3/10/2017, 15:54
Eri, como una buena chica y una ninja dispuesta a ayudar al populacho, saltó en ayuda de la mujer anciana. Aunque esta no se había caído, agradeció su ayuda.
—Si tan ricos son, que vengan los días que se necesite pagar para presumir de dinero. Así parece que solo aparentan y en verdad no tienen ni un triste ryo para pagarse la entrada pero eh, pasan gratis por su estúpido status... ¡Bah!
Juro notó como apretaba los puños. Si. Definitivamente, estaba furiosa con la situación.
— Mira las pintas que llevaba esa mujer. No creo que vengan a mirar las armas — murmuró Juro, con un suspiro —. En fin, espero que no nos los encontremos. Seguro que el museo es muy grande. Dicen que antes era el antiguo palacio de un señor feudal.
Mientras ambos miraban el panorama, el resto de personas poco a poco fue pasando. De uno en uno, sin más excepciones que aquellos dos personajes. Al final, primero a Eri y luego a Juro, a ambos les tocó entrar. Los dos hombres de seguridad miraron de reojo sus bandanas. Uno de ellos pareció estar a punto de decir algo, pero se contuvo.
— Disfruten de su visita.
Tras entrar por la gran puerta de piedra, se toparían con una pequeña sala que haría de recepción. A su frente, había un mostrador, con folletos para visitantes. Una mujer sonriente, de labios rojo carmín y una cola de caballo castaña , vestida de oficinista observaba a cada persona que pasaba. Desprendía un aura de amabilidad.
A ambos lados del mostrador, había dos puertas, que parecían bifurcar la expedición a dos lados.
La sala tenía unas paredes blancas, con numeroso retratos y un armario empotrado de madera de caoba a un lado. La gente iba y venía, entrado y saliendo por las dos puertas. A un lado, a la derecha, había un grupo de turistas entorno a un hombre que parecía actuar como guía.
—Si tan ricos son, que vengan los días que se necesite pagar para presumir de dinero. Así parece que solo aparentan y en verdad no tienen ni un triste ryo para pagarse la entrada pero eh, pasan gratis por su estúpido status... ¡Bah!
Juro notó como apretaba los puños. Si. Definitivamente, estaba furiosa con la situación.
— Mira las pintas que llevaba esa mujer. No creo que vengan a mirar las armas — murmuró Juro, con un suspiro —. En fin, espero que no nos los encontremos. Seguro que el museo es muy grande. Dicen que antes era el antiguo palacio de un señor feudal.
Mientras ambos miraban el panorama, el resto de personas poco a poco fue pasando. De uno en uno, sin más excepciones que aquellos dos personajes. Al final, primero a Eri y luego a Juro, a ambos les tocó entrar. Los dos hombres de seguridad miraron de reojo sus bandanas. Uno de ellos pareció estar a punto de decir algo, pero se contuvo.
— Disfruten de su visita.
Tras entrar por la gran puerta de piedra, se toparían con una pequeña sala que haría de recepción. A su frente, había un mostrador, con folletos para visitantes. Una mujer sonriente, de labios rojo carmín y una cola de caballo castaña , vestida de oficinista observaba a cada persona que pasaba. Desprendía un aura de amabilidad.
A ambos lados del mostrador, había dos puertas, que parecían bifurcar la expedición a dos lados.
La sala tenía unas paredes blancas, con numeroso retratos y un armario empotrado de madera de caoba a un lado. La gente iba y venía, entrado y saliendo por las dos puertas. A un lado, a la derecha, había un grupo de turistas entorno a un hombre que parecía actuar como guía.
Hablo / Pienso
Avatar hecho por la increible Eri-sama.
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Sellos implantados: Hermandad intrepida
- Juro y Datsue : Aliento nevado, 218. Poder:60