1/10/2017, 18:10
(Última modificación: 11/12/2017, 00:37 por Uchiha Akame.)
Entretiempo, Otoño del año 217
Akame descansaba recostado en la incómoda silla de madera, con una taza de té humeante frente a él y su mochila de viaje apoyada en la pata derecha de la mesa. El Uchiha tenía entre sus manos un pequeño libro de bolsillo, abierto por una de las páginas intermedias, de tapa blanda y no excesivamente grueso. En la portada se podía ver a un shinobi huyendo entre los árboles de lo que parecían ser una furiosa tribu de enanos, todos pintarrajeados con tatuajes y llevando lanzas y espadas en sus manos. El protagonista llevaba colgado a la espalda una especie de instrumento musical de madera, parecido a un shamisen pero con la caja triangular y más cuerdas en el mástil. Sobre la imagen, en letras naranjas y amarillas, el título.
«Jones Juro y el Templo de la Balalaika»
Pese a que era un relato de ficción de lo más interesante, Akame no leía en aquel momento. Sus ojos se paseaban por la estancia, observando al resto de los parroquianos con mirada analítica, y sólo de vez en cuando regresaba a las páginas del libro para disimular.
«Todo esto es muy raro... Creo que ni siquiera debería estar aquí».
El Uchiha había recibido una escueta nota un par de días atrás en su propio domicilio, sin remitente ni firma. En ella se le pedía, por ser "un shinobi de reputada fama", asistencia para solucionar un asunto. Qué asunto era, ni quién lo solicitaba, no se mencionaba en absoluto en la nota. Sólo había un día, un lugar y una hora.
Y allí estaba, envuelto en su capa de viaje y con el estómago lleno. El hostal era bastante pequeño, lo suficiente como para pasar desapercibido; esa clase de edificio anodino y corriente que la gente ignora cuando camina por la calle. «Sin duda un lugar apropiado para una reunión como esta», caviló Akame. Tal y como le pedían no llevaba visible su bandana de Uzu —la tenía guardada en la mochila—, aunque sí su portaobjetos y su viejo ninjatō, que en ese momento descansaba apoyado en la mesa. Por lo demás, el shinobi vestía camiseta de mangas largas y cuello alto de color negro, pantalones largos azul marino y botas ninja altas, también negras. Todo cubierto por su vieja capa marrón.
Akame miró el reloj que colgaba de la pared... Sólo dos minutos para las once. La hora acordada.