19/10/2017, 19:13
La leche… ¿De verdad no se acordaba de nada? ¿Acaso el motivo por el que no había acudido a la cita había sido precisamente…? «No te des esperanzas tontamente, iluso»
Iba a responderle, pero algo raro pasaba. Aiko había quedado en blanco. Pálida como la cera y con la mirada ida.
—Oye, ¿estás…?
Crash, crash, crash… Los sonidos de las botellas al hacerse añicos. Un segundo más tarde, la punta de una lanza hecha en papel avanzaba peligrosamente hacia su garganta. El Uciha interpuso una mano entre la lanza y el cuello, mientras retrocedía de puro instinto, de suerte que la lanza quedó a escasos milímetros de la palma de su mano. La otra palma la mantenía alzada, en señal de tregua.
—¡Ey, ey, tranquila! —exclamó rápidamente, con el sharingan de tres aspas brillando en sus ojos—. ¡Que yo no soy inmortal, joder! —¿Qué narices le pasaba? Siempre la había visto calmada, segura de sí misma como nadie y manejando situaciones de lo más peligrosas como si simplemente estuviese haciendo una tarea del hogar. ¿A qué venían tantos nervios? ¿Tanta tensión?—. Vale, vale, te creo. Te lo contaré todo, ¿de acuerdo? Vivimos una aventura en Yamiria, hace muchos meses atrás. Ahí fue donde nos conocimos —empezó, relatándole la historia a toda prisa—. Luego nos encontramos en el Valle de los Dojos. ¿Recuerdas ese torneo que hicieron las tres aldeas? Yo iba por Uzu. Allí… Bueno, estrechamos nuestros lazos. —Era una manera elegante de decirlo—. Habíamos quedado de vernos tras nuestro respectivo combate, pero no acudiste a la cita. Luego el torneo se acabó y nunca más supe de ti… hasta ahora.
Para haberlo dicho todo de una tacada, consideró que le había salido bastante bien. Ni siquiera se había perdido en exageraciones o adornos, como tanto le solía gustar.
Iba a responderle, pero algo raro pasaba. Aiko había quedado en blanco. Pálida como la cera y con la mirada ida.
—Oye, ¿estás…?
Crash, crash, crash… Los sonidos de las botellas al hacerse añicos. Un segundo más tarde, la punta de una lanza hecha en papel avanzaba peligrosamente hacia su garganta. El Uciha interpuso una mano entre la lanza y el cuello, mientras retrocedía de puro instinto, de suerte que la lanza quedó a escasos milímetros de la palma de su mano. La otra palma la mantenía alzada, en señal de tregua.
—¡Ey, ey, tranquila! —exclamó rápidamente, con el sharingan de tres aspas brillando en sus ojos—. ¡Que yo no soy inmortal, joder! —¿Qué narices le pasaba? Siempre la había visto calmada, segura de sí misma como nadie y manejando situaciones de lo más peligrosas como si simplemente estuviese haciendo una tarea del hogar. ¿A qué venían tantos nervios? ¿Tanta tensión?—. Vale, vale, te creo. Te lo contaré todo, ¿de acuerdo? Vivimos una aventura en Yamiria, hace muchos meses atrás. Ahí fue donde nos conocimos —empezó, relatándole la historia a toda prisa—. Luego nos encontramos en el Valle de los Dojos. ¿Recuerdas ese torneo que hicieron las tres aldeas? Yo iba por Uzu. Allí… Bueno, estrechamos nuestros lazos. —Era una manera elegante de decirlo—. Habíamos quedado de vernos tras nuestro respectivo combate, pero no acudiste a la cita. Luego el torneo se acabó y nunca más supe de ti… hasta ahora.
Para haberlo dicho todo de una tacada, consideró que le había salido bastante bien. Ni siquiera se había perdido en exageraciones o adornos, como tanto le solía gustar.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado