10/10/2017, 09:37
(Última modificación: 10/10/2017, 09:39 por Aotsuki Ayame.)
«¿Pero qué estoy haciendo tan al norte y en pleno invierno?»
Aquel era el pensamiento que más veces se había repetido en su cabeza en las últimas horas. Arrebujada en su gruesa capa de viaje y con la capucha echada sobre la cabeza para protegerse del frío, había seguido caminando hacia el norte, siguiendo el límite con el País de la Tierra. En realidad, su intención había sido la de volver a visitar la Ciudad Fantasma o el Cementerio del Gobi, pero a medio camino se había acobardado al recordar lo que sucedió allí hacía relativamente poco y sus pies la dirigieron en dirección septentrional.
Aunque quizás habría sido más fácil simplemente dar media vuelta y regresar a casa, pero las maravillas que escuchó en una humilde posada de Yukio mientras se hospedaba para descansar del largo viaje le hizo replantearse el motivo de su viaje... e ir aún más hacia el norte.
Entre las cordilleras que nacían en el País de la Tierra y que se desplegaban sobre el País de la Tormenta, una caverna constituida enteramente por hielo daba entrada al Valle Aodori, un corazón de vida en mitad de aquel inhóspito paisaje. Ayame se apartó la capucha del rostro para poder mirar a su alrededor con mayor facilidad y no pudo contener una exclamación de admiración. Estaba rodeada por estalactitas y estalagmitas de hielo que se alargaban como los feroces colmillos de una bestia, pilares de hielo que sostenían y unían el techo y el suelo congelado. Aquí y allá, el frío había hecho de aquel su nido personal y trabajaba los carámbanos con capricho cariñoso.
—¡Qué bonito! —exclamó, maravillada, y el vaho escapó de entre sus labios como una pequeña nube que no tardó en deshacerse en el aire. El hielo captó sus palabras, y se las devolvió en forma de eco.
«Me pregunto si Kōri también tendrá una especie de corazón detrás de esa armadura de hielo.» Pensó para sí, divertida, meditando sobre la relación entre aquella caverna de hielo y la maravillosa pradera del Valle Aodori.
Pero fue un craso error distraerse en los dominios del Invierno. Su pie resbaló con una losa congelada y Ayame exhaló un chillido que reverberó entre las paredes cuando sintió que su cuerpo se precipitaba al vacío.