24/10/2017, 00:07
Confiada de sus capacidades, la chica no dudó en aceptar el desafío —y pese a la advertencia— Datsue tampoco se retractó. Por su parte, parecía ya mas que decidido de cuál sería la apuesta perfecta. La chica sin embargo, no tenía ni idea de qué podía querer de aquél chico, aquel chico al que apenas conocía. Puede que en otras fechas si que lo hubiese llegado a conocer un poco, pero ahora... no era mas que uno desconocido que sabía sobre ella. Necesitaba tiempo para conocerlo un poco. Quizás hasta algo de él si que le interesaba, como por ejemplo... no sé, el saber porqué los ojos le cambiaron de color cuando ella lo amenazó.
Pero bueno, quizás eso era tan solo una tontería.
El chico se levantó entonces, y se dirigió hacia la barra. Tras unas cuantas palabras con el tendero, el chico regresó a la mesa, cargando consigo un zumo de naranja y una jarra de agua helada. Tras depositar el zumo cerca de la chica, tomó de nuevo asiento. La jarra de agua fresca era al parecer lo que él había decidido tomar.
Sentado ya, Datsue comenzó con preámbulos sobre por dónde podía comenzar. Evidentemente, lo mejor era comenzar por el principio, por dónde se habían conocido al parecer. Akame, su compañero de aventuras, también había estado en la primera ocasión. Así mismo, informó de manera indirectamente directa de que era un shinobi de Uzu. Habían presenciado un asesinato, habían visto un zombie, se habían liado a golpes con unos mafiosos, y habían descubierto que el instrumento del músico era el causante de los zombies. Sin duda, casi parecía sacado de una película mala de las que echan a la tarde, justo tras la comida.
—Aunque suena sacado de una mala película... también suena bastante a los follones en que normalmente me meto... —hizo un inciso.
Sin embargo, no interrumpió demasiado las palabras del chico. Éste comenzó a relatar la segunda vez que se habían visto, en la que al parecer se había atravesado con una lanza. Fue en el valle de los Dojos, y al parecer al ocaso se dedicaron a dar un paseo, a hablar de la vida, y terminó por pedirle que le enseñase el truco de magia del que tanto presumía. Pero, al parecer no todo terminó ahí, al parecer hubo bastante mas. El chico carraspeó la garganta, evitando continuar, pero dando alusión a lo que ocurrió.
Aiko alzó una ceja. —¿Luego nos besamos? —preguntó, con picardía. —Normalmente no me aprovecho de chicos tan jovenes... vaya desliz, ¿no?
¿Podía ser mas cruel?
Pero bueno, quizás eso era tan solo una tontería.
El chico se levantó entonces, y se dirigió hacia la barra. Tras unas cuantas palabras con el tendero, el chico regresó a la mesa, cargando consigo un zumo de naranja y una jarra de agua helada. Tras depositar el zumo cerca de la chica, tomó de nuevo asiento. La jarra de agua fresca era al parecer lo que él había decidido tomar.
Sentado ya, Datsue comenzó con preámbulos sobre por dónde podía comenzar. Evidentemente, lo mejor era comenzar por el principio, por dónde se habían conocido al parecer. Akame, su compañero de aventuras, también había estado en la primera ocasión. Así mismo, informó de manera indirectamente directa de que era un shinobi de Uzu. Habían presenciado un asesinato, habían visto un zombie, se habían liado a golpes con unos mafiosos, y habían descubierto que el instrumento del músico era el causante de los zombies. Sin duda, casi parecía sacado de una película mala de las que echan a la tarde, justo tras la comida.
—Aunque suena sacado de una mala película... también suena bastante a los follones en que normalmente me meto... —hizo un inciso.
Sin embargo, no interrumpió demasiado las palabras del chico. Éste comenzó a relatar la segunda vez que se habían visto, en la que al parecer se había atravesado con una lanza. Fue en el valle de los Dojos, y al parecer al ocaso se dedicaron a dar un paseo, a hablar de la vida, y terminó por pedirle que le enseñase el truco de magia del que tanto presumía. Pero, al parecer no todo terminó ahí, al parecer hubo bastante mas. El chico carraspeó la garganta, evitando continuar, pero dando alusión a lo que ocurrió.
Aiko alzó una ceja. —¿Luego nos besamos? —preguntó, con picardía. —Normalmente no me aprovecho de chicos tan jovenes... vaya desliz, ¿no?
¿Podía ser mas cruel?