30/09/2017, 23:15
Con un libro en la mano derecha y un paraguas en la izquierda, paseaba tranquilamente por las calles de Amegakure en busca de nada. Por algún motivo, me gustaba leer mientras caminaba, bajo el apasionante sonido de la lluvia. Y aunque mojarme me gustaba casi más, no podía permitir que el libro se deñara.
Al principio hacía bastante buen tiempo. Vale, no hacía sol, ni el cielo estaba despejado, ni soplaba una brisa cálida de verano. Pero para alguien del país de la tormenta, donde llovía día sí y día también, un día con una lluvia flojilla y sin apenas viento o relámpagos era un buen día.
De cualquier modo, mi alegría no duro mucho. Como si alguien le hubiera hecho algo muy malo al dios de la tormenta, el clima enfureció. El viento comenzó a soplar con más fuerza que antes. No tuve más remedio que cerrar el libro de golpe y guardarlo en… Me di cuenta muy tarde que no había ningún lugar en mi ropa para guardarlo.
Me di cuenta tarde porque, con mi pobre fuerza enfrentada a la del dios de la tormenta, el paraguas que sostenía salió volando en dirección a las afueras de la ciudad.
—Mierda…
Corrí tras mi paraguas. No es que no tuviera dinero para comprarme otro, pero ese era MI paraguas. Si, lo confieso, tenía el logo de los Ameranger, y me había costado muchísimo juntar los códigos de barras de las cajas de cereales que pedían para poder conseguirlo. Así que corrí como nunca había corrido hasta toparme con el borde de la aldea.
El paraguas no paró. Siguió su curso como un shuriken bien lanzado. No me detuve en el borde. Acumule chacra en mis pies y corrí por encima del agua. Tenía práctica con eso. Lo había empezado a hacer mucho antes que mis compañeros de clase y eso me había dado un par de años más de practica que al resto.
Ya me había olvidado del libro. A la porra, ese libro podía volver a conseguirlo, pero aquel paraguas era una edición limitada.
Entonces, de golpe, el viento dejo de soplar tan fuerte, y el paraguas cayó sobre una de las plataformas. Mejor dicho, cayó sobre alguien que estaba tumbado sobre una de las plataformas. Corrí en su auxilio, el del paraguas claro.
—¿Estas bien? —Dije mientras extendía la mano hacia el paraguas, aunque no quedó claro si le preguntaba al objeto o la persona a la que le había caído encima…
Al principio hacía bastante buen tiempo. Vale, no hacía sol, ni el cielo estaba despejado, ni soplaba una brisa cálida de verano. Pero para alguien del país de la tormenta, donde llovía día sí y día también, un día con una lluvia flojilla y sin apenas viento o relámpagos era un buen día.
De cualquier modo, mi alegría no duro mucho. Como si alguien le hubiera hecho algo muy malo al dios de la tormenta, el clima enfureció. El viento comenzó a soplar con más fuerza que antes. No tuve más remedio que cerrar el libro de golpe y guardarlo en… Me di cuenta muy tarde que no había ningún lugar en mi ropa para guardarlo.
Me di cuenta tarde porque, con mi pobre fuerza enfrentada a la del dios de la tormenta, el paraguas que sostenía salió volando en dirección a las afueras de la ciudad.
—Mierda…
Corrí tras mi paraguas. No es que no tuviera dinero para comprarme otro, pero ese era MI paraguas. Si, lo confieso, tenía el logo de los Ameranger, y me había costado muchísimo juntar los códigos de barras de las cajas de cereales que pedían para poder conseguirlo. Así que corrí como nunca había corrido hasta toparme con el borde de la aldea.
El paraguas no paró. Siguió su curso como un shuriken bien lanzado. No me detuve en el borde. Acumule chacra en mis pies y corrí por encima del agua. Tenía práctica con eso. Lo había empezado a hacer mucho antes que mis compañeros de clase y eso me había dado un par de años más de practica que al resto.
Ya me había olvidado del libro. A la porra, ese libro podía volver a conseguirlo, pero aquel paraguas era una edición limitada.
Entonces, de golpe, el viento dejo de soplar tan fuerte, y el paraguas cayó sobre una de las plataformas. Mejor dicho, cayó sobre alguien que estaba tumbado sobre una de las plataformas. Corrí en su auxilio, el del paraguas claro.
—¿Estas bien? —Dije mientras extendía la mano hacia el paraguas, aunque no quedó claro si le preguntaba al objeto o la persona a la que le había caído encima…
