16/10/2017, 00:42
El chico accedió a recibir toda la carne, sin embargo la joven se quedó un poco impactada ante lo sucedido, por lo cual su enrojecimiento duraría durante un poco más de tiempo.
Nabi terminó de comer más tarde que la kunoichi, y ésta, que había apurado bien el plato, parecía que no lo había hecho en comparación con el impecable bol que tenía Nabi delante. Hideyoshi se dio la vuelta y tomó ambos boles, claramente satisfecho de que su comida fuese bien recibida por su gente.
— ¿Y ahora qué? ¿Quieres ir a dar una vuelta y así hablamos tranquilamente? Podríamos buscar un sitio para tomar un postre, con chocolate a poder ser. Como he echado de menos el chocolate.
—Oh, claro, seguramente haya alguna heladería abierta, aunque no hasta muy tarde, así que habrá que darse un poco de prisa —explicó la kunoichi mientras se levantaba del taburete en el que estaba sentada —. Gracias, Hideyoshi, aquí tienes, sesenta ryo.
La joven sacó su cartera de uno de los sellos que tenía en el brazo derecho y tomó el dinero, acto seguido se lo tendió al hombre que lo recibió sin objetar y cuando ya estuvo todo en orden, volvió a guardarla en su sitio.
—Lo siento, Stuffy, la próxima vez comeremos en mi casa y te haré algo especial —le dijo al perro una vez hubieran retomado el paseo nocturno, en dirección a algún sitio donde sirvieran comestibles dulces —. ¿Qué querrías de postre? —preguntó para volver a entablar una conversación.
Nabi terminó de comer más tarde que la kunoichi, y ésta, que había apurado bien el plato, parecía que no lo había hecho en comparación con el impecable bol que tenía Nabi delante. Hideyoshi se dio la vuelta y tomó ambos boles, claramente satisfecho de que su comida fuese bien recibida por su gente.
— ¿Y ahora qué? ¿Quieres ir a dar una vuelta y así hablamos tranquilamente? Podríamos buscar un sitio para tomar un postre, con chocolate a poder ser. Como he echado de menos el chocolate.
—Oh, claro, seguramente haya alguna heladería abierta, aunque no hasta muy tarde, así que habrá que darse un poco de prisa —explicó la kunoichi mientras se levantaba del taburete en el que estaba sentada —. Gracias, Hideyoshi, aquí tienes, sesenta ryo.
La joven sacó su cartera de uno de los sellos que tenía en el brazo derecho y tomó el dinero, acto seguido se lo tendió al hombre que lo recibió sin objetar y cuando ya estuvo todo en orden, volvió a guardarla en su sitio.
—Lo siento, Stuffy, la próxima vez comeremos en mi casa y te haré algo especial —le dijo al perro una vez hubieran retomado el paseo nocturno, en dirección a algún sitio donde sirvieran comestibles dulces —. ¿Qué querrías de postre? —preguntó para volver a entablar una conversación.