24/10/2017, 11:47
— Creo que se ha molestado un poco conmigo. ¿Crees que me perdonara?
El barbudo se había acercado a Riko, para decirle aquellas palabras en un susurro para que la tercera integrante del equipo no lo escuchara aunque, dado lo que acababa de pasar, dudaba que le hubiera escuchado aunque lo hubiera dicho en un tono normal.
— No se preocupe, seguro que si se ha molestado se la pasa en nada. — Aseguró el muchacho en el mismo tono que había usado el comerciante, a pesar de no conocer demasiado bien a Koko.
El resto del viaje se realizó en un silencio que le dio el tiempo perfecto para meditar en sus cosas, aunque tampoco es que tuviera demasiado sobre lo que pensar, por lo que rápidamente comenzó a aburrirse, moviéndose ligeramente tratando de evitar esa sensación de que su culo se iba fusionando con el asiento, poco a poco y se alegró mucho cuando Shin-Fu les avisó de que les quedaba poco trayecto aquel día.
En breves llegaron a Los Herreros, y el conductor se dirigió a un establo de unas dimensiones considerables, parando el carro en el lugar y haciéndoles señales a ambos shinobis para que le siguieran una vez se bajó.
— Hombre, Fu, aquí estás viejo amigo, cuanto tiempo.
El dueño del lugar parecía ser amigo del comerciante, por lo que seguro que les podría dar alojamiento para aquella noche para que pudieran descansar y comer algo antes de retomar el viaje a la mañana siguiente.
— Voy a abrir el establo, vosotros id entrando y sentaos en la mesa que en breves cenamos. Como si estuvierais en vuestra casa, los que cuidan del culo de Fu es como si cuidasen de mi culo.
El peliblanco asintió enérgico, tenía ganas de comer, a fin de cuentas llevaban todo el día de viaje y poder descansar un rato sería perfecto, sobre todo para Koko, que había hecho casi todo el trayecto a pata y estaría bastante cansada, por lo que el Senju se dirigió al interior del lugar y se sentó en la primera mesa vacía que vio, esperando que la rubia lo siguiera y a que los dos hombres regresaran.
El barbudo se había acercado a Riko, para decirle aquellas palabras en un susurro para que la tercera integrante del equipo no lo escuchara aunque, dado lo que acababa de pasar, dudaba que le hubiera escuchado aunque lo hubiera dicho en un tono normal.
— No se preocupe, seguro que si se ha molestado se la pasa en nada. — Aseguró el muchacho en el mismo tono que había usado el comerciante, a pesar de no conocer demasiado bien a Koko.
El resto del viaje se realizó en un silencio que le dio el tiempo perfecto para meditar en sus cosas, aunque tampoco es que tuviera demasiado sobre lo que pensar, por lo que rápidamente comenzó a aburrirse, moviéndose ligeramente tratando de evitar esa sensación de que su culo se iba fusionando con el asiento, poco a poco y se alegró mucho cuando Shin-Fu les avisó de que les quedaba poco trayecto aquel día.
En breves llegaron a Los Herreros, y el conductor se dirigió a un establo de unas dimensiones considerables, parando el carro en el lugar y haciéndoles señales a ambos shinobis para que le siguieran una vez se bajó.
— Hombre, Fu, aquí estás viejo amigo, cuanto tiempo.
El dueño del lugar parecía ser amigo del comerciante, por lo que seguro que les podría dar alojamiento para aquella noche para que pudieran descansar y comer algo antes de retomar el viaje a la mañana siguiente.
— Voy a abrir el establo, vosotros id entrando y sentaos en la mesa que en breves cenamos. Como si estuvierais en vuestra casa, los que cuidan del culo de Fu es como si cuidasen de mi culo.
El peliblanco asintió enérgico, tenía ganas de comer, a fin de cuentas llevaban todo el día de viaje y poder descansar un rato sería perfecto, sobre todo para Koko, que había hecho casi todo el trayecto a pata y estaría bastante cansada, por lo que el Senju se dirigió al interior del lugar y se sentó en la primera mesa vacía que vio, esperando que la rubia lo siguiera y a que los dos hombres regresaran.
~ Narro ~ Hablo ~ «Pienso»