7/10/2017, 20:30
Karasukage, Reiji.
Reiji...
Claro, eso era. Le recordaba mucho al Reiji que una vez conoció, aunque no eran la misma persona. Éste no lucía como un fenómeno, aunque quizás podrían estar relacionados. De todas formas, tendría que preguntárselo después, teniendo en cuenta el buen puñado de interrogantes que dejó el Karasukage en el aire como víctima de su propia curiosidad.
—Ya veo que no sabes captar bien las ironías, ¿eh? —dijo, tras un bufido—. en fin, no preguntes tanto, que ni yo sé con certeza el por qué de mi extraña genética. Tampoco conozco a ningún familiar directo, así que entenderá que no he podido sacarme la duda con ellos, y tampoco es que me importe demasiado. ¿Que si he mordido culos? pues todavía no, pero sí un par de yugulares.
Entonces le miró, serio; aunque con una apenas visible curvatura en su labio.
—Si sigues preguntando tonterías, la tuya podría ser la tercera —espetó, mostrándole sus filosos dientes. Relucientes, que desde ahí tan cerca lucían como un centenar de pequeñas sierras desgarradoras de carne.
—¿Y tú de dónde has salido? pareces tener mi edad, pero no te graduaste en mi promoción. En la de la generación de oro, ya sabes; de los que fuimos al torneo.
Reiji...
Claro, eso era. Le recordaba mucho al Reiji que una vez conoció, aunque no eran la misma persona. Éste no lucía como un fenómeno, aunque quizás podrían estar relacionados. De todas formas, tendría que preguntárselo después, teniendo en cuenta el buen puñado de interrogantes que dejó el Karasukage en el aire como víctima de su propia curiosidad.
—Ya veo que no sabes captar bien las ironías, ¿eh? —dijo, tras un bufido—. en fin, no preguntes tanto, que ni yo sé con certeza el por qué de mi extraña genética. Tampoco conozco a ningún familiar directo, así que entenderá que no he podido sacarme la duda con ellos, y tampoco es que me importe demasiado. ¿Que si he mordido culos? pues todavía no, pero sí un par de yugulares.
Entonces le miró, serio; aunque con una apenas visible curvatura en su labio.
—Si sigues preguntando tonterías, la tuya podría ser la tercera —espetó, mostrándole sus filosos dientes. Relucientes, que desde ahí tan cerca lucían como un centenar de pequeñas sierras desgarradoras de carne.
—¿Y tú de dónde has salido? pareces tener mi edad, pero no te graduaste en mi promoción. En la de la generación de oro, ya sabes; de los que fuimos al torneo.
