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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#4
—Ay, ay, ay... —gimoteaba Ayame, con la mano apoyada en la parte baja de su espalda.

Intentó levantarse, pero sus pies resbalaron en cuanto intentó apoyar el peso de su cuerpo en ellos. Extrañada, miró a su alrededor. Y lo que vio no le gustó nada. Se encontraba en una zona totalmente lisa de la cueva, pero el suelo no era de roca sino que lo cubría una gruesa capa de hielo. Aquí y allá varias rocas tan grandes como ella sobresalían de aquel océano congelado.

—Oh, no... ¿Y ahora qué hago? —se lamentó, alzando la mirada.

Después de tropezar, había caído a través de un agujero que ahora veía en el techo y que quedaba en aquellos momentos a unos tres metros por encima de su cabeza. Tozuda como sólo ella podía ser, Ayame apoyó las manos con cuidado en el hielo, pero cuando se dispuso a reincorporarse volvió a resbalarse y quedó de nuevo allí tendida.

—¡Jooooo!

Y de repente, una voz a lo lejos la sobresaltó.

—¡Sal de tu escondite! Tengo dos quelíceros y no dudaré en usarlos, ¡Vamos, muéstrate!

«¿Que... quelíceros...?» Se preguntó, profundamente confundida. Que ella supiera, los quelíceros eran las piezas que muchos arácnidos tenían justo antes de la boca y que utilizaban para agarrar a sus presas e inocularles veneno. Y que ella supiera también, los arácnidos no podían hablar. Así que, ¿a qué demonios se estaba refiriendo aquel que le había hablado?

Sacudió la cabeza, restándole importancia y tomó aire.

—Ha... ¿Hay alguien ahí? ¡Ayuda! ¡No puedo salir de aquí! —exclamó, con todas sus fuerzas. No terminaba de sentir demasiada confianza hacia el que había hablado, y menos después de que lo primero que le había dirigido había sido una clara amenaza...

Pero en aquellos momentos sólo le preocupaba salir de allí. Ya se encargaría más tarde de defenderse...
[Imagen: kQqd7V9.png]
Sprite por Karvistico.


—Habitación de Ayame: Link

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Mensajes en este tema
RE: Los primeros pasos del nuevo discípulo - por Aotsuki Ayame - 14/10/2017, 16:28


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