17/10/2017, 21:02
El cielo yacía oscuro, tan siniestro como el funeral de una monja en pleno invierno. De hecho, apenas podía distinguirse una mera constelación el el gran y supuesto azul, ni una mera estrella, ni tan siquiera la maldita luna. Nada de nada. Todo era negro, absoluto y sobrecogedor.
La chica se miró las manos, pero ni tan siquiera era capaz de verlas. Agazapada, como si acabase de salir del vientre de su madre, la chica se sentía en un vacío que apenas recordaba. De hecho, apenas recordaba cómo había llegado hasta allí, o el donde había de estar.
«¿Estaré muerta... de nuevo?» Pensó, ilusa.
Pero había una gran verdad tras de ello, jamás había tenido esa sensación. Simplemente resucitaba, se curaba de cualquier herida, y todo recuerdo se desvanecía, como si nada hubiese ocurrido. De hecho, normalmente quedaba tan en blanco que apenas sabía que hacía en ese sitio.
«¿Será que he quedado atrapada en un bucle y no consigo resucitar? Diablos... ¿será ésto lo que se siente al morir, al hacerlo definitivamente...?»
Al final, la chica se cargó de determinación, y estiró los brazos hacia su frente, como intentando empujar aquello que tenía a su frente —oscuridad— pensando que no toparía con nada. Sin embargo, si que topó con algo.
¡TAP!
La chica tuvo que tomarse unos segundos para reflexionar, el tacto había sido como... «¿¡Madera!?»
Sin mas, palpó la superficie, hasta que dio con un pomo. La desdicha parecía haber llegado al final, o solo a dar comienzo. Giró el pomo, y tiró hacia delante, golpeandose con un haz de luz tan potente que le impidió la vista por unos segundos. La chica, como acto reflejo, se llevó la diestra hacia arriba, anteponiendola a su rostro en un vano intento de esclarecer lo que sucedía. Avanzó un poco, y al cabo de un instante pudo avistar que a su alrededor había una autentica fiesta acabada. Había una cama al final, un par de tipos, y un par de chicas. Botellas de alcohol por todas partes, al igual que ropa de toda clase. Incluso habían pipas y algún que otro estupefaciente...
«Vaya fiesta me tuve que pegar si mi regeneración no pudo aguantar el ritmo...»
Apenas dio un segundo paso, topó con una de las botellas. No la golpeó con la fuerza necesaria para tirarla, pero ésto le hizo ver que ella estaba completamente vestida, y que había salido de un... «¿un armario?»
No tenía ni idea de cómo había llegado hasta allí, pero por suerte o desgracia no había sido cosa de una muerte, por tanto tenía bastantes recuerdos vivos... aunque solo algunos de cómo había comenzado todo.
Se alborotó un poco la cabellera, y crujió el cuello. Sin mas reparo, se agachó y tomó la botella. —Vaya tela... —Le propinó un buche, y no tuvo mas remedio que encoger el rostro en una mueca de desagrado. —¡Puaj! Vaya asco...
Avanzó hacia la puerta, y tomó otra de las botellas. Armada con ambos "refrigerios", salió por la puerta, dejándola tal y como la había encontrado —abierta—.
Bajó las escaleras, y resulta que se encontraba en una taberna. Sin mediar palabra alguna, salió por la puerta, y de nuevo, le propinó un generoso trago al licor, en ésta ocasión al de la otra botella. Apenas era medio día, pero la chica ya había comenzado a beber...
Bueno, la búsqueda continuaba, tenía que encontrar información sobre las pirámides de Sanbei, y no había mejor manera que de taberna en taberna, eso era mas que obvio. Quizás una buena idea era dejar de beber un poco, pero... en cierta manera, al menos así lo pasaba bien. O no.
En fin, ni que se jugase la vida con ello...
Las calles de Oniido eran para ella, y caminaba por éstas como si realmente fuese su dueña.
La chica se miró las manos, pero ni tan siquiera era capaz de verlas. Agazapada, como si acabase de salir del vientre de su madre, la chica se sentía en un vacío que apenas recordaba. De hecho, apenas recordaba cómo había llegado hasta allí, o el donde había de estar.
«¿Estaré muerta... de nuevo?» Pensó, ilusa.
Pero había una gran verdad tras de ello, jamás había tenido esa sensación. Simplemente resucitaba, se curaba de cualquier herida, y todo recuerdo se desvanecía, como si nada hubiese ocurrido. De hecho, normalmente quedaba tan en blanco que apenas sabía que hacía en ese sitio.
«¿Será que he quedado atrapada en un bucle y no consigo resucitar? Diablos... ¿será ésto lo que se siente al morir, al hacerlo definitivamente...?»
Al final, la chica se cargó de determinación, y estiró los brazos hacia su frente, como intentando empujar aquello que tenía a su frente —oscuridad— pensando que no toparía con nada. Sin embargo, si que topó con algo.
¡TAP!
La chica tuvo que tomarse unos segundos para reflexionar, el tacto había sido como... «¿¡Madera!?»
Sin mas, palpó la superficie, hasta que dio con un pomo. La desdicha parecía haber llegado al final, o solo a dar comienzo. Giró el pomo, y tiró hacia delante, golpeandose con un haz de luz tan potente que le impidió la vista por unos segundos. La chica, como acto reflejo, se llevó la diestra hacia arriba, anteponiendola a su rostro en un vano intento de esclarecer lo que sucedía. Avanzó un poco, y al cabo de un instante pudo avistar que a su alrededor había una autentica fiesta acabada. Había una cama al final, un par de tipos, y un par de chicas. Botellas de alcohol por todas partes, al igual que ropa de toda clase. Incluso habían pipas y algún que otro estupefaciente...
«Vaya fiesta me tuve que pegar si mi regeneración no pudo aguantar el ritmo...»
Apenas dio un segundo paso, topó con una de las botellas. No la golpeó con la fuerza necesaria para tirarla, pero ésto le hizo ver que ella estaba completamente vestida, y que había salido de un... «¿un armario?»
No tenía ni idea de cómo había llegado hasta allí, pero por suerte o desgracia no había sido cosa de una muerte, por tanto tenía bastantes recuerdos vivos... aunque solo algunos de cómo había comenzado todo.
Se alborotó un poco la cabellera, y crujió el cuello. Sin mas reparo, se agachó y tomó la botella. —Vaya tela... —Le propinó un buche, y no tuvo mas remedio que encoger el rostro en una mueca de desagrado. —¡Puaj! Vaya asco...
Avanzó hacia la puerta, y tomó otra de las botellas. Armada con ambos "refrigerios", salió por la puerta, dejándola tal y como la había encontrado —abierta—.
Bajó las escaleras, y resulta que se encontraba en una taberna. Sin mediar palabra alguna, salió por la puerta, y de nuevo, le propinó un generoso trago al licor, en ésta ocasión al de la otra botella. Apenas era medio día, pero la chica ya había comenzado a beber...
Bueno, la búsqueda continuaba, tenía que encontrar información sobre las pirámides de Sanbei, y no había mejor manera que de taberna en taberna, eso era mas que obvio. Quizás una buena idea era dejar de beber un poco, pero... en cierta manera, al menos así lo pasaba bien. O no.
En fin, ni que se jugase la vida con ello...
Las calles de Oniido eran para ella, y caminaba por éstas como si realmente fuese su dueña.