¿Qué te he dicho de meterte mierda en el cuerpo?

[Uchiha Datsue]

Suspiró. Cuando Nabi quería era difícil de convencer de narices.

—Hagamos una cosa —propuso—: te pondré a prueba en el primer número. Si veo que me traes material merecedor de ese veinte por ciento, haré una excepción contigo. Sino, el diez como todos o no entras. Lo siento, Nabi, pero en los negocios no hay amigos ni compañeros que valgan.

Los negocios eran los negocios, al fin y al cabo. No se podía mezclar con sentimentalismos, o sería el primer paso que se daba hacia el fracaso. Terminado de pulir los detalles de la negociación, el Uchiha escenificó un harakiri tras meter la pata de forma horrorosa con Nabi y su chucho. Pasada la broma, Nabi aseguró que los perros envejecían como diez veces más rápido que las personas, y que Stuffy ya debía de rondar su edad.

El rostro de Datsue era todo un poema.

—Pero eso es… —miró a Stuffy—. Eso es… —Su rostro era pura consternación—. ¡Eso es inadmisible! Nabi, ¡hay que encontrarle una perra! —exclamó, sin darse cuenta que la última palabra se podía malinterpretar—. Verdad que sí, ¿Stuffy? —preguntó con voz aguda—. ¡Una buena perra que te haga feliz! Y encerrados en casa no la encontraremos, ya lo creo que no. Hay que ir al Jardín de los Cerezos. ¡Seguro que por allí hay un montón!

»Joder, que tiene nuestra edad, tío. Nuestra edad. Un año más y será como el típico kusareño que llega soltero a los cuarenta. ¡No lo podemos permitir! ¿Le tiene echado el ojo a alguna? —pregunto, esperanzado.