21/10/2017, 17:19
(Última modificación: 21/10/2017, 17:20 por Inuzuka Nabi.)
—Oh, pues creo que pediré un gofre recubierto de chocolate y crema. Creo que es lo que más me ha gustado hasta ahora.
— Bueno, lleva chocolate así que no puede ser malo, y la crema tambien está rica. ¿Me vas a dar un cachito para ver como está la crema de este sitio? Es que he probado cremas más malas que pegarle a tu kage con un calcetín meado por tu perro en una reunión de kages.
Igual no había pensado del todo lo del kage y en este momento y lugar del espacio tiempo podía sentar algo mal, pero igual no pensaba demasiado, igual ni un poco. Entonces Eri se levantó a pedir lo nuestro y pensé en seguirla, pero mi segunda neurona se activó y dijo, PERO SI HACES ESO LA MESA SE QUEDA VACIA. Y pensé, mondie, es verdad, y me quedé sentado.
Quien sí se fue tras Eri fue Stuffy que se quedó mirandome con su ojo, yo levanté mi puño a la altura de la cara y lo agité un poco jurandole vendetta a esa estúpida bola de pelo.
Para cuando la pelirroja volvió estaba con la cara estampada contra la mesa aburrido de la espera.
— ¿Qué tal?
Le pregunté sin despegar el moflete de la mesa pero apartandolo a un lado para que colocase la comida. Sin embargo, tuve que separarlos al ver que había un error fatal en todo eso.
— ¿Y los cubiertos?
— Bueno, lleva chocolate así que no puede ser malo, y la crema tambien está rica. ¿Me vas a dar un cachito para ver como está la crema de este sitio? Es que he probado cremas más malas que pegarle a tu kage con un calcetín meado por tu perro en una reunión de kages.
Igual no había pensado del todo lo del kage y en este momento y lugar del espacio tiempo podía sentar algo mal, pero igual no pensaba demasiado, igual ni un poco. Entonces Eri se levantó a pedir lo nuestro y pensé en seguirla, pero mi segunda neurona se activó y dijo, PERO SI HACES ESO LA MESA SE QUEDA VACIA. Y pensé, mondie, es verdad, y me quedé sentado.
Quien sí se fue tras Eri fue Stuffy que se quedó mirandome con su ojo, yo levanté mi puño a la altura de la cara y lo agité un poco jurandole vendetta a esa estúpida bola de pelo.
Para cuando la pelirroja volvió estaba con la cara estampada contra la mesa aburrido de la espera.
— ¿Qué tal?
Le pregunté sin despegar el moflete de la mesa pero apartandolo a un lado para que colocase la comida. Sin embargo, tuve que separarlos al ver que había un error fatal en todo eso.
— ¿Y los cubiertos?
—Nabi—