de eso, Yui tuvo que tomar aire y expulsarlo varias veces para terminar de calmarse antes de revelarles aquello tan importante.
—Bien, os quería hablar sobre los Kajitsu Hōzuki—comenzó, y Ayame clavó de inmediato su mirada en ella. Los ojos de ambas se encontraron: azul eléctrico contra castaño—. [sub=cornflowerblue]Evidentemente, el tal Marun no volvió a la aldea. Y no hay rastro de los Kajitsu en ningún rincón de Amegakure. Nadie ha atacado al señuelo que preparamos. ¿Sabes lo que significa eso, no, Shanise?
Ayame ya lo sabía antes de que la jonin respondiera:
—Que se han ido de Amegakure.
—Sí. Según nuestras últimas investigaciones, deben de estar en algún lugar al norte. Coladragón, quizás. O Yukio. Si su base estuviera en Shinogi-To, la habríamos encontrado ya. También peinamos la ciudad entera.
—Yui-sama, ese Hōzuki entró en el palacio del Señor Feudal.
—Sí, lo sé. Sobornaron a media guarnición de soldados. No te preocupes. Hemos llegado a un acuerdo con el Señor Feudal y ahora sólo patrullarán el palacio nuestros ANBU.
Ayame no pudo evitar apretar los puños a ambos lados de su cadera. ¿Bastaría con eso? Esos Kajitsu ya habían demostrado tener muchos recursos, y si encima eran capaces de comprar a la gente para su propio beneficio... Estaba claro que no sólo eran poderosos, sino que además manejaban una cantidad importante de dinero. Eran peligrosos. Muy peligrosos.
—Bien muchachos, aquí tenéis... —La líder se agachó y sacó de debajo de la mesa tres sobres que deslizó por el ébano rápidamente—. La paga por el cumplimiento de la misión.
¡Con todo lo que había pasado casi se le había olvidado que todo aquello era, a todos los efectos, una misión!
—Ayame, cuéntale lo de los Kajitsu a tu padre. Necesita saberlo. Y si ves a tu tío, haz lo mismo.
—Lo haré, Yui-sama —asintió ella, al tiempo que tomaba su propio sobre. Aunque su tío estaba siempre tan ocupado que era difícil pillarle por banda...
—Ahora, si nos disculpa, nos retiraremos —dijo Shanise, y Ayame acompañó su reverencia.
—Claro. Id a descansar, anda.
La jonin los tomó por detrás de los hombros y los empujó hacia la puerta. Sin embargo, volvió a asomarse una última vez al despacho después de que las puertas se cerraran.
—¿Ahora... liberará a Inoyama-san? —preguntó Shanise.
—Luego. ¡Anda, no seas plasta! —oyó la voz de Yui en el interior del salón.
—Pobre Inoyama-san... —murmuró Ayame en voz baja.
Shanise resopló y cerró la puerta. Se volvió hacia ellos, y entonces volvió a abrazarlos con fuerza. Ayame no se había esperado ese gesto, y aunque al principio su cuerpo se tensó como la cuerda de un arco, al final terminó correspondiendo al gesto con un profundo agradecimiento.
—Bueno, chicos. Aquí acaba todo. Ha sido... todo un honor. Id con vuestras familias, seguro que os echan de menos.
—El honor ha sido mío. No podríamos haber tenido mejor líder, Shanise-san —añadió Mogura—. Agradezco que haya cuidado de nosotros durante los últimos días... Gracias por todo.
—Para mí ha sido todo un honor trabajar con vosotros, Shanise-senpai, Mogura-san. Espero...
que me perdonéis mi momentos de debilidad... —farfulló ella, con los ojos inundados de lágrimas de emoción—. Y espero que volvamos a trabajar juntos algún día...
Aunque aquella era una vana ilusión que quedaba muy muy lejana. Las circunstancias de aquella misión habían sido tan especiales que habían tenido que recurrir a la mano derecha de Yui. Para que volviera a repetirse algo así...
—Ao... Ayame-san, estoy complacido por haber formado parte de un equipo contigo. Continua trabajando con tanta dedicación y energía, por favor.
—Lo haré, Mogura-san —respondió ella, con una alegre sonrisa.
—Mañana en la noche iré a Yakinoya a comer Yakiniku para festejar el ascenso de rango, están ambas invitadas. Yo invitaré la comida.
Ayame parpadeó durante unos segundos.
—E... espera, ¿ascenso? ¿Te han ascendido a chunin? —preguntó, estupefacta. ¿Pero cuándo? ¿Mientras ella estaba buscando el libro de Tipos del Ninjutsu?—. ¡Enhorabuena, Mogura-sa... senpai! ¡Claro que iré contigo a celebrarlo!
