3/10/2017, 17:35
El encapuchado siguió con la mirada, oculta bajo la capucha que lanzaba una sombra sobre su rostro, a los tres muchachos conforme fueron tomando asiento. Primero el Uchiha, luego el pelirrojo, y finalmente el de cabellos color verde. «Nunca había visto a alguien con el pelo verde... Supongo que será tinte. Por Amaterasu, este chico está temblando casi más que nuestro misterioso amigo», caviló Akame al ver cómo el muchacho se sentaba a su lado y saludaba con escuetas palabras.
Hubo un silencio tenso en la taberna, sólo roto por el crepitar de la madera. El hombre misterioso se frotaba las manos con visible impaciencia, y siguió así durante unos momentos hasta que por fin habló.
—Pueden... Ejem —carraspeó—. Pueden llamarme Sensei. En efecto, fui yo quien les hizo llegar la invitación para acudir hoy aquí, y debo antes de nada agradecerles profundamente que hayan venido.
«Ni siquiera nos ha dicho qué quiere y ya nos está dando las gracias... Esto no me gusta», pensó Akame.
—Disculpen el sobrenombre, no crean que me ha pasado inadvertido el detalle de que yo conozco sus nombres pero ustedes no saben el mío —se excusó, haciendo gala de un lenguaje exquisito—. Pero me temo que son exigencias del guión. Verán, pertenezco a cierta... Organización, que precisa de los servicios de unos shinobi como ustedes. Se trata de un asunto delicado, se lo aseguro, de ahí que no haya utilizado los cauces, ejem... Oficiales —remarcó, con cierto nerviosismo.
El encapuchado metió una mano dentro de su capa y sacó una fotografía que dejó sobre la mesa, a la vista de los tres muchachos. En ella se podía ver a un hombre de unos cincuenta años que miraba directamente a la cámara, de pelo negro pero poblado de canas, bigote recortado y perilla estilo mosca. Vestía con extrema corrección una sobria camisa blanca y sobre ella un haori azul turquesa. Su mirada era penetrante e inteligente, perceptible incluso en una foto.
—Este caballero responde al nombre de Muten Rōshi. Es un prestigioso profesor de la Escuela de Historia de Taikarune y uno de sus principales valedores. Un excelente erudito que consiguió con muchos de sus trabajos que el Daimyō de Hi no Kuni financiara las invaluables obras académicas de la Escuela.
Con visible inquietud, el misterioso hombre se irguió en el asiento. No fue hasta ese momento que los chicos se dieron cuenta de que había estado encorvado todo el rato; ahora parecía bastante más alto, sacándole un par de cabezas a cada uno de los shinobi.
—Últimamente se ha extendido el rumor de que el profesor Muten tiene una... Amante —soltó de repente—. El servicio que preciso de ustedes es que me confirmen si esto es cierto, siempre con la más absoluta discrección.
El tipo metió otra vez una mano dentro de su capa, y sacó lo que parecía un artilugio bastante moderno, negro y cuadrado con una placa metálica en la parte de arriba. Todos lo reconocerían al momento como una cámara fotográfica.
—En caso de que estos, ejem... Rumores, sean ciertos, deberán aportar las pruebas pertinentes.
Se hizo el silencio otra vez. El encapuchado dejó tanto la foto del profesor como la cámara sobre la mesa, frente a los muchachos, y volvió a cruzar las manos.
—Podrán quedarse en este mismo hostal cuanto tiempo sea necesario, todos los gastos correrán de mi cuenta siempre que no se excedan, claro —los muchachos pudieron sentir como aquel tipo les miraba uno a uno bajo la sombra de su capucha—. ¿Tienen alguna pregunta, caballeros?
Hubo un silencio tenso en la taberna, sólo roto por el crepitar de la madera. El hombre misterioso se frotaba las manos con visible impaciencia, y siguió así durante unos momentos hasta que por fin habló.
—Pueden... Ejem —carraspeó—. Pueden llamarme Sensei. En efecto, fui yo quien les hizo llegar la invitación para acudir hoy aquí, y debo antes de nada agradecerles profundamente que hayan venido.
«Ni siquiera nos ha dicho qué quiere y ya nos está dando las gracias... Esto no me gusta», pensó Akame.
—Disculpen el sobrenombre, no crean que me ha pasado inadvertido el detalle de que yo conozco sus nombres pero ustedes no saben el mío —se excusó, haciendo gala de un lenguaje exquisito—. Pero me temo que son exigencias del guión. Verán, pertenezco a cierta... Organización, que precisa de los servicios de unos shinobi como ustedes. Se trata de un asunto delicado, se lo aseguro, de ahí que no haya utilizado los cauces, ejem... Oficiales —remarcó, con cierto nerviosismo.
El encapuchado metió una mano dentro de su capa y sacó una fotografía que dejó sobre la mesa, a la vista de los tres muchachos. En ella se podía ver a un hombre de unos cincuenta años que miraba directamente a la cámara, de pelo negro pero poblado de canas, bigote recortado y perilla estilo mosca. Vestía con extrema corrección una sobria camisa blanca y sobre ella un haori azul turquesa. Su mirada era penetrante e inteligente, perceptible incluso en una foto.
—Este caballero responde al nombre de Muten Rōshi. Es un prestigioso profesor de la Escuela de Historia de Taikarune y uno de sus principales valedores. Un excelente erudito que consiguió con muchos de sus trabajos que el Daimyō de Hi no Kuni financiara las invaluables obras académicas de la Escuela.
Con visible inquietud, el misterioso hombre se irguió en el asiento. No fue hasta ese momento que los chicos se dieron cuenta de que había estado encorvado todo el rato; ahora parecía bastante más alto, sacándole un par de cabezas a cada uno de los shinobi.
—Últimamente se ha extendido el rumor de que el profesor Muten tiene una... Amante —soltó de repente—. El servicio que preciso de ustedes es que me confirmen si esto es cierto, siempre con la más absoluta discrección.
El tipo metió otra vez una mano dentro de su capa, y sacó lo que parecía un artilugio bastante moderno, negro y cuadrado con una placa metálica en la parte de arriba. Todos lo reconocerían al momento como una cámara fotográfica.
—En caso de que estos, ejem... Rumores, sean ciertos, deberán aportar las pruebas pertinentes.
Se hizo el silencio otra vez. El encapuchado dejó tanto la foto del profesor como la cámara sobre la mesa, frente a los muchachos, y volvió a cruzar las manos.
—Podrán quedarse en este mismo hostal cuanto tiempo sea necesario, todos los gastos correrán de mi cuenta siempre que no se excedan, claro —los muchachos pudieron sentir como aquel tipo les miraba uno a uno bajo la sombra de su capucha—. ¿Tienen alguna pregunta, caballeros?