17/10/2017, 15:59
El torneo había pasado al completo siendo ya un recuerdo amargo y lejano en la mente del monje. Pero a pesar de eso, su propia decepción lo seguía atacando y su entrenamiento diario e intenso no tuvo descanso en ningún momento. Solía viajar a diferentes lugares del continente para romper la rutina y de esa manera ir conociendo las culturas y localizaciones que lo rodeaban en aquel mundo. Pero tras tres meses de viajes, aislamiento y entrenamiento, era momento de tener una trago en la mano y recostarse junto al mar para descansar.
Era shinobi, sí, y bastante devoto, también, pero todos se merecían un poco de vacaciones, solo unos días donde lo único importante es gastar los ryos ganados y no pensar en nada más que no sea para el disfrute.
Lejos de su casa, en el País del Agua, Karamaru se encontraba en el Puerto de Kasukami en el grupo que esperaba abordar un barco de madera de gran tamaño. Mástiles imponentes, velas blancas destellantes y decoraciones color oro que recorrían todo el casco hasta llegar a la proa, y a los ojos de una sirena rústica que descansaba en el palo frontal de la embarcación. Era un viaje de unos pocos días, un paquete vendido para tener una experiencia naval simple y relajante. Aún así, el navío poseía, por el aviso que vio antes de llegar al lugar, su propio médico, una cocina con un buen menú diario, un pequeño casino, una sala de entrenamiento, interacción con una tripulación amigable y más cosas que las dejaban a la curiosidad para entusiasmar el viaje.
En un puerto bullicioso, era difícil saber quien de todo los presentes en aquel lugar eran quienes embarcarían, solo tenía claro que los tripulantes serían aquellos hombres grandotes que cargaban cajas al interior del barco, y los otros que hacían el mismo trabajo pero al revés, descargaban.
La luz del Sol seguía a pleno a pesar de faltar poco para el atardecer y la pila de cosas que iban cargando al barco cada vez se hacía menor. En la cubierta, se podía ver a un capitán con sombrero y túnica larga negra que miraba de vez en cuando para, supuso Karamaru, saber cuando zarpar.
A este paso no subiremos más- susurró oculto bajo la capucha de su túnica negra.
Era shinobi, sí, y bastante devoto, también, pero todos se merecían un poco de vacaciones, solo unos días donde lo único importante es gastar los ryos ganados y no pensar en nada más que no sea para el disfrute.
Lejos de su casa, en el País del Agua, Karamaru se encontraba en el Puerto de Kasukami en el grupo que esperaba abordar un barco de madera de gran tamaño. Mástiles imponentes, velas blancas destellantes y decoraciones color oro que recorrían todo el casco hasta llegar a la proa, y a los ojos de una sirena rústica que descansaba en el palo frontal de la embarcación. Era un viaje de unos pocos días, un paquete vendido para tener una experiencia naval simple y relajante. Aún así, el navío poseía, por el aviso que vio antes de llegar al lugar, su propio médico, una cocina con un buen menú diario, un pequeño casino, una sala de entrenamiento, interacción con una tripulación amigable y más cosas que las dejaban a la curiosidad para entusiasmar el viaje.
En un puerto bullicioso, era difícil saber quien de todo los presentes en aquel lugar eran quienes embarcarían, solo tenía claro que los tripulantes serían aquellos hombres grandotes que cargaban cajas al interior del barco, y los otros que hacían el mismo trabajo pero al revés, descargaban.
La luz del Sol seguía a pleno a pesar de faltar poco para el atardecer y la pila de cosas que iban cargando al barco cada vez se hacía menor. En la cubierta, se podía ver a un capitán con sombrero y túnica larga negra que miraba de vez en cuando para, supuso Karamaru, saber cuando zarpar.
A este paso no subiremos más- susurró oculto bajo la capucha de su túnica negra.
"El miedo es el camino al lado oscuro. El miedo lleva a la ira, la ira al odio, el odio al sufrimiento, y el sufrimiento al lado oscuro"
-Maestro Yoda.
◘ Hablo ◘ Pienso ◘
-Maestro Yoda.
◘ Hablo ◘ Pienso ◘