14/10/2017, 21:22
—¿Vienes mucho aquí?
Hideyoshi se dio la vuelta para comenzar a preparar dos tazones de fideos bien calientes y apetecibles para los jóvenes genin, mientras, Eri miraba fijamente al chico jugueteando con uno de sus mechones carmesíes.
—Venía mucho por aquí, sobre todo cuando no era capaz ni de freír un triste huevo en una sartén —explicó ella, Hideyoshi asentía aún de espaldas—. Cuando comencé a quitarme el miedo a encender un fuego en mi casa, mis visitas dejaron de ser tan frecuentes, pero todavía suelo venir a menudo —agregó con una sonrisa—. ¡Hideyoshi hace los mejores fideos de toda Uzushiogakure! —exclamó, orgullosa—. ¡Y me atrevo a decir que de todo Oonindo!
»Y también tiene los precios más baratos...
Hideyoshi se dio la vuelta y cruzó sus brazos a la altura del pecho, una sonrisa de oreja a oreja adornaba su cara.
—No es que tenga los precios más baratos, es que tu, pequeña marisabidilla; me lo regateaste tanto el primer día que te los bajé especialmente... —explicó, incluso parecía que uno de sus ojos se había entreabierto lo suficiente para fijar sus ojos en la chica que ahora sacaba la lengua a su compañero de oficio —. Pero bueno, dado a ello has venido aquí cada semana dos o tres veces, así que me renta tenerte como clienta... Muchacho —llamó a Nabi—, no te preocupes, te haré el mismo descuento que a ella.
Y volvió a darse la vuelta para seguir con lo suyo.
—¿Tú qué solías comer?
Hideyoshi se dio la vuelta para comenzar a preparar dos tazones de fideos bien calientes y apetecibles para los jóvenes genin, mientras, Eri miraba fijamente al chico jugueteando con uno de sus mechones carmesíes.
—Venía mucho por aquí, sobre todo cuando no era capaz ni de freír un triste huevo en una sartén —explicó ella, Hideyoshi asentía aún de espaldas—. Cuando comencé a quitarme el miedo a encender un fuego en mi casa, mis visitas dejaron de ser tan frecuentes, pero todavía suelo venir a menudo —agregó con una sonrisa—. ¡Hideyoshi hace los mejores fideos de toda Uzushiogakure! —exclamó, orgullosa—. ¡Y me atrevo a decir que de todo Oonindo!
»Y también tiene los precios más baratos...
Hideyoshi se dio la vuelta y cruzó sus brazos a la altura del pecho, una sonrisa de oreja a oreja adornaba su cara.
—No es que tenga los precios más baratos, es que tu, pequeña marisabidilla; me lo regateaste tanto el primer día que te los bajé especialmente... —explicó, incluso parecía que uno de sus ojos se había entreabierto lo suficiente para fijar sus ojos en la chica que ahora sacaba la lengua a su compañero de oficio —. Pero bueno, dado a ello has venido aquí cada semana dos o tres veces, así que me renta tenerte como clienta... Muchacho —llamó a Nabi—, no te preocupes, te haré el mismo descuento que a ella.
Y volvió a darse la vuelta para seguir con lo suyo.
—¿Tú qué solías comer?