18/10/2017, 01:07
La punta de la Uchigatana dejaría de amenazarle, la fémina además agacharía ligeramente la mirada y llegaría a murmurar algo. Algo que Mogura llegaría a percibir de una forma, pero que no tardaría en descartar.
La mujer les daría la espalda y comenzaría a llevar sus pasos en una dirección.
«¿No va a decirnos nada...?»
No pudo evitar pensar el joven médico. Pero antes de que pudiese reparar en lo que estaba sucediendo realmente...
...sintió el helado beso del metal abriéndose paso por su espalda hasta llegar al otro lado y mostrarse finalmente con un atuendo rojo, rojo sangre. Un gemido de dolor se vería ahogado por el efecto que tendría el sentir la espada atravesarlo. Su rostro se frunciría en una mueca de profundo dolor y por un momento quizás sentiría que se estaba a punto de desmayar.
— ¡Un médico que llega tarde es un médico inutil!
Después de escuchar esas palabras. La katana de la mujer saldría del cuerpo de Mogura. Solo entonces su postura se vería alterada, de manera inconsciente su pierna avanzaría para evitar que el cuerpo cayera como consecuencia de echar el peso del mismo hacía el frente. Su cabeza se agacharía y sus manos tomarían su pecho, donde se suponía que debía estar la herida abierta.
Pero no habría nada.
En ese momento sus ojos buscaron a la mujer, y verían entonces los orbes del color del fuego con aquellas particulares formas rodeando el iris. La mirada misma de un demonio que le observaba con fiereza. Tuvo que apartar la vista, llevándola al piso mismo.
— Seguidme ¡y rapidito que hay un montón de heridos!
Mogura seguiría con la cabeza gacha incluso habiendo escuchado aquella orden. Necesitaba realmente un momento para entender lo que había sucedido. Una de sus manos bajaría hasta su rodilla para ayudarse a mantener la estabilidad mientras recuperaba un ritmo normal de respiración.
«Una ilusión...»
De haber sido de otra manera estaría escupiendo sangre en el piso.
«Un llamado de atención era menester...»
Y él se había puesto al frente del grupo porque sabía que era así.
«Pero usar un puto genjutsu...es pasarse.»
Cerró con fuerza sus manos. De ninguna manera aprobaba esa clase de comportamiento por parte un superior para con sus subordinados. Estaba molesto, no solo con la idea de que la mujer a la que debía obedecer acababa de torturarlo, sino con la idea de que estuvo a punto de responderle.
Respiró profundamente y se recompuso. Llevó entonces una mano hasta su cabeza y acomodó su peinado.
No perdamos tiempo.
Se limitaría a decir, al aire mismo si es que sus compañeros le habían dejado atrás por miedo a recibir una puñalada verdadera.
La mujer les daría la espalda y comenzaría a llevar sus pasos en una dirección.
«¿No va a decirnos nada...?»
No pudo evitar pensar el joven médico. Pero antes de que pudiese reparar en lo que estaba sucediendo realmente...
...sintió el helado beso del metal abriéndose paso por su espalda hasta llegar al otro lado y mostrarse finalmente con un atuendo rojo, rojo sangre. Un gemido de dolor se vería ahogado por el efecto que tendría el sentir la espada atravesarlo. Su rostro se frunciría en una mueca de profundo dolor y por un momento quizás sentiría que se estaba a punto de desmayar.
— ¡Un médico que llega tarde es un médico inutil!
Después de escuchar esas palabras. La katana de la mujer saldría del cuerpo de Mogura. Solo entonces su postura se vería alterada, de manera inconsciente su pierna avanzaría para evitar que el cuerpo cayera como consecuencia de echar el peso del mismo hacía el frente. Su cabeza se agacharía y sus manos tomarían su pecho, donde se suponía que debía estar la herida abierta.
Pero no habría nada.
En ese momento sus ojos buscaron a la mujer, y verían entonces los orbes del color del fuego con aquellas particulares formas rodeando el iris. La mirada misma de un demonio que le observaba con fiereza. Tuvo que apartar la vista, llevándola al piso mismo.
— Seguidme ¡y rapidito que hay un montón de heridos!
Mogura seguiría con la cabeza gacha incluso habiendo escuchado aquella orden. Necesitaba realmente un momento para entender lo que había sucedido. Una de sus manos bajaría hasta su rodilla para ayudarse a mantener la estabilidad mientras recuperaba un ritmo normal de respiración.
«Una ilusión...»
De haber sido de otra manera estaría escupiendo sangre en el piso.
«Un llamado de atención era menester...»
Y él se había puesto al frente del grupo porque sabía que era así.
«Pero usar un puto genjutsu...es pasarse.»
Cerró con fuerza sus manos. De ninguna manera aprobaba esa clase de comportamiento por parte un superior para con sus subordinados. Estaba molesto, no solo con la idea de que la mujer a la que debía obedecer acababa de torturarlo, sino con la idea de que estuvo a punto de responderle.
Respiró profundamente y se recompuso. Llevó entonces una mano hasta su cabeza y acomodó su peinado.
No perdamos tiempo.
Se limitaría a decir, al aire mismo si es que sus compañeros le habían dejado atrás por miedo a recibir una puñalada verdadera.
Hablo - Pienso