19/10/2017, 22:23
La chica comenzó a caminar casi que a la par que su acompañante, con algo mas de calma entre pecho y espalda, aunque no demasiada. Después de todo, un mal presagio venía gritandole a susurros que Blame era real, que no eran meras voces y flashes en su cabeza, que no se estaba volviendo loca.
¿Un consuelo o una desdicha?
Fuese como fuese, una voz de un Demonio que te repite una y otra vez que debes matar a todo humano —y que insiste en que debes ayudarle en esa labor— no puede ser algo bueno, ya sea real o no. Ni moral ni ética pueden ayudar en ese mal trago, en ese instinto asesino que éste quería despertar en la chica. Sin duda, últimamente no andaba en su mejor momento, pero no iba a caer en ese pozo con los ojos vendados... por mucha memoria que pudiese perder. No era una mera marioneta, y no caería en los hilos de ese titiritero.
En el mismo camino, Datsue acertó de lleno en el lugar que la chica quería visitar, y eso que ésta no le había soltado prenda aún. Sin lugar a duda, o iba pregonando con un altavoz todo lo que quería hacer, o ese chico había tenido oportunidad de conocerla de verdad. Sin cortar la conversación, la chica escuchó cómo el intrépido al parecer era su futuro compañero de viaje. Habían quedado hacía meses en ir, y resulta de que habían tenido un encuentro de lo mas insólito, justo en la fecha. Quizás día arriba o día abajo, pero mas que próximo.
El destino a veces era de lo mas caprichoso...
—Vaya... si que es una casualidad... Datsue. —confesó.
Llegando a la puerta de la taberna, y justo cuando la chica se disponía a empujar la madera para abrir el paso, el chico mencionó algo que de nuevo llamó la atención de la chica, y que interrumpió su acción. Quedó helada, tan solo pudo mover sus ojos hacia Datsue.
—Entonces... —tragó saliva. —¡Mierda!
Y con las mismas, destrozó sus nudillos contra la puerta, abriendola de golpe.
¡¡PLAF!!
Allí estaban, presentándose ante un montón de desconocidos con una entrada típica de oeste. La mirada de la chica de nuevo se dirigió hacia el frente, aunque no hacia las personas que le correspondían la mirada. Sus nudillos comenzaron a sangrar, y ésta, casi carente de sensibilidad en ese preciso momento, dejó caer otro suspiro.
—Creía que eran solamente pesadillas...
No entró en el antro, había algo que llamaba mas su atención.
—¿Por eso quería ir a las pirámides? ¿para encontrarlo?
Mil y una dudas asaltaban su cabeza en ese preciso instante, y es que no era para menos...
¿Un consuelo o una desdicha?
Fuese como fuese, una voz de un Demonio que te repite una y otra vez que debes matar a todo humano —y que insiste en que debes ayudarle en esa labor— no puede ser algo bueno, ya sea real o no. Ni moral ni ética pueden ayudar en ese mal trago, en ese instinto asesino que éste quería despertar en la chica. Sin duda, últimamente no andaba en su mejor momento, pero no iba a caer en ese pozo con los ojos vendados... por mucha memoria que pudiese perder. No era una mera marioneta, y no caería en los hilos de ese titiritero.
En el mismo camino, Datsue acertó de lleno en el lugar que la chica quería visitar, y eso que ésta no le había soltado prenda aún. Sin lugar a duda, o iba pregonando con un altavoz todo lo que quería hacer, o ese chico había tenido oportunidad de conocerla de verdad. Sin cortar la conversación, la chica escuchó cómo el intrépido al parecer era su futuro compañero de viaje. Habían quedado hacía meses en ir, y resulta de que habían tenido un encuentro de lo mas insólito, justo en la fecha. Quizás día arriba o día abajo, pero mas que próximo.
El destino a veces era de lo mas caprichoso...
—Vaya... si que es una casualidad... Datsue. —confesó.
Llegando a la puerta de la taberna, y justo cuando la chica se disponía a empujar la madera para abrir el paso, el chico mencionó algo que de nuevo llamó la atención de la chica, y que interrumpió su acción. Quedó helada, tan solo pudo mover sus ojos hacia Datsue.
—Entonces... —tragó saliva. —¡Mierda!
Y con las mismas, destrozó sus nudillos contra la puerta, abriendola de golpe.
¡¡PLAF!!
Allí estaban, presentándose ante un montón de desconocidos con una entrada típica de oeste. La mirada de la chica de nuevo se dirigió hacia el frente, aunque no hacia las personas que le correspondían la mirada. Sus nudillos comenzaron a sangrar, y ésta, casi carente de sensibilidad en ese preciso momento, dejó caer otro suspiro.
—Creía que eran solamente pesadillas...
No entró en el antro, había algo que llamaba mas su atención.
—¿Por eso quería ir a las pirámides? ¿para encontrarlo?
Mil y una dudas asaltaban su cabeza en ese preciso instante, y es que no era para menos...