Sin embargo, pese a que su alegría era totalmente sincera, Ayame sintió un extraño amargor en el pecho. Ni se le ocurriría cuestionar la capacidad de su compañero para ascender a chunin, después de todo él había sabido mantener la calma en los momentos más críticos y había salvado la vida de Shanise. Se merecía todo eso y más. Sin embargo, ella... ¿qué había hecho ella? ¿Tener que ser llevada a caballito por su miedo a la oscuridad? ¿Perder el control de su Bijū? Tragó saliva con esfuerzo. Shanise le había dicho que ella había destruido un supuesto cacharro que había permitido salvar el hilo de chakra natural, pero ni siquiera se acordaba de eso. Más bien había sido un beneficio colateral a la pérdida de control, pero podría haber sido muy diferente. Se había transformado en el Gobi, le habían dicho... Podría haber destruido la Ciudad Fantasma por segunda vez... Podría haber acabado con la vida de sus compañeros sin ser siquiera consciente de ello...
¿Merecía siquiera el pago de la misión...?
—Umikiba Kaido, es un miembro del clan Hōzuki —escuchó de nuevo la voz de Mogura junto a ella, y no pudo evitar mirarle de reojo—. No creo que sea un Kajitsu... podría aprender un poco más sobre etiqueta, pero es un buen muchacho.
Ella torció ligeramente el gesto. Sólo se había encontrado una vez con él pero...
—Por si acaso, he evitado decirle que soy Hōzuki. Aunque en el torneo lo habrá visto... —respondió con una risilla nerviosa. Sin nada más que añadir y con un ferviente deseo de regresar a casa para descansar, Ayame les dedicó una última reverencia y una última despedida.
Y mientras caminaba por las calles de Amegakure, bañada por la lluvia de Amenokami fue realmente consciente de que volvía a casa y una renovada sonrisa asomó a sus labios. Volvería a ver a su padre y a su hermano... Y volvería a ver a Daruu.
¡Oh, cuánto los había echado de menos!
—Shanise-sama. Por favor. Tranquilícese. Es sólo una niña.
Pasaron unos segundos de silencio, en los que Ayame no se atrevía siquiera a levantar la mirada del suelo.
—Levántate, Aotsuki Ayame —ordenó la férrea líder, y Ayame, aunque lo intentó con todas sus fuerzas, fue incapaz de moverse del sitio. Era como si la hubiesen pegado al suelo con pegamento—. No es una niña, es una kunoichi de Amegakure no Sato. ¿Qué pasa, que a ti no te grito? Ya sé que tengo un problema de cólera, joder, pero es que a veces me hincháis las narices de una manera que...
«Yo sólo quería...» Se repitió Ayame para sus adentros, mordiéndose el labio inferior.
—Vamos, Ayame. Yuyu suele ser as... —intervino Shanise, pero calló de golpe.
«¿"Yuyu"?»
—Shani. No vuelvas a llamarme Yuyu delante de nadie de la aldea. ¿Entendido? —replicó Yui, con un deje de temblor en la voz—. Tengo una reputación que mantener.
«¿¡"Shani"!?»
Quedaba claro que la líder de Amegakure y su consejera mantenían una estrecha relación de confianza que trascendía a todos los protocolos posibles. Si no, no existía explicación alguna para lo que acababan de presenciar.
—¡Vámos, Aotsuki! Levántese, que no ha sido para tanto. —Volvió a ordenar, y en aquella ocasión, como un pelele movido por unos hilos invisibles, Ayame se levantó con las piernas temblorosas—. A usted no la he mandado a limpiar los retretes todavía, como tuve que hacer con su tío.
«Mi tío... ¿Se refiere a Karoi?» La sola idea de imaginarse a su tío fregando retretes por castigo de la Arashikage le causó cierta gracia, aunque no se atrevió a mostrar ni un asomo de sonrisa en sus labios. Ella había corrido el mismo riesgo, después de todo.
Aún después de eso, Yui tuvo que tomar aire y expulsarlo varias veces para terminar de calmarse antes de revelarles aquello tan importante.
—Bien, os quería hablar sobre los Kajitsu Hōzuki—comenzó, y Ayame clavó de inmediato su mirada en ella. Los ojos de ambas se encontraron: azul eléctrico contra castaño—. [sub=cornflowerblue]Evidentemente, el tal Marun no volvió a la aldea. Y no hay rastro de los Kajitsu en ningún rincón de Amegakure. Nadie ha atacado al señuelo que preparamos. ¿Sabes lo que significa eso, no, Shanise?
Ayame ya lo sabía antes de que la jonin respondiera:
—Que se han ido de Amegakure.
—Sí. Según nuestras últimas investigaciones, deben de estar en algún lugar al norte. Coladragón, quizás. O Yukio. Si su base estuviera en Shinogi-To, la habríamos encontrado ya. También peinamos la ciudad entera.
—Yui-sama, ese Hōzuki entró en el palacio del Señor Feudal.
—Sí, lo sé. Sobornaron a media guarnición de soldados. No te preocupes. Hemos llegado a un acuerdo con el Señor Feudal y ahora sólo patrullarán el palacio nuestros ANBU.
Ayame no pudo evitar apretar los puños a ambos lados de su cadera. ¿Bastaría con eso? Esos Kajitsu ya habían demostrado tener muchos recursos, y si encima eran capaces de comprar a la gente para su propio beneficio... Estaba claro que no sólo eran poderosos, sino que además manejaban una cantidad importante de dinero. Eran peligrosos. Muy peligrosos.
—Bien muchachos, aquí tenéis... —La líder se agachó y sacó de debajo de la mesa tres sobres que deslizó por el ébano rápidamente—. La paga por el cumplimiento de la misión.
¡Con todo lo que había pasado casi se le había olvidado que todo aquello era, a todos los efectos, una misión!
—Ayame, cuéntale lo de los Kajitsu a tu padre. Necesita saberlo. Y si ves a tu tío, haz lo mismo.
—Lo haré, Yui-sama —asintió ella, al tiempo que tomaba su propio sobre. Aunque su tío estaba siempre tan ocupado que era difícil pillarle por banda...
—Ahora, si nos disculpa, nos retiraremos —dijo Shanise, y Ayame acompañó su reverencia.
—Claro. Id a descansar, anda.
La jonin los tomó por detrás de los hombros y los empujó hacia la puerta. Sin embargo, volvió a asomarse una última vez al despacho después de que las puertas se cerraran.
—¿Ahora... liberará a Inoyama-san? —preguntó Shanise.
—Luego. ¡Anda, no seas plasta! —oyó la voz de Yui en el interior del salón.
—Pobre Inoyama-san... —murmuró Ayame en voz baja.
Shanise resopló y cerró la puerta. Se volvió hacia ellos, y entonces volvió a abrazarlos con fuerza. Ayame no se había esperado ese gesto, y aunque al principio su cuerpo se tensó como la cuerda de un arco, al final terminó correspondiendo al gesto con un profundo agradecimiento.
—Bueno, chicos. Aquí acaba todo. Ha sido... todo un honor. Id con vuestras familias, seguro que os echan de menos.
—El honor ha sido mío. No podríamos haber tenido mejor líder, Shanise-san —añadió Mogura—. Agradezco que haya cuidado de nosotros durante los últimos días... Gracias por todo.
—Para mí ha sido todo un honor trabajar con vosotros, Shanise-senpai, Mogura-san. Espero...
que me perdonéis mi momentos de debilidad... —farfulló ella, con los ojos inundados de lágrimas de emoción—. Y espero que volvamos a trabajar juntos algún día...
Aunque aquella era una vana ilusión que quedaba muy muy lejana. Las circunstancias de aquella misión habían sido tan especiales que habían tenido que recurrir a la mano derecha de Yui. Para que volviera a repetirse algo así...
—Ao... Ayame-san, estoy complacido por haber formado parte de un equipo contigo. Continua trabajando con tanta dedicación y energía, por favor.
—Lo haré, Mogura-san —respondió ella, con una alegre sonrisa.
—Mañana en la noche iré a Yakinoya a comer Yakiniku para festejar el ascenso de rango, están ambas invitadas. Yo invitaré la comida.
Ayame parpadeó durante unos segundos.
—E... espera, ¿ascenso? ¿Te han ascendido a chunin? —preguntó, estupefacta. ¿Pero cuándo? ¿Mientras ella estaba buscando el libro de Tipos del Ninjutsu?—. ¡Enhorabuena, Mogura-sa... senpai! ¡Claro que iré contigo a celebrarlo!
Sin embargo, pese a que su alegría era totalmente sincera, Ayame sintió un extraño amargor en el pecho. Ni se le ocurriría cuestionar la capacidad de su compañero para ascender a chunin, después de todo él había sabido mantener la calma en los momentos más críticos y había salvado la vida de Shanise. Se merecía todo eso y más. Sin embargo, ella... ¿qué había hecho ella? ¿Tener que ser llevada a caballito por su miedo a la oscuridad? ¿Perder el control de su Bijū? Tragó saliva con esfuerzo. Shanise le había dicho que ella había destruido un supuesto cacharro que había permitido salvar el hilo de chakra natural, pero ni siquiera se acordaba de eso. Más bien había sido un beneficio colateral a la pérdida de control, pero podría haber sido muy diferente. Se había transformado en el Gobi, le habían dicho... Podría haber destruido la Ciudad Fantasma por segunda vez... Podría haber acabado con la vida de sus compañeros sin ser siquiera consciente de ello...
¿Merecía siquiera el pago de la misión...?
—Umikiba Kaido, es un miembro del clan Hōzuki —escuchó de nuevo la voz de Mogura junto a ella, y no pudo evitar mirarle de reojo—. No creo que sea un Kajitsu... podría aprender un poco más sobre etiqueta, pero es un buen muchacho.
Ella torció ligeramente el gesto. Sólo se había encontrado una vez con él pero...
—Por si acaso, he evitado decirle que soy Hōzuki. Aunque en el torneo lo habrá visto... —respondió con una risilla nerviosa. Sin nada más que añadir y con un ferviente deseo de regresar a casa para descansar, Ayame les dedicó una última reverencia y una última despedida.
Y mientras caminaba por las calles de Amegakure, bañada por la lluvia de Amenokami fue realmente consciente de que volvía a casa y una renovada sonrisa asomó a sus labios. Volvería a ver a su padre y a su hermano... Y volvería a ver a Daruu.
¡Oh, cuánto los había echado de menos!