8/10/2017, 11:19
— Me pregunto cuantas veces habrá sido usada.
—Seguramente no podamos ni imaginarlo —respondió ella aún asombrada por la belleza de aquel arma.
A la derecha habían más y más vitrinas, y pareció que a Juro le llamó la atención una especie de ballesta enorme y algo deteriorada ya que parecía que si la tocabas o la volvías a utilizar, acabaría por romperse. Al acercarse, Eri pudo leer que en la placa ponía Ballesta antigua.
— ¡Mira Eri! ¡Así eran estas armas antes!
Eri se acercó celerosa y se posicionó a la derecha del muchacho que acaba de llamarla, contemplando con los ojos bien abiertos aquel arma. ¿Y con eso lograban entrar en guerra y salir victoriosos? ¡Tendría que pesar una tonelada! A su lado reposaban numerosas flechas, seguramente serían la munición del arma que estaban contemplando. Pero seguía pensando que sería demasiado difícil poder utilizar algo así en batalla.
—¿Se sellarían las armas en el cuerpo también? —preguntó casi al aire.
Comenzó a caminar hacia otra vitrina, esta vez era una que estaba en el medio de la sala, como si fuese un ataúd y todos debieran contemplar lo que allí dentro se encontraba. Dentro había una espada, de una longitud casi más larga que ella misma y con el filo delgado, muy delgado; daba la sensación de que te podía cortar solo con rozarte. La punta de la espada parecía doblada, quedando un doble filo al final. Sin embargo, no era su material, ni su forma, sino su color.
Era azul claro, brillante, y Eri juraría que si mirabas bien, parecía ver un océano dentro.
El rugido del mar.
—Vaya... Si que eran extravagantes...
—Seguramente no podamos ni imaginarlo —respondió ella aún asombrada por la belleza de aquel arma.
A la derecha habían más y más vitrinas, y pareció que a Juro le llamó la atención una especie de ballesta enorme y algo deteriorada ya que parecía que si la tocabas o la volvías a utilizar, acabaría por romperse. Al acercarse, Eri pudo leer que en la placa ponía Ballesta antigua.
— ¡Mira Eri! ¡Así eran estas armas antes!
Eri se acercó celerosa y se posicionó a la derecha del muchacho que acaba de llamarla, contemplando con los ojos bien abiertos aquel arma. ¿Y con eso lograban entrar en guerra y salir victoriosos? ¡Tendría que pesar una tonelada! A su lado reposaban numerosas flechas, seguramente serían la munición del arma que estaban contemplando. Pero seguía pensando que sería demasiado difícil poder utilizar algo así en batalla.
—¿Se sellarían las armas en el cuerpo también? —preguntó casi al aire.
Comenzó a caminar hacia otra vitrina, esta vez era una que estaba en el medio de la sala, como si fuese un ataúd y todos debieran contemplar lo que allí dentro se encontraba. Dentro había una espada, de una longitud casi más larga que ella misma y con el filo delgado, muy delgado; daba la sensación de que te podía cortar solo con rozarte. La punta de la espada parecía doblada, quedando un doble filo al final. Sin embargo, no era su material, ni su forma, sino su color.
Era azul claro, brillante, y Eri juraría que si mirabas bien, parecía ver un océano dentro.
El rugido del mar.
—Vaya... Si que eran extravagantes...