Conforme la botella se vaciaba, las ideas y recuerdos regresaban poco a poco, a modo de flashes. Sabía que estaba allí en busca de información de las pirámides, que Keisuke ya le había dado dato sobre lo que ésta pretendía —adentrarse en ese tétrico y mortífero lugar—, así como iban y venían flashes de un tipo que le sonaba bastante, ese tipo que mucho tiempo atrás le dio su bien mas preciado. No sabía muy bien el porqué, pero ésta persona se traía algo entre manos, algo de suma importancia.
Algo que no recordaba apenas.
Sin dilación, alzó la botella, brindando a los siete cielos. De nuevo, le propinó otro soberbio buche, abundante y para nada tímido. El rubor amenazaba en sus mejillas, cual comadreja atenta contra el armario de las pastillas. Su tambaleo era sutil, apenas tomaba importancia en su matutino paseo de medio día, puesto que le permitía caminar casi sin problema. Despegó la botella de sus morros, y se quitó el sobrante de licor de los labios con el dorso de la mano. Sin lugar a la duda, en otra época habría sido una pirata de consideración, y eso tan solo con ver su manera de beber.
A sendos lados de la calle, las tiendas casi comenzaban a cerrar, dándose un respiro para la hora de la comida. La gente iba y venía a su rollo, ensimismados, haciendo apenas caso a la chica. Evidentemente, alguna que otra mirada si que despertaba su espectacular cuerpo —sus curvas— era imposible no caer en la tentación.
De pronto, un chico bien pisaverde —aunque descuidado en el arte onírico— tomó la iniciativa en una alocada conversación para con la pelirroja. En un principio la calificó como Aiko la "rompecorazones" para a no mucho tardar arremeter con otro adjetivo un tanto mas descortés. La pelirroja alzó una ceja, extrañada ante tal afirmación, apenas sonaba a ella...
«¿Borracha...?» Pensó, sin darse apenas cuenta de que llevaba una botella a cada mano. Vamos, un detalle insignificante.
La pregunta final del chico permaneció en el aire quizás algo mas de lo deseado. Sin duda, pillaba por sorpresa a la kunoichi. Bueno, no era la primera vez que le pasaba algo similar... pero, sin duda no esperaba que le fuese a pasar en ese preciso instante, sin comerlo ni beberlo.
Se llevó la diestra hacia la sien, y rascó levemente en un gesto dubitativo, acompañado obviamente por la botella de alcohol. Entrecerró los ojos, y torció la nariz, intentando recordar algo, en un vano intento. —Esto... —alzó el índice de su diestra, apuntando poco mas arriba del rostro del chico, como si recién hubiese encontrado alguna excusa, o un nombre. —!Tsk! —chasqueó la lengua, incapaz de soltar una bula y ver si de por casualidad acertaba.
Se encogió de hombros, y desistió. —¿Quien coño eres? —preguntó. Rotunda, sin dilaciones, mas seca que la mojama.
Para combatir esa falta de humedad requerida en sus paladar, le propinó otro buche a la botella. Ésta vez sería uno mas corto, obviamente la situación no era la mas apropiada.
Algo que no recordaba apenas.
Sin dilación, alzó la botella, brindando a los siete cielos. De nuevo, le propinó otro soberbio buche, abundante y para nada tímido. El rubor amenazaba en sus mejillas, cual comadreja atenta contra el armario de las pastillas. Su tambaleo era sutil, apenas tomaba importancia en su matutino paseo de medio día, puesto que le permitía caminar casi sin problema. Despegó la botella de sus morros, y se quitó el sobrante de licor de los labios con el dorso de la mano. Sin lugar a la duda, en otra época habría sido una pirata de consideración, y eso tan solo con ver su manera de beber.
A sendos lados de la calle, las tiendas casi comenzaban a cerrar, dándose un respiro para la hora de la comida. La gente iba y venía a su rollo, ensimismados, haciendo apenas caso a la chica. Evidentemente, alguna que otra mirada si que despertaba su espectacular cuerpo —sus curvas— era imposible no caer en la tentación.
De pronto, un chico bien pisaverde —aunque descuidado en el arte onírico— tomó la iniciativa en una alocada conversación para con la pelirroja. En un principio la calificó como Aiko la "rompecorazones" para a no mucho tardar arremeter con otro adjetivo un tanto mas descortés. La pelirroja alzó una ceja, extrañada ante tal afirmación, apenas sonaba a ella...
«¿Borracha...?» Pensó, sin darse apenas cuenta de que llevaba una botella a cada mano. Vamos, un detalle insignificante.
La pregunta final del chico permaneció en el aire quizás algo mas de lo deseado. Sin duda, pillaba por sorpresa a la kunoichi. Bueno, no era la primera vez que le pasaba algo similar... pero, sin duda no esperaba que le fuese a pasar en ese preciso instante, sin comerlo ni beberlo.
Se llevó la diestra hacia la sien, y rascó levemente en un gesto dubitativo, acompañado obviamente por la botella de alcohol. Entrecerró los ojos, y torció la nariz, intentando recordar algo, en un vano intento. —Esto... —alzó el índice de su diestra, apuntando poco mas arriba del rostro del chico, como si recién hubiese encontrado alguna excusa, o un nombre. —!Tsk! —chasqueó la lengua, incapaz de soltar una bula y ver si de por casualidad acertaba.
Se encogió de hombros, y desistió. —¿Quien coño eres? —preguntó. Rotunda, sin dilaciones, mas seca que la mojama.
Para combatir esa falta de humedad requerida en sus paladar, le propinó otro buche a la botella. Ésta vez sería uno mas corto, obviamente la situación no era la mas apropiada.