30/09/2017, 19:31
Si en un principio su vena había estado tan hinchada que parecía imposible que aún se mantuviese ahí en el interior de su frente, seguro que Mikazuki pensaría luego que a aquel chef le saldría un apéndice vivo devorador de hombres una vez que la cabeza le explotase, pues mientras éste hablaba, mientras éste demostraba su inteligencia con su filosa lengua del demonio; aquella cosa se le movía mientras la sangre le bombeaba. El ceño, fruncido, también demostró que era muy probable que todo aquel discurso no le había hecho demasiada gracia.
No obstante, antes de que Yogaru pudiera decir nada, alguien les interrumpió. Seguro habría pensado que se trataba de algún comensal poco contento con que aquel lugar se encontrase cerrado, pero antes de soltarle una de sus perjuras típicas, observó bien de quién se trataba.
Y era otro ninja, tan paliducho como el primero, aunque de apariencia bastante gótica. Sus cabellos azabache se extendían hasta su espalda y sus ojos parecían estar mirándole el alma. Entonces, habló. Y le dio la mejor noticia que quizás habría podido escuchar: que no tendría que aguantarse a aquel astuto crío, pues las misiones se habían traspapelado.
El tal Mikazuki se perdió, y el nuevo decidió dejarle un guiño a Yogaru.
—En cuanto a usted, ahora yo soy su hombre, espero que no tenga más problemas, si no, ya le ha indicado mi compañero donde se encuentra el edificio de la Arashikage, estoy seguro de que ella misma estará encantada de atenderlo.
—¿Yui-sama, encantada de atenderme? —rió a carcajadas, y continuó—. me parece que no la conoces del todo bien, chaval. Si con encantada te refieres a que si llegamos a ir hasta allá, va a darnos dos patadas en el culo; quitándote a ti la misión y dejándome a mí sin cobrar el seguro de mi jodido restaurante, pues sí que llevas razón.
Suspiró, hastiado y terminó de calar su cigarro. Lo terminó y dejó que la colilla desgastada cayera al suelo.
—Y bien, así que eres mi hombre, ¿no? ¿y cómo se supone que te llamas, chaval?
No obstante, antes de que Yogaru pudiera decir nada, alguien les interrumpió. Seguro habría pensado que se trataba de algún comensal poco contento con que aquel lugar se encontrase cerrado, pero antes de soltarle una de sus perjuras típicas, observó bien de quién se trataba.
Y era otro ninja, tan paliducho como el primero, aunque de apariencia bastante gótica. Sus cabellos azabache se extendían hasta su espalda y sus ojos parecían estar mirándole el alma. Entonces, habló. Y le dio la mejor noticia que quizás habría podido escuchar: que no tendría que aguantarse a aquel astuto crío, pues las misiones se habían traspapelado.
El tal Mikazuki se perdió, y el nuevo decidió dejarle un guiño a Yogaru.
—En cuanto a usted, ahora yo soy su hombre, espero que no tenga más problemas, si no, ya le ha indicado mi compañero donde se encuentra el edificio de la Arashikage, estoy seguro de que ella misma estará encantada de atenderlo.
—¿Yui-sama, encantada de atenderme? —rió a carcajadas, y continuó—. me parece que no la conoces del todo bien, chaval. Si con encantada te refieres a que si llegamos a ir hasta allá, va a darnos dos patadas en el culo; quitándote a ti la misión y dejándome a mí sin cobrar el seguro de mi jodido restaurante, pues sí que llevas razón.
Suspiró, hastiado y terminó de calar su cigarro. Lo terminó y dejó que la colilla desgastada cayera al suelo.
—Y bien, así que eres mi hombre, ¿no? ¿y cómo se supone que te llamas, chaval?