14/10/2017, 13:42
— Tienes razón, han perdido su valor — murmuró el chico, aunque ella pudo escucharle a la perfección—, o quizá ha sido el momento. O la mentalidad de la gente. Si... tiene sentido. Ahora ya nadie busca cosas así. Es todo u negocio; los creadores trabajan en cadena. Es una pena.
—Sí...
Sus azules ojos también se posaron sobre el arma que ambos estaban admirando.
— Algún día crearé algo tan genial como esto. Quiero reencontrarme con los artesanos de antaño.
—¿Fabricas armas? ¿O te gustaría aprender? —preguntó la joven claramente asombrada por la determinación del chico—. La verdad es que no me vería capaz, pero... Oye... Si algún día sabes cómo hacer armas, podrías hacerme una a mí, me encantaría tener una katana de color carmesí —soñó ella en voz alta, sin dejar de mirar el arma que había encerrada justo delante de sus ojos—, y con algún detalle guay... Sería la envidia de todo Uzushiogakure...
Acercó su mano a la vitrina, justo encima de la empuñadura de la espada y la cerró, imaginándose a ella misma sosteniendo un arma así.
—No me gusta luchar si no es estrictamente necesario, o si es amistoso, pero... Hombre, lucir un arma así en tu mano pues como que mola, ¡a cualquiera le entran las ganas de salir a la batalla con esto!
De pronto, uno de los guardias que hacían ronda por el museo mandó callar a la kunoichi que estaba subiendo el tono, claramente emocionada por sus pensamientos. La joven sonrió nerviosa y calló, asintiendo con la cabeza avergonzada.
—Deberíamos seguir mirando... —murmuró.
—Sí...
Sus azules ojos también se posaron sobre el arma que ambos estaban admirando.
— Algún día crearé algo tan genial como esto. Quiero reencontrarme con los artesanos de antaño.
—¿Fabricas armas? ¿O te gustaría aprender? —preguntó la joven claramente asombrada por la determinación del chico—. La verdad es que no me vería capaz, pero... Oye... Si algún día sabes cómo hacer armas, podrías hacerme una a mí, me encantaría tener una katana de color carmesí —soñó ella en voz alta, sin dejar de mirar el arma que había encerrada justo delante de sus ojos—, y con algún detalle guay... Sería la envidia de todo Uzushiogakure...
Acercó su mano a la vitrina, justo encima de la empuñadura de la espada y la cerró, imaginándose a ella misma sosteniendo un arma así.
—No me gusta luchar si no es estrictamente necesario, o si es amistoso, pero... Hombre, lucir un arma así en tu mano pues como que mola, ¡a cualquiera le entran las ganas de salir a la batalla con esto!
De pronto, uno de los guardias que hacían ronda por el museo mandó callar a la kunoichi que estaba subiendo el tono, claramente emocionada por sus pensamientos. La joven sonrió nerviosa y calló, asintiendo con la cabeza avergonzada.
—Deberíamos seguir mirando... —murmuró